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Messi, tres veces 10

viernes 20 de agosto de 2021
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Lionel Messi
Lo sorprendente del escenario Messi, el universo de un astro que ha perdurado por dos décadas, es el redescubrimiento y aprovechamiento mediático para presentarnos una estrella conocida como desconocida.

Este mundo loco enloquecería a la propia Mafalda, diría: Pará, pará, pongan otra música, un poco más de poesía. Incendios, inundaciones, escenas que nos recuerdan Vietnam en Afganistán y llevamos días en que el planeta es una pelota de fútbol. Es la hazaña de un pibe de Rosario, Argentina, y del negocio más grande del mundo: el fútbol. Su capital por estos días es París, que es una fiesta como dijo Hemingway. Llegó Lionel Messi y dijo: Hágase la luz en la Ciudad Luz, un sueño de hadas, quizás, mejor un cuento de Las mil y una noches en manos de un jeque árabe deportista y ojo clínico para los negocios: Nasser Al-Khelaif, hijo de un tenista pescador de perlas en Doha. Un qatarí que no es de la realeza, pero jugó en la infancia tenis con el heredero de la corona o turbante del emirato persa. Y así fue ascendiendo hasta llegar al palco principal del París Saint-Germain, en el estadio Parque de los Príncipes. Un hombre enigmático, solitario, que ha invertido 1.300 millones de dólares en diez años para luchar por la Champions en la Liga de los campeones de Europa.

 

París, bajo el perfume de Messi

La llegada de Messi a un París ocupado por el virus aún, revive el placer de los grandes espectáculos, en una ciudad bella, con cultura, museos, tradiciones, grandes escritores y pensadores, artistas de paleta gloriosa, salvada de la destrucción por el propio Hitler. Ahí se ha instalado la moda de la moda; ha nacido, además de grandes movimientos pictóricos, poéticos, cinematográficos, el diseño en todas sus expresiones. París bien vale más de una misa, habrá pensado Messi, después de sus lágrimas y llanto inconsolable, un segundo gran aire en sus veintiún años de brillante carrera en el Barça, donde los títulos cayeron como el agua en una cascada. Barcelona es bona si la bossa sona. Esa es una gran interrogante para una filosofía en la tradición catalana.

Lo sorprendente del escenario Messi, el universo de un astro que ha perdurado por dos décadas, es el redescubrimiento y aprovechamiento mediático para presentarnos una estrella conocida como desconocida, salir del anonimato, mientras el club de sus amores borra sus imágenes en el Camp Nou, su casa, familia, sus incondicionales hinchas de tantas jornadas. Ha cambiado de colores Lio Messi, Leo, de camiseta, estadio, hinchas, ciudad, país, compañeros de equipo, lo único que permanece es el idioma del fútbol, un lenguaje que seguirá encantando a las multitudes, porque el equipo del jeque quiere hacer historia.

Los analistas, expertos, críticos, hinchas, han dicho y seguirán diciendo de todo ante este fenómeno mediático que apareció como caído del cielo. He escuchado decir a algunos que el astro argentino colaboraba poco con el equipo (sic), entre otras bellezas que es mejor que no esté. Esta puede ser una ocasión importante para los canteranos del Barça, pero pienso también que para Neymar, Mbappé y Ángel Di María, guiados por el zurdo diestro Messi, afinando su desempeño en el área rival con sus asistencias milimétricas, inesperadas, precisas, que terminan siendo letales. Esta es sólo una idea de lo que se puede activar en el París Saint-Germain con la llegada del ex barcelonés. Puede potenciar aún más a ese tridente, abrirles el camino a la red.

 

Suerte para los directivos del Barça que Maradona no está vivo, si no qué titulares no estaríamos leyendo ahora.

El 10 histórico lo advirtió

Ya ha sido ovacionado en un escenario que él transformará en mítico, el Parc de Price, y, la inolvidable noche de París lo ha recibido con fuegos artificiales, después que el club que lo formó y al que él entregó veintiún años de arte futbolístico, no alcanzó a darle una despedida como debiera hacerse con un ídolo. Mientras el nuevo hijo de la familia qatarí comienza a ambientarse en ese París tanguero, cortazariano, vallejiano, picassiano, surrealista en su momento, napoleónico, desde luego, cuna de marcas chic, laboratorio de los Curie, escenario de tantos y tantos, como Robespierre, Voltaire, Proust, Cézanne, Sartre, Camus, la Beauvoir, Brigitte Bardot, el Marqués de Sade, el Principito, y ahora mestizo, africano, árabe, el Barça pasa por su peor invierno y deberá hacer el camino del ave fénix. Suerte para los directivos del Barça que Maradona no está vivo, si no qué titulares no estaríamos leyendo ahora. El 10 inolvidable de Villa Fiorito advirtió, antes de partir, que a Messi le sucedería lo que a él en 1984: “Yo sé que Messi se va a ir mal del Barcelona. O, por lo menos, no se va a ir como se merece. Yo me fui igual. Al Barcelona FC no le importa lo que le das, no te lo agradece”. Maradona se fue peleando con el presidente del club de ese entonces y Messi dejó la duda de que no sabía si el club hizo todo lo posible para que se quedara.

 

Una valiosa mercancía

El culebrón seguirá por un tiempo indefinido, la historia ya lo registró. Sin embargo, to be continued, la historia shakesperiana sigue. ¿El último 10 de Messi?

Asimismo, en este orden de lo excepcional, se hace difícil mirar hacia un costado en medio de una danza de millones, y cuando nos reiteran que el ídolo es una mercancía, que el fútbol es un negocio, que detrás de la inocencia de los espectadores, de su pasión, está un marketing a prueba de balas, la mano invisible del mercado. Está tácito, como que el rosarino ha optado por el número treinta, que indica que vale tres veces diez.

Rolando Gabrielli
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