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Octavio Escobar Giraldo

Octavio Escobar Giraldo

La vida en su incansable andar siempre nos coloca seres en el camino que de una u otra manera nos añaden algo. Unos dejan esa suma y siguen su camino, otros se quedan permanentemente en ese exclusivo territorio de los afectos donde no hay distancias, nacionalidades, credos o cualquiera de esas cosas que suelen utilizar las personas para deslindarse del afecto y de los demás. En ese territorio donde lo que importa es el sentir es donde junto a otros entrañables amigos tiene su espacio Octavio Escobar Giraldo, un hombre de quien no resulta sencillo hablar. Un caballero en el real sentido de la palabra o como dicen algunas de sus fans: un príncipe. Desde que lo conocí algo que siempre me ha llamado la atención y obviamente me ha gustado de él son sus modales y maneras: fino, elegante, con clase. Con éstas características no se puede dudar que siempre sobresalga del grupo en que se encuentre. A esto hay que añadir que el señor es todo un talento de las letras, camino que transita desde hace catorce años cuando le fue publicado su primer libro. En este corto pero fructífero tiempo se ha alzado con varios prestigiosos premios literarios de Colombia, así tenemos que en 1997 recibió el Premio Nacional de Literatura por De música ligera, en 2002 la Bienal Nacional de Novela José Eustasio Rivera por El álbum de Mónica Pont y en 2004 el Premio Nacional de Cuento de la Universidad de Antioquia por Hotel en Shangri-Lá. Como si esto fuera poco es médico graduado aunque desde hace bastante tiempo que no ejerce, según porque se le hacían muy pesadas las guardias nocturnas y el trasnocho que eso implica; ahora es profesor de la prestigiosa Universidad de Caldas.

Un hombre cuyos claroscuros son muy intensos, un ejemplo de ello es verlo dar una conferencia. Colocado frente al público hace gala de un tremendo aplomo, bromeando y hasta improvisando. Lleva a los oyentes por los senderos que se le antoja sin permitir que alguien pierda el interés en lo que cuenta; en términos teatrales podríamos decir que tiene total dominio de escena y subyuga con eso a su público que se encuentra cautivo de su encanto, amén de su gran capacidad didáctica que lo hace explicar los temas con paciencia y cuidado de ser bien entendido sin perder la amenidad. Pero cuando se baja del estrado y deja de ser el profesor o conferencista vuelve a ser el mismo individuo tímido que hace hasta lo imposible por pasar desapercibido y sin revuelo. Una prueba de su timidez fue cuando en el más reciente Encuentro Binacional de Escritores, en agosto de 2006, para su sorpresa Ciro Pérez, el presidente de la Asociación de Escritores del Norte de Santander, lo llamó a recibir un reconocimiento por su contribución constante con el Encuentro, y a Octavio se le subieron los colores al rostro de manera más que evidente. Y esta timidez hace que muchas veces personas que no lo conocen opinen que es un arrogante. Lo cierto es que él es un ser que resguarda a capa y espada su intimidad, su vida bien llamada privada, intentando mantener el trabajo y sus consecuencias alejado de ella, por eso dice: “Es muy difícil desvincular ambas facetas, pero lo intento. Creo que una porción de mi vida no tiene por qué estar al alcance de los lectores. Por eso procuro que los editores no pongan mi fotografía en mis libros. No siempre los convenzo”.

Pero que esta parquedad para mostrar su intimidad no confunda y haga creer que es un ser simple, muy por el contrario es toda una personalidad densa, con una profundidad sentimental que a algunos podría asustar por su hondura. Amigo leal y solidario, quienes cuentan con su amistad saben que en él tienen un afecto sincero, capaz de preservar ese cariño aun cuando en algunas oportunidades algún amigo no se ha portado como la amistad así lo suponía. Son sus amigos una importante parte de su vida, un ejemplo de ello es que la absurda muerte de su entrañable amigo Orlando Sierra es una dolorosa espina que aún lo lastima, pues la amistad para él es sagrada aun cuando no sea ese el término que utilice para describirla. Dueño de un carácter fuerte, la frase que mejor lo definiría es aquélla de: “Mano de hierro en guante de seda”.

Músico o chef sería su oficio de tener la oportunidad de ocuparse de otra cosa. Le gustan el rock, el jazz, la música clásica, aunque asume que: “Soy el peor bailarín del mundo. Me encanta ver una pareja que lo haga bien. Es mágico”. Y para beneplácito de sus admiradoras descubrimos que es un romántico pues afirma: “También me gustan las baladas viejas, esas que es tan bueno cantar cuando uno tiene más de un trago entre pecho y espalda”. Cuando mencionamos a sus admiradoras no exageramos. Pues él junto a Antonio María Flórez tienen en común además de la medicina y otras muchas cosas, que no sólo son admirados por su talento sino también por su apariencia física. Ambos son caballeros muy apuestos.

Las manos de Octavio Escobar GiraldoLas manos de Octavio, que justamente son la parte de su cuerpo que más le agrada, son especialmente hermosas. Fuertes, suaves, delicadas pero sin duda masculinas, son las manos perfectas de un artista. Porque este hombre no se ha limitado sólo a escribir narrativa, también tiene ocho poemas escritos, sus aptitudes artísticas son variadas aunque él se dosifica y va haciendo las cosas por etapas. Durante años fue un intenso aficionado a la fotografía, andando siempre con una cámara a cuestas. Lo que sí no abandona es su pasión cinematográfica. Cinéfilo empedernido, alguna vez comentó que sus reales inicios fueron escribiendo críticas cinematográficas en un diario de su natal Manizales. Al preguntarle qué hace en la actualidad responde: “Lo habitual. Mis clases en la Universidad de Caldas, avanzar en la novela que tengo entre manos, jugar baloncesto e ir a cine, planear algún viaje. Mi vida es tranquila”.

Con su faceta mística es más parco aun. Se sabe que no es muy afecto a Dios y de él se limita a comentar: “que escribe muy mal; algunas partes de la Biblia son lamentables”.

Un hombre apasionado para quien lo que algunos denominan erotismo es para él la vida. Un ser lleno de amor, afecto para quienes logran superar la barrera de timidez y mutismo con la que se defiende de este mundo cada vez más áspero e insensible. Que hace todo lo posible por tomarse la existencia con calma: “No hago muchos planes. En este momento me interesa que una editorial española, Periférica, publicará en el 2007 mi novela policíaca, Saide. Por ahora no necesito otro plan”. A quien le deseamos pueda estar pronto sentado a la orilla de alguna playa de Río de Janeiro, lugar que sueña conocer, sosteniendo en su mano un vaso de ginebra con jugo de maracuyá (parchita para los venezolanos), contemplando el bello azul del mar y dejando que su prolífica imaginación hilvane historias para sus lectores... En fin un amigo queridísimo a quien además admiramos.