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Rafaela Baroni

lunes 27 de febrero de 2017
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Al hablar de Rafaela Baroni lo primero que viene a mi mente es la palabra color, porque así es su trabajo: lleno de color. Colores brillantes y vibrantes que hablan de un alma intensa, fuerte y guerrera. Rafaela es una mujer sencilla de campo, que ha hecho de esa sencillez y campiranidad su arte, la manera de expresar sus vivencias y sentir. Una mujer con una vida y unas circunstancias extraordinarias que ella ha sabido convertir en fuerza creadora. En dos oportunidades fue víctima de la catalepsia (terrible enfermedad en que la gente pareciera muerta aunque realmente es una parálisis), la primera vez siendo una niña de apenas once años, la segunda ya mujer. Una experiencia sin duda aterradora y traumática para cualquier ser humano.

A Rafaela Baroni la conocimos en el Museo del Táchira cuando la Fundación Cultural Bordes la trajo para una exposición de su trabajo.  

Ella lo cuenta así: “Bueno, la primera vez a la edad de once años amanecí muerta. Y me acuerdo que mi mamá decía: ‘¡Esta china las horas que son y no se ha parado a desayunar!’, uno oye y ve pero no puede hablar. Algo bravo porque por más que uno dé gritos y gritos nadie lo escucha. Tienes todos los signos vitales perdidos pero oyes y ves. Un sueño. Es como un sueño. Y no me enterraron porque faltaban cuatro horas para el entierro cuando me pasé la mano por la frente y dije: ‘Mamá, ¿dónde estoy yo?’. ‘Aquí en su casa, hija’. Pero a mamá le dio un patatús que cayó de platanazo. Entonces unas personas salieron corriendo y otras me recogieron. Y ahí se empezó a hablar del milagro de Rafaela a la edad de once años. Y después a los años, estuve diecinueve días en coma, a los diecinueve días del coma me dieron por muerta y me velaron en Boconó y después me velaron en Valera. Para el tercer día me hicieron el entierro; cuando me llevaron al cementerio, no, hay que llevarla para la morgue porque se están dando los papeles de defunción en Boconó y la entierran sin papeles, cuando llegaron conmigo al cementerio. Una cosa bastante… Bueno, ahorita pongamos una comparación, los médicos me dijeron que si me volvía a dar podía durar hasta seis meses. Ya todos los hospitales saben, el mundo entero sabe y con las cosas en esa forma no me van a enterrar hasta que mi cuerpo no se perjudique”. Añade: “Y tengo mi capilla hecha en mi casa para que me entierren ahí para que mis amigos, todos aquellos que me conocieron y me vuelvan a conocer ahorita, porque de aquel ayer aquí ha habido mucho que ver, todo como uno va cambiando los años y todo; no porque cambie mi manera de ser sino porque lo viejito, porque sea como sea, va como decía un dicho, este cachete se le arruga y no sabe lo que está pasando. Así en esa forma vamos a tener las precauciones de…”.

A Rafaela Baroni la conocimos en el Museo del Táchira cuando la Fundación Cultural Bordes la trajo para una exposición de su trabajo, donde además realizó el performance “La boda”, muy hermoso y colorido espectáculo donde se recrea una boda campesina andina, con músicos, cortejo (todos los trajes de las chicas que forman el cortejo nupcial son elaborados por la propia Rafaela), sacerdote, etc. Este evento, titulado “La boda de Aleafar de las Flores y el Cucarachero de La Grita”, se realizó en el mes de octubre de 2015 y contó con la participación de reconocidas figuras artísticas de la región como fueron Gregory Pino, Indra Chaitana y Edwin Salinas en la música, Carlitos Contreras (músico del Trío San Cristóbal) como el sacerdote oficiante, Gerardo Duque (actor y artista plástico) como el ex novio despechado; en el cortejo estuvieron Reina Hidalgo (psicóloga) y Otto Rosales (sociólogo-antropólogo), que fungieron de padres de la novia, también Iliana Sánchez (directora de la Escuela Regional de Teatro) quien leyó letanías, Denis Pabón (director de la Escuela de Artes Plásticas Valentín Hernández Useche), Víctor Galíndez (actor de la Escuela Regional de Teatro) y otros más; Aleafar de las Flores es Rafaela Baroni y en esta oportunidad el novio fue Óscar Duque Pérez, director de Cultura del estado Táchira, quien representó a El Cucarachero de La Grita (población conocida como la Atenas del Táchira y de la cual es oriundo él).

