Letras de la Tierra de Letras - La poesía y la narrativa de Hispanoamérica
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Edición Nº 51
20 de julio
de 1998

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A Pablo Neruda

Hernán Tejeda C.

Adelanta, adelanta tu nave,
zinc y acero;
puebla de luz las viñas de la tierra.

Tus ojos quizá han roto los vidrios marineros
y el yodo tornasol de la Isla Negra,
empero,
las encinas, los árboles lejanos,
el remo fraguado en las remotas
ensenadas,
el polvo rojo de las doradas
playas,
el canto llovido en las miradas,
en las frutas
en la mesa,
en las ventanas,
en las cinturas,
en las mies de los besos,
todo
lo universal, lo polvoriento, lo deshecho, lo infinito;
en las urgencias turbulentas,
crece a la sombra de tu gorro marinero.

Residente insepulto,
has erigido para tu edad estrellas en el sur de la tierra
conocida;
las palomas, los ritos veteranos, los viñedos,
las bocas rojas, las risas de mujeres,
pueblan toda la tierra, y el mar cuando lo supo,
embistió la penumbra de todas las fronteras;
y es que el yodo marítimo sabía en las resacas de tu edad
bravía
de las encinas, del óxido secreto...

Padre no, maestro,
marinero de océanos totales
metapoéticos,
jardinero de acuarios submarinos,
viajero hecho de polvo y de silencio,
geólogo interior de minerales ávidos...

Capitán de navío, proa a los mares del mundo conocido,
ave,
pegaso de las eras prometidas
recoge el polen en tu lecho de tierra purificada
y crece; como naciste en las montañas,
en el tumulto de una raza de sol y de granito
y llueve,
que en las negras cavernas los difuntos hambreados
de fusiles
yergan, para que el germen de tus ojos rotos sea
la estrella inconfundible de todos los caminos,
tu palabra otra vez,
verbo, más allá de los principios.

Están sucios los puertos y en pedazos los troncos de los árboles...
ningún navío, todos los navíos, las anclas de las aves
han quebrado sus vuelos...
un lecho putrefacto de aguas negras... y el mar,
tu barco, tus caminos, tus estrellas...

Capitán de navío, proa a los mares del mundo
en este viaje...
Un aire continental recorre América desde el sur,
y en las viñas
los pámpanos
y el vino
se derrama para sembrar la tierra
de banderas y estrellas;
otra vez tu palabra verbo de los fusiles
inconfundible anuncio de las guerras...

Las viñas del silencio han destilado el zumo
de caracola y mar,
y en el estuario, negro como la última noche, hay un bajel
de astros preñados de palomas, de gaviotas y de
oxidados cascos de piedras amarillas,
azules;
sarro de latitudes, de islas y retornos,
musgo de manos ávidas,
de cabezas remotas,
de pies y dientes carcomidos...;
la madera, la pintura y la grasa lechosa
continental del mar...
el bosque en que un pirata de iluminados viajes
naufragó entre corales
de esmeralda y de luz...

Bajel de astros preñados de palomas
y de oxidados cascos de piedras amarillas;
sarro de latitudes,
islas,
rocas moradas húmedas;
la luz fosforescente de las ondas salinas
bañistas frioleras de rocas en la playa, grises y negras...;
combado lomo de náufragas raíces vagabundas,
espejo de esmeraldas,
sonámbulos lugares,
carcomidos asombros,
oxidados metales varados en las costas del vendaval;
la muerte no figura en tus fronteras,
duerme tu paz, marinero y poeta,
como tú lo dijiste
en el lecho del mar...


       

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