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El problema es escribir mejor o peor

Escribir: representar ideas con signos gráficos. Componer libros, discursos, etc. Comunicar por escrito.

Las definiciones a veces se quedan cortas sumidas en la objetividad del propio verbo. En este caso, y desde mi punto de vista, al igual que el resto de las artes, escribir es tan sólo una forma de expresión, un medio para transmitir o, mejor dicho, reflejar sentimientos, emociones o ideas. Es decir, para casi todos los que tomamos el lenguaje como herramienta y el folio en blanco como medio, es una necesidad que no siempre lleva consigo la obligatoriedad de tener uno o muchos receptores.

Una vez comprendido el concepto, aprender a escribir, supongo que como todo en esta vida, es una cuestión de práctica. Sin embargo, algo que se ha de tener muy cuenta es el hecho de que no todos tenemos las mimas capacidades o facultades para hacerlo, me refiero a la insidiosa polémica de si el escritor nace o se hace, una cuestión que sólo podemos respondernos mirándonos hacia dentro, y poniendo nuestro propio caso como ejemplo. Desde luego no es el nacer sino el vivir, la forma de nuestra personalidad y, cómo no, nuestra herencia genética, los condimentos que hacen posible o que de algún modo conforman la base necesaria para que sintamos la necesidad de escribir, y por ende el gusto por ser leídos.

Porque, al fin y al cabo, saber o no saber escribir (algo que prácticamente casi toda nuestra sociedad sabe hacer), no es el problema, el problema es hacerlo mejor o peor, o mejor dicho, el poder plasmar lo que pensamos o lo que inventamos en un papel (léase pantalla de ordenador) de la forma más original, atractiva y rotunda. De qué sirve ser todo un virtuoso del lenguaje, haber leídos cientos de libros, hacer gala de un amplísimo vocabulario y conocer todas las técnicas posibles, si no se tiene nada qué contar. Por ello, y en eso juega un papel muy importante la imaginación, patria de la verdadera libertad, siempre se ha de saber primero qué se va a contar o al menos qué nos gustaría contar.

La soledad del escritor es eterna.

Los ecos de los libros que ha leído, las vivencias que le han nutrido, los conocimientos y consejos que le han ayudado en su camino, son el equipaje indispensable para poder embarcar y navegar por el ancho y profundo océano de la literatura.

Yo pienso que si quieres mejorar tu forma de escribir es importante leer, pero no necesariamente mucho ni cualquier cosa, se ha de ser selectivo, acorde con lo que nos inquieta, seduce o aporta a nuestra antedicha necesidad. Otra rica mina para la creación es el acumular experiencias vitales, ajenas o personales; no siempre todo está escrito, en el mejor de los casos si quieres contar algo es mejor haberlo vivido o sentido alguna vez.

Por otro lado, se ha de levantar el pesado telón del miedo a ser leído; quiero decir, de poder, con libertad y sin ataduras, contar o decir lo que realmente queremos sin temor a la crítica, a la incomprensión o la indiferencia.

Por último, y quizás para muchos lo más importante, es que nuestro barco pueda llegar a puerto, recalar en la mente de los lectores y no naufragar en el oscuro mar del ostracismo, la soledad o el anonimato. Una certeza fundamental que a mí me ha ayudado mucho en este caso es que, bajo la angustia de que mis escritos (relatos, poemas, novelas, ensayos...) permanezcan siempre en un cajón olvidado, que nunca sean leídos, conocidos, disfrutados... pienso que el escritor es el que escribe y no el que es leído, y escribir es algo que sé que haré y me gustará hacer creo que toda mi vida, sin condiciones, y que mi peor crítica siempre será la mía.

Sea como fuere, llevo escribiendo desde hace algunos años, no pocos, y no sé si realmente lo hago bien, mal o si tiene interés para otros, pues muy pocos me han leído, en parte, porque muy poco me he dejado leer. Y en ello estoy, con la duda que me atenaza y no me deja mirar para otro lado que no sea soñar con vivir para escribir y escribir para vivir, con todas sus consecuencias. Por ello si vuestras mercedes placen de mercadear con este joven barco que errante busca puerto en el proceloso mar de la literatura, y les pediría que compartieran conmigo, si no les importa, las cartas de navegación que les han ayudado en sus viajes.

5 de octubre de 2005


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