Opiniones
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Por dónde se empieza

Quienes quieren iniciarse en el oficio de escribir se encuentran con no pocas dificultades, distintas a aquellas con que se enfrentan los aprendices de otras artes. El aspirante a músico, por ejemplo, sabe que para llegar a serlo debe estudiar música; el aprendiz de artista plástico sabe muy bien que debe prepararse para ejercer su arte. El escritor también debe prepararse si su meta es llegar a escribir bien. La escritura es un arte que se puede aprender —y enseñar. Esta afirmación levanta muchas sospechas entre el público en general. De acuerdo con mi experiencia, mucha gente percibe al escritor como una especie de "genio" que, como tal, prácticamente nace aprendido. Para escribir se necesita, según esta creencia general, ciertas cualidades innatas, una especie de "magia" que le permite crear personajes y mundos de la nada con la misma facilidad con que se cepilla los dientes. Muchos jóvenes se convencen entonces de que no tienen el talento necesario para escribir porque no pueden hacerlo con facilidad, o porque al primer intento no les sale una obra maestra. Nada más alejado de la verdad. Escribir, incluso para los más grandes autores, es sumamente difícil, y no se hace más fácil con la experiencia. ¿Por qué? Porque el escritor, al iniciar una nueva obra, se enfrenta con algo que todavía no existe, y nunca está del todo seguro de cuál será el resultado final. Por lo tanto cada libro, cada cuento o cada poema se escribe de forma distinta. El hecho de que un autor haya escrito un primer libro exitoso no le ofrece ninguna garantía de que podrá escribir un segundo libro. No hay garantías en este oficio. Lo primero que tiene que saber un aspirante a escritor es, entonces, que le espera muchísimo trabajo.


Los talleres literarios

En los países anglosajones, las escuelas de "escritura creativa" existen desde hace muchísimos años, incluso a nivel universitario. En los países de habla hispana el auge de los talleres es mucho más reciente. Desde luego no es imprescindible haber estado en un taller para ser un buen escritor, pero estos talleres pueden ser de gran ayuda para quien se inicia en el oficio. Esto por varias razones. La primera es la oportunidad de relacionarse con otros escritores, lo cual es un estímulo importante. La segunda es que los talleres ofrecen al escritor la posibilidad de observar cómo reacciona el lector ante sus textos, pues a menudo (sobretodo al principio) no transmitimos exactamente lo que queremos decir. Por otro lado un texto tiene muchísimas lecturas diferentes a la que el autor se había planteado en un principio, pero que son igualmente válidas. Esto siempre sorprende al escritor joven, que aprende a estar atento a las posibilidades ocultas de su propia obra.

Por otro lado, la postura crítica (pero que siempre debe ser respetuosa) hacia el trabajo de los demás te ayuda a tener una postura crítica con respecto al trabajo propio, lo que contribuye a estar alerta en relación con tus debilidades, con el fin de reforzarlas. Yo hice una maestría en escritura creativa en Inglaterra y la experiencia fue provechosa desde todo punto de vista. Pero también tengo que destacar que muchas veces la efectividad de un taller depende de la habilidad de quien lo conduce para crear un clima de respeto entre los asistentes y evitar la competitividad, que puede ser muy destructiva para el escritor novel que todavía no tiene la suficiente confianza en su capacidad. Por eso también los talleres pueden ser un arma de doble filo.

Por supuesto que una actitud de humildad es sumamente importante a la hora de recibir críticas, tanto en los talleres como fuera de ellos. Para beneficiarse lo mejor posible de los comentarios de los lectores con respecto al trabajo propio es necesario escucharlos con la mayor atención, y tras evaluarlas se toman en cuenta las sugerencias con las que uno está de acuerdo y se obvian aquellas que no consideramos útiles. No siempre estaremos de acuerdo con las críticas que recibamos de nuestro trabajo, sin embargo es importante no descartar ninguna crítica demasiado pronto.


El proceso

A escribir se aprende escribiendo. Sin embargo muchas veces se te hace casi imposible el simple hecho de sentarte a escribir. Te pones toda clase de excusas para no hacerlo, y cuando finalmente llegas al escritorio, te quedas esperando que ocurra el milagro y baje la inspiración. Pasan los minutos y nada. Finalmente concluyes que es imposible, que nunca serás escritor, y te preguntas cómo es posible que se hayan escrito tantos libros.

Lo primero que hay que hacer es romper la resistencia. ¿Cómo? Una técnica bastante útil es levantarse un poco más temprano todos los días, y de inmediato tomar lápiz y papel y ponerse a escribir. Que eso sea lo primero que haces por la mañana, si puedes escribir en la cama mejor. Lo de menos es qué escribir: lo primero que te pase por la cabeza, el sueño de la noche anterior, los planes para ese día, lo que sea. Lo importante es que comiences de inmediato y no te detengas a pensar ni un instante. Escribe durante 15 minutos, media hora o una hora completa. Todos los días. No leas lo que has escrito hasta que lleves varios días haciendo el ejercicio. Seguramente te sorprenderás.

Tras varias semanas de hacer este ejercicio habrás aprendido varias cosas. Una de ellas es que llevas dentro una fuente inagotable de material sobre qué escribir. La otra es que la forma más fácil de escribir es hacerlo sin pensar.

El escritor es "dos personas en una" (Dorothea Brande). Por un lado, es entusiasta, soñador, sensible e imaginativo. Este aspecto de su personalidad es el responsable del acto creativo. Pero también hay por ahí una vocecita que te dice "eso está mal, así no se escribe, esta historia es absurda, quién te crees que eres para ser escritor", etc. Esta voz es muchas veces la responsable de que simplemente no escribamos, convencidos de que tiene razón y que no tenemos talento alguno. Este es el crítico que todos llevamos dentro. Una vez que lo hayas identificado, salúdalo, porque de ahora en adelante no te hará la vida imposible sino que actuará a tu servicio.

El asunto es el siguiente. Aquí voy a referirme a narrativa, aunque esto también se podría aplicar a la poesía. Cuando te sientes a escribir, deja que tu parte creativa, sensible e "infantil", tome el mando. Tu crítico debe estar en silencio, en todo caso si oyes esa vocecita diciéndote que no sirve lo que estás haciendo no le hagas el menor caso. Si escribes sin pensar esta será una tarea fácil. Así es que se escribe el primer borrador.

(Perdón, así es que yo escribo el primer borrador. Esta no es, de ninguna manera, la única forma de hacerlo, cada escritor debe experimentar hasta encontrar la manera adecuada para él. Esto no es más que una sugerencia).

Mientras escribes el primer borrador no debe importarte nada más que "atrapar" la historia o el poema que tienes en mente y fijarlo en el papel para que no se te escape. En esta parte del proceso no debes ocuparte de cosas como ortografía, redacción, ni que "suene bonito"; con la práctica estas cosas irán saliendo solas sin que concentres tu atención en ellas sino en la historia. De manera que cuando escribes el primer borrador lo más importante es llevar lo que tienes en mente al papel, sin considerar si está bien o mal.

Una vez terminado el primer borrador, no lo leas de inmediato. Déjalo descansar unos días, o por lo menos una noche. Después, tómalo y léelo con la mayor atención. Aquí es donde entra el crítico en acción.

Tu crítico buscará las debilidades de la pieza con la mayor objetividad de que es capaz, como si leyera un trabajo ajeno. Te dirá si está demasiado reiterativo, si el diálogo suena postizo, si el personaje no es creíble. Aquí hay que ser implacable. Si una frase no sirve se va, aunque sea tu frase favorita: si no aporta nada a la historia, no sirve. Una vez que hayas estudiado bien tu manuscrito, corrígelo. Algunos autores recomiendan comenzar a escribirlo otra vez desde cero (en un archivo nuevo si escribes a computadora), y no corregirlo en la pantalla. La ventaja de este método es que te da la libertad de ver tu historia desde otro punto de vista y de cambiarla todo lo necesario al librarte de la versión anterior. Parte del proceso de edición es buscar en tu manuscrito las posibilidades ocultas, nuevos elementos o situaciones que no sospechabas cuando comenzaste a escribir. Por eso es posible que el producto final sea muy distinto a tu concepto original: deja que esto ocurra. De alguna manera la historia ya existe en algún lugar y tú lo que estás haciendo es descubrirla. No la fuerces.

Este proceso se repetirá tantas veces como sea necesario para que el producto final sea excelente. Busca siempre llevarlo a la mejor condición de que seas capaz. Cuando sientas que ya no hay nada que puedas hacer para mejorarlo, haz que otra persona lo lea y te diga lo que piensa. Si descubres que aún no está terminado, pues continúa revisando.


Otras sugerencias

Un escritor tiene siempre los ojos muy abiertos a lo que pasa a su alrededor. Observa. Escucha las conversaciones de la gente en la calle, ¿qué palabras usan?, ¿cómo es su tono de voz? Fíjate en cómo visten, cómo se mueven. Mantén la curiosidad de un niño. Observa cómo entra la luz por la ventana. Ten siempre los ojos muy abiertos.

Un consejo muy importante es confiar en uno mismo. Escribe sobre los temas que te obsesionan a ti, no a tu vecino. Confía en tus propias convicciones. Para escribir es importante conocerse a fondo, saber qué te conmueve, qué te hace reaccionar, qué te da rabia, qué piensas de la vida, de la muerte, de Dios. Todas estas cosas determinan tu manera de ver el mundo y por lo tanto, tu forma de escribir. Si eres fiel a ti mismo en tus escritos, tu obra será honesta y no tendrás que preocuparte por ser original. Ya lo eres, porque nadie ha tenido tus mismas experiencias, nadie ve el mundo como tú.

Y por último, lee todo lo que puedas con la mayor atención, y procura aprender de los autores que lees. Si te cuestan los diálogos, estudia los diálogos de tu novela o cuento favorito. Pero no leas sólo los autores que te gustan, de los que no te gustan también puedes aprender. Mantén una actitud abierta con respecto a todo.

Eso es todo. Ahora escribe.


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