Todo ese trabajo que implica este performance, siendo esta la realización número cincuenta y dos del montaje, es creación de Rafaela Baroni, quien nos confesó que esa es su manera de autorresarcirse pues resulta que su primer matrimonio fue arreglado por su familia, ella no estaba enamorada del novio, razón por la cual para ella esa boda no fue alegre ni mucho menos feliz, entonces al celebrar las bodas de Aleafar de las Flores ella se regala una boda bella, alegre, feliz como es el sueño de toda muchacha romántica y soñadora. Dicho en sus propias palabras: “El primero fue a los dieciocho años, un matrimonio como se dice hecho, y entonces por los ataques y las cosas tan terribles que me daban pues el matrimonio se perdió. Después me volví a casar y duré cuarenta y siete años de casada, después me volví a casar y todo eso que el mozo le prometió a mi familia que iba a estar bien y dio la casualidad que se notaba entonces que él como lo que quería era el lugar, la cuestión. Plata. Que se imaginaba que tenía mucha plata y yo no tengo nada de plata. Si tuviera plata tuviera muchas cosas para dárselas a la gente que estuviera conmigo. Entonces toda esa parte, ve… es así la vida”. Pero esas situaciones o tristezas que ha vivido no han podido amilanar su temple; al contrario, han sido alicientes para avanzar en el camino.

A raíz de los ya mencionados ataques catalépticos la vida de Rafaela cambió. A partir del primero de los ataques, confiesa, “tuve muchísimos dones para muchas cosas, para muchas cosas”. Se volvió partera y estudió enfermería graduándose en apenas seis días. En ella hay una profunda vocación de servicio, de ayuda al otro, a la gente, un profundo amor al prójimo —entendiendo por prójimo desde la persona, pasando por la planta y llegando hasta el animalito más humilde—; para ella el amor es la razón de la vida: “El amor para mí es lo más grande que puede haber. Porque tiene que haber para todo, porque si yo no tengo amor para atender a mi gente que me llega no vuelven, si yo no tengo amor para ese árbol que estoy sembrando, estar debidamente regándolo, viendo que ese árbol vaya subiendo, no sube. Si, pongamos, tengo un amigo y a ese amigo no lo aprecio y lo estimo, pues ese amigo se pierde. Si tengo un marido, pongamos, y no lo sé apreciar y estimar, pues también lo pierdo. Entonces el amor es lo más grande. Y no es el amor únicamente en la cama, el amor es en todo lo que hay”.

Pinta, canta, talla, escribe poemas, hace teatro, todo de manera espontánea.  

Desde 1974 está tallando la madera. Esto lo hace en agradecimiento a la Virgen del Espejo, quien le devolvió la vista, porque resulta que en 1972 es llevada a un hospital psiquiátrico de Caracas donde permaneció por espacio de siete meses, en el ínterin perdió la vista y aprendió a tejer valiéndose sólo de sus dedos, sin agujas de ningún tipo. Rafaela es autodidacta, aunque eso del arte de alguna manera le viene en la sangre. “Bueno, mi familia como se dice son todos preparados, porque no lo voy a negar. Y hay varios artistas, pongamos aquí nada menos, aquí en San Cristóbal hay varios artistas que son familiares míos, primos segundos. Tengo también un hermano en España que es director de arte. Pero algunos no trabajan las tallas como las trabajo yo sino que (su hermano) es una especie de crítico”.

