Las reglas del escritor son tres:
Primera regla: No hay reglas.
Segunda regla: No inventes reglas.
Tercera regla: En caso de duda, ver la primera regla.
Se aprende a montar bicicleta en una bicicleta, no en la computadora, no
hablando con otros, no viendo a otros en una bici, no pensando en cómo
hacerlo. Te montas en la bicicleta, agarras el manubrio y le das a los
pedales. Los primeros intentos terminan en el piso. Después de rodillas y
codos sangrientos, puedes rodar sin estrellarte pero con cada intento para
ir más rápido y más lejos, tomas más riesgos. Si realmente quieres
aprender, tomas tus riesgos y no te quejas mucho de los porrazos y las
raspaduras.
Escribir es lo mismo. Las primeras letras terminan por el piso, pero poco a
poco el escritor gana confianza en sí mismo y va más rápido y más lejos.
Como todas las cosas en este mundo, el talento natural hará que unos sean
mejor ciclistas que otros, que no todo el mundo puede ser campeón del Tour
de France. Campeón o no, el disfrute del deporte no se pierde. Hay
ciclistas profesionales, los hay dominicales, los hay que tienen su bici en
el garaje y nunca la usan. La diferencia entre unos y otros es talento
natural y un régimen de entrenamiento duro, algunas veces despiadado.
Cuando talento y entrenamiento se combinan, el buen ciclista nace. Escribir
no es diferente. Agarra la pluma o el teclado y empieza a escribir, y no te
quejes de los fracasos, que nadie nació aprendido.