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Natividad Barroso

Natividad Barroso

Si algo proyecta, emana, esta mujer, es vitalidad, optimismo, decisión, alegría y vida. Una persona lanzada decididamente a la aventura de vivir a plenitud hasta el más mínimo segundo del día. Una mujer que ha sabido ejercer a cabalidad los roles en que la vida la ha colocado: hija, esposa, madre, profesional. Licenciada en letras de la Universidad Central de Venezuela con promedio de summa cum laude y tesis con mención de distinguido. Postgrado en folklorología de la Fundef-Conac con promedio de summa cum laude y tesis con mención de distinguido. Culminó la maestría en literatura comparada de la Facultad de Humanidades de la UCV y actualmente está preparando el trabajo de grado titulado para el correspondiente título de Magíster. También está preparando un proyecto de doctorado sobre sus investigaciones de campo entre descendientes de indígenas de la Serranía de Parupano del estado Lara.

Profesora de la lengua hispanoamericana y de otras lenguas modernas. Investigadora de lingüística, literatura, antropología y folklore. Traductora desde los quince años, especialmente del inglés al español, dice: “Ahora es cuando me siento más cómoda en mi actividad intelectual. Después de haber realizado mi parte vital como mujer: como amante apasionada y como madre, estoy dedicada totalmente a la actividad intelectual y creativa. La capacidad de raciocinio, intuición, claridad y asociación fluyen con una facilidad notable; y, debido a la libertad de la que disfruto, me siento muy feliz y optimista respecto a los horizontes intelectuales por delante (siempre que el Ser Supremo me siga dando salud)”. En sus ratos libres: “contemplo y me abandono a la naturaleza; