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Antonio MoraAntonio Mora

Con él puede uno perfectamente pasar horas hablando deliciosamente sin notar que es muy poco lo que cuenta de sí mismo, habla de su pueblo, cuenta historias de allí, de los amigos, pero jamás cuenta algo de sí mismo, reservado a morir en lo tocante a su intimidad. Tan es así que cuando recibí de regreso el cuestionario (en el que me baso para hacer estas notas) me encontré unas brevísimas respuestas, eso sí cargadas de mucho humor. Para muestra un botón: “P: ¿Cómo te describirías a ti mismo? R: No sabe; no contesta”. Así que a partir de esas brevedades y con todo el amor del mundo será esta nota sobre Antonio Mora.

Lo conocí hace muchos años. No recuerdo quién nos presentó e imagino que sería en el Ateneo de San Cristóbal, en el Táchira. Lo cierto es que nació una gran amistad y el inmenso afecto que siento por él, de hecho suelo bromear diciendo que es mi novio aunque él no lo sepa. Para describirlo sin duda alguna es obligado utilizar los términos amable, gentil, leal, solidario, discreto, gracioso. Algo indispensable de destacar de él es que jamás se le oye hablar mal de alguien, cualquiera puede haber hecho la más terrible barrabasada, donde media San Cristóbal está hablando pestes del personaje y nunca se oye de la boca de Antonio una palabra lapidaria, lo más un: “Caramba... ¿pero qué le habrá pasado a fulano?”. Siempre amable y conciliador.

Dueño de un maravilloso sentido del humor y una fantástica capacidad para la improvisación, da como resultado que la plática sea por demás placentera pues siempre está salpicada de anécdotas y versos graciosísimos, además de que, haciendo gala de una muy buena memoria, cada vez echa mano de un cuento o recita un poema suyo o de cualquier otro autor que recuerde y que venga al caso.

Maestro normalista y bibliotecario, durante muchos trabajó en la Hemeroteca Estatal, y no sólo la dirigió sino que fue el alma y corazón de esa institución. Es por esto que aún hoy día, que labora en la Biblioteca Pública, es mucha la gente que sigue asociándolo con la Hemeroteca. Creador del inolvidable taller literario Zaranda, que funcionó durante dieciséis años en San Cristóbal y donde surgió gran parte de los actuales talentos literarios del Táchira. Tiene publicadas Crónicas de Acirema (ficción) y Tres zarandajadas (narrativa, poesía, humor), es coautor de los libros de cuentos La mosca, Deseando y nadie ve mi fiereza y El color sepia. Tiene una significativa cantidad de obra publicada en diarios y revistas, y en numerosos libros. Como humorista ha publicado con bastante regularidad y con diversos seudónimos numerosos trabajos, generalmente en verso, en todos los periódicos de su región natal.

El trabajo poético de Antonio Mora no es precisamente fácil de hacer, pues una poesía escrita con inteligencia, lenguaje coloquial-regional, pero lleno de mucho humor es lo que, a mi modo de ver, la hace más difícil de escribir, he aquí una muestra del mismo:

Electrónica

Allá por los años ochenta
En la radio daban un programa
((Sólo para enamorados))
((...y ahora
para Juancito y Panchita
Euqueria y su cuchi cuchi
Encarnación y Estevi
Julián y su idolatrada...))
Y soltaban una canción
cuiss cuiss
tralalari
laralalí la la
Pasado el tiempo
Juancito dejó a Panchita
A Euqueria le dio dos tiros su cuchi cuchi
Encarnación no volvió a saber de Estevi
Aunque sí de sus cuatro hijos
Y Julián se alcoholizó por su amada
La radio de antes sí que tenía cosas, ¿verdad?

Pero Antonio no sólo escribe con humor, también con amor y sentimiento, como todo buen poeta. Vayan estos textos:

Mudez

Existen palabras
Gestos
Signos
Para nombrar el mundo

Pero cuál
         Qué grito
         Qué idioma
         Qué símbolo
Cuál
Dime
Para nombrar tu ausencia

 

Poema

Uno quiere ser aire
Y subir a las nubes
Pero también ser humus
Y ladrillo
Y serpiente
Entonces el poema
Es la pócima íngrima
Que apacigua en el fondo
Del pocillo del alma
Ese sordo combate
Entre el tigre y el ángel

Antonio MoraAsume que, para bien o para mal, vida y trabajo han sido una sola cosa en él. Actualmente, y como casi toda su vida, trabaja en eso de los libros y las bibliotecas. De la literatura y la poesía, con respecto a si son coto de una élite, dice: “Si hablas de poesía escrita y de quienes leen, tal vez sí. Pero es una élite con todo tipo de personas”. La musa viene, aunque a veces hay que ayudarla a hacerse “la motivación y la desmotivación —dice— vienen de adentro, pero no sé explicarlo”. Con respecto a su trabajo creador tiene una muy graciosa anécdota: “La de un cuento mío que se publicó en el diario La Nación de San Cristóbal y una señora amiga envió a sus hijas a visitarme a la entonces Cárcel Modelo, porque en el cuento, narrado en primera persona, el personaje termina en la cárcel”.

La parquedad para hablar de sí mismo nos demuestra timidez y un carácter concentrado, fuerte y, por qué no, muy formal, que sin duda contrasta fuertemente con su desarrollado sentido del humor y la gran carga de amor y ternura que hay en cada gesto suyo. A su familia la describe con una sola palabra: buena, mas con su infancia es un poco más explícito y dice: “Toda la vida me he hecho esa pregunta y nunca he sabido (¿o querido?) respondérmela”.

Le gusta todo tipo de música, aunque también depende del estado de ánimo. Pero tiende hacia la llamada música clásica, jazz y samba argentina. Bailando se defiende: no pisa ni deja que lo pisen. En sus ratos libres lee, escucha música, pasea y ahora, con el cable, se ha reconciliado un poco con la llamada caja boba.

Al hablar de Dios concluye: “Ese es otro punto que, salvo en mi infancia, no termino de resolver. Creo que creo”, pero como es un hombre repleto de amor no es de extrañar que este punto lo explique así: “Hay una novela cuyo primer capítulo habla de mi pueblo, Pregonero, y se llama El motor supremo. Ese título (también en el libro lo es) podría ser la respuesta”. Sin embargo, de la vida, los seres humanos y los sentimientos, dice: “Eso en mi vida ha sido un galimatías, pero trato de pensar positivamente, aunque a veces me cuesta”. Un ser cuyo mapa sentimental tiene un relieve lleno de contrastes claramente definidos y profundos, de donde emerge toda esa creatividad, que es como un baúl maravilloso y enorme que, cuando se le levanta la tapa, salen, como en un rayo de luz, todas esas narraciones y poemas con los que deleita a todos nosotros sus fans.

Alguien que sueña con volver a la orilla del mar y para quien el mayor dolor es la orfandad. “Antes (bebía) hasta el agua de los floreros —dice—. Ahora el buen whisky y ciertos aguardientes colombianos, no por catas, sino por lo que mientan ‘cuestión de salud’ ”. Que trata de hacer bonito el día su domingo pero la tristeza del atardecer le gana y nadie, salvo el arriba antes mencionado, lo salva de la melancolía y la tristeza. Quien de tener la oportunidad de ocuparse de otra cosa sería un millonario holgazán con un gran toque de filantropía.

Este es Antonio Mora, un hombre sencillo y discreto. Un talentosísimo artista tachirense que merece todo el reconocimiento por su gran talento, conocimiento y labor literaria. Oriundo de Pregonero, en las montañas andinas venezolanas, y que desde allí se vino hace muchos años a San Cristóbal a vivir con entrega su profundo amor por las letras, los libros y las bibliotecas. Así vemos la delgada figura, siempre con un libro distinto que en ese momento está leyendo, bien en la biblioteca, en el centro de la ciudad o en la panadería de Barrio Obrero que ya casi es su oficina personal. Con su palabra amable, su sabiduría, su sonrisa siempre y esos bellos ojos azules, ¡los más lindos de San Cristóbal!