Jardineros... aquellos, para quienes la vida y la muerte se torna en una sola articulación de letras “Palabra”. Palabra en los labios que besan o lo desean, en la yema de unos dedos que sufren o lo desean, en unos ojos que bajan la mirada para hacer el amor con el papel, tangible o no.

Decía yo que, somos jardineros cuales sembramos, regamos y cultivamos; y como a las rosas las acaricia las arrugas fuertes de un ser humano, así son los versos, prosa, lírica, textos o armonía que oímos, pensamos, sentimos, deseamos y respiramos.

La escritura... bella expresión de vida, navegando en glóbulos rojos, blancos y propios sin soportar el no ser transmitida para inmortalizar la idea de que estamos vivos, como sea o como haya sido.

Sin técnica alguna, en abstracto y joven espíritu digo que, se escribe como hombre imaginario para otros imaginarios también, construyendo un mundo imaginario para quienes quieran y puedan y no tengan miedo a imaginar. Se escribe la fuerza de quien levanta cada día su cuerpo desafiando la aurora para germinar un jardín, con la humildad del mismo que se envuelve en el sueño de dar vida, con las manos mojadas y pinchadas por el transparente y el rojo como muestra de no estar solos.

¿Cómo se escribe?, como se estacionan las torcazas contemplando las rosas, como pasean las mariposas y coliflores sobre ellas aspirando la vida entera de quien levantó su cuerpo desafiando la aurora, como cada día.

30 de abril de 2004