Pinta, canta, talla, escribe poemas, hace teatro, todo de manera espontánea. Su trabajo artístico entra en la clasificación de arte popular. Le preguntamos sobre qué la motiva en su trabajo creador, a lo que respondió: “Me motiva, pongamos, cuando veo raíces que yo puedo trabajar, porque es algo para mí, las raíces son algo hermoso. De las obras más bellas que he hecho y he tenido premios: en las raíces. De una vez, cuando saco la raíz veo la obra que voy a hacer ahí. Ese es un motivo grande para mí”. Y no utiliza cualquier tipo de raíz, nos explica: “De matas que más o menos sepa yo que pueden trabajarse, porque hay matas que no pueden tallarse porque se pudren de una vez. En cambio hay otras matas que son especiales como, pongamos, el pardillo tiene una raíz preciosa. El jumangue, el café, el mandarino. Y así varias matas. Las raíces con su palo hasta donde esté la parte más gruesa para hacer la obra, que el palo lo tenga de más o menos tan siquiera de veinte, veinticinco centímetros de grueso, más la raíz que uno puede hacer la falda de la mujer, si va a hacer una mujer. O hacer una pareja bailando. Cualquier cosa que, pongamos, que se debe hacer con dos guías hacia arriba, uno puede hacer una pareja bailando”. En ese momento estaba preparándose para llevar una exposición a una galería de arte en La Trinidad, en Caracas. Para ella los horizontes siempre son amplios y cada día se abren más: “Hay nuevos horizontes. Porque tengo ahorita muchos proyectos y todo eso que se están empezando a hacer. Y voy a tener unos viajes al extranjero, o sea que entonces bueno, hay nuevos horizontes”.

La fe religiosa es un pilar fundamental de su vida, gran parte de su obra artística gira en torno al tema religioso. Inicialmente, como ya dijimos, con la Virgen del Espejo, razón por la cual la llamaban la “Señora de la Virgen”, pero esta fe religiosa no debe confundirse con fanatismo, y así mismo lo aclara: “No soy una persona fanática, porque no soy fanática sino que soy una persona que cree mucho en Dios porque he visto las cosas… Qué más que morirme y volver a la vida. Eso es algo como se dice bastante grandioso. El único que me podía dar la vida era él y si me volvió a la vida, me volvió para algo”. Y agrega específicamente sobre Dios: “¡Lo más divino que puede haber en el mundo es saber que Él existe! No hay otra cosa igual. Sin él no hay nada. Si tenemos fe en él todo se nos concede. Es mejor que tener la precaución, como se dice, y tras de que sin él no podemos hacer nada. Propiamente y como se dice, la conciencia de uno le dice cómo tiene que creer en Dios. Pero yo por qué tengo que ir a la iglesia a arrodillarme allá delante de un ministro de la iglesia a estar rezando, no. Dios está en todas partes. Donde quiera que él esté uno puede rezarle, puede llamarlo, puede cantarle, puede hacerle todo lo que él quiera porque él está escuchando. Yo, pongamos, aquí lo cargo”, dijo mostrando una estampita.

Rafaela Baroni
Algunas de las tallas de Rafaela Baroni.

Es evidente que tantas circunstancias especiales la han convertido en una persona reflexiva, y apoyada en los dones surgidos de los singulares eventos vividos —hay quienes comentan que a raíz de ellos Rafaela quedó con la habilidad de leer el futuro— puede ayudar a otros con un consejo, con la palabra apropiada: “Mis planes y lo que yo más quiero es que mis manos todavía sigan enseñando a tallar, a pintar. A meditar la vida. Uno mismo es el culpable de muchas cosas de las que pasan, uno tiene que hacer las cosas buenas. Porque hay personas que me llegan muy sumamente tristes y yo enseguida las estudio: ‘¿Por qué está triste?, si usted no ha matado, no ha robado, no tiene por qué estar triste’. Que porque estás enferma, ¡no se preocupe, Dios manda el mal y manda el remedio! Y entonces, pues bueno, la parte espiritual, hacer mis oraciones. Ya cuando hago mis oraciones quedo tranquila, quedo libre como que si ya no tengo nada que me preocupe”. Se describe como “una mujer alegre. Que le quiere dar vida a toda la gente. No esté nadie triste. Mientras que uno no haya robado o haya matado no tiene por qué estar triste”.

Habla con nostalgia salpicada de tristeza de los cambios que las gentes han ido teniendo últimamente, más que nada en el trato, la falta de valores, el respeto, la armonía. “Bueno, están muy cambiadas todas las cosas. De aquel ayer a hoy hay mucho que ver. Hoy no hay inocencia, no hay respeto. Es una cosa que anda uno con temor por donde quiera que ande, únicamente confiando que Dios lo cuide. Es la única forma. Es demasiado. No hay ese respeto que había antes en todas las cosas. No hay nada, no hay nada. Ni aprecian ni estiman lo que uno les hace; uno agarra a una persona y la lleva al hospital, la lleva hasta operar porque está muy malito, lo que sea, en fin, y mañana le paga con un carajazo”. Y sin duda alguna que la asiste toda la razón; la gente ha ido perdiendo la amabilidad, la calidez que nos caracterizaba como nación. El trato ahora es áspero, atropellado. La gente se relaciona desde el materialismo y el “precio” en moneda de las cosas. Ella agrega: “Algo que siempre pensaba que el ayer fue tan divino, tan tranquilo. Cómo llegaba uno a los árboles y se comía las frutas, sin que nadie le dijera: ‘Tiene que pagar’, ahorita uno no puede agarrar una fruta en ningún árbol. Hoy en día todo mundo es un puro dinero. No hay amor de nadie, de nada. Es algo triste, tan sumamente de fuerte. Las parejas se están terminando muy rápido; se casan y es como un juego, no respetan el matrimonio”.

Se han perdido valores tan básicos como la lealtad, la honradez, el honor. Hasta el punto de que a los pocos días de realizada esta entrevista, y ya Rafaela de vuelta en su casa, supimos que fue atacada por hampones que entraron a su residencia, la golpearon y le robaron lo que tenía ahorrado más el producto de las ventas que realizó en San Cristóbal. Afortunadamente sólo fueron algunas contusiones y nada de mayor gravedad, ¡pero los ladrones no le dieron ni tiempo a que se le calentara en el bolsillo el producto de su trabajo! Así como tampoco fueron capaces de respetar la avanzada edad de la artista, que estaba próxima a cumplir ochenta años. Irónicamente ella es “Mensajero de la Paz”, condecoración recibida directamente desde el Vaticano por su trabajo como consejera.

Rafaela Baroni es una mujer de gustos sencillos, le encantan el jugo de naranja y las arepas con queso: “Las arepas con queso es algo para mí maravilloso, y hacer un ají así, que lleve de todo sin que sea tan picante, sino que lleve de todo lo que… nada menos aquí llegué y preparé un ají bastante bueno, porque están dejando perder como se dice la parte de la cocuiza, del cocuy, que está sumamente bueno para el ají…”. El lugar de los sueños de esta mujer hermosa es una casa en una colina: “Bueno el lugar de mis sueños… siempre, siempre, siempre sueño en donde haya un cerrito, como se dice, en donde yo pueda hacer un jardín. Hacer mi casa y hacer un jardín que todo el que vaya pasando lo vaya viendo el jardín. Porque la casa puede ser muy pobre, pero si no tiene matas… ¡no tiene vida, no tiene vida! No hay mujer en el hogar”. Ese lugar donde hacer todas esas cosas que tanto le gustan y que no le dejan ratos libres, pues cuando no teje está escribiendo, bordando o tallando, que es una de sus mayores pasiones: “Casi no tengo ratos libres. Todo el tiempo estoy trabajando, estoy haciendo algo porque no puedo estar ociosa, fíjate que estoy aquí y estoy tallando. Es mi placer de estar tallando y entonces sí, es una cosa que estoy trabajando a toda hora”.

Retomando el tema del arte y los artistas, quisimos saber su opinión sobre si está en crisis el arte: “En muchas partes sí. Pero somos nosotros mismos que tenemos la culpa, que no nos atrevemos a hacer las cosas si el gobierno no nos ayuda. Tenemos que poner de nuestro corazón, que somos amor al arte”. Aunque para ella, más que el arte, son los artistas los que están en crisis. “En crisis, sí, el artista. Porque todos se atienen a que no hay pintura, a que no hay esto, a que no hay aquello. ¡Hagamos las cosas como podamos! Cuando queremos podemos”. Para ella la musa inspiradora viene y al mismo tiempo se fabrica, pues en la medida en que el artista está trabajando está creando, la musa está viniendo, la inspiración se fortalece, no lo abandona. Como un músculo que en la medida que se entrena, se ejercita, se fortalece y robustece.

Amante de los animales en general, nos dice que si tuviese la oportunidad de hacer otra cosa en su vida tendría un criadero de animales diversos.  

Su filosofía de vida es práctica y sencilla: “Bueno, justamente mi filosofía de vida es que creo en lo que es el día del diario. Tener uno el diario de su vida. En la mañana me paro, pongamos una comparación, hago oración por todo el lugar, voy y hablo con todos mis animales, después entonces veo qué trabajos voy a hacer. Les digo a los obreros qué es lo que van a hacer ese día. Es ir con el diario del día. Recibir a la gente que va llegando, porque llegan autobuses con estudiantes, o llegan como se dicen visitantes y todo eso. Bueno, atención a todas las cosas, mi filosofía diario”. O sea, lo que los maestros llaman “el aquí y el ahora”. Rafaela lo sabe y lo aplica naturalmente, quizás es parte de esos conocimientos surgidos a través de los ataques catalépticos, bien porque ya estaban en su subconsciente y salieron a flote o porque tal vez este evento produjo tal efecto, en todo caso es notoria en ella una actitud mesurada ante los acontecimientos, no queriendo exagerar o dramatizar situaciones o sentires. Por eso todos sus días, sin ser aburridos o monótonos, son iguales: “Mi día domingo es igualito que todos los días. Igualito que todos los días porque todos los días a mí me toca recibir gente, todos los días estoy cantando, recitando, echando cuentos y todo eso, y entonces es igual para mí todos los días”.

Amante de los animales en general, nos dice que si tuviese la oportunidad de hacer otra cosa en su vida tendría un criadero de animales diversos: “Bueno, una de las cosas que me gustarían bastante, bastante porque soy una persona, pongamos, en esa parte, es estar lidiando con bastantes animales. O sea que tengo un pequeño zoológico y he tenido que salir de varios animales por el problema que tengo del asunto del asma. Pasa que me ha dado neumonía varias veces y esto me ha perjudicado, pero el encanto mío son los animales. Todos me entienden, yo les entiendo a todos lo que está diciendo cada uno. Bueno, tengo loros, curíes, hámster, conejos, monos, un halcón. También tengo un búho precioso que me entiende todo lo que le digo. Yo le digo: ‘¿Cómo le hace los ojos a las muchachas?’, y él le hace los ojos a las muchachas. ‘¿Cómo te sientes, triste?’, y agacha la cabeza. ‘¿Cómo te saco los piojitos?’, entonces coge y sacude la cabecita para que le saque los piojitos; sí, me entiende todo. Y así soy con todos los animales, a mí todos los animales me entienden. Y desde niña lloro por un perrito chihuahua y no ha sido posible que yo lo consiga, sí, desde la edad de trece años lloro por un chihuahua. El chiquito, el chiquitico, el de bolsillo. Y no se ha podido. Y les he dicho a muchos amigos, lo he buscado por toda parte y no consigo el perrito y no me puedo morir con esas ganas de tener un perrito chihuahua. Bueno, vamos, que no me puedo morir con las ganas de tener un perrito de esos, contemplarlo. Yo le digo a todo el que esté oyendo este programa si tienen un perrito véndanmelo que yo se lo compro. Un perrito chihuahua. O una perrita que tenga sus hijitos, pero véndanme uno para yo estar siquiera… así yo me muera al otro día, pero que yo contemple mi perrito”. Así que si entre quienes lean este trabajo hay alguien con posibilidad de darle o venderle un chihuahua de bolsillo a Rafaela, ella le estará altamente agradecida.

Llegó la hora de comenzar a arreglarse para el matrimonio, debimos despedirnos por el momento de Rafaela para que fuera a acicalarse para el evento. Le preguntamos sobre algo que quisiera agregar a esta entrevista y sencillamente nos dijo: “Bueno que quiero llegar al corazón de toda la gente con amor, con ternura. Que sepan perdonar. Que cambien un poquito de las actitudes tan malas y se den a las buenas. Que sean amigos de verdad. Que sean de verdad. Que no sean amigos por delante y otros por detrás”.

Ana Berta López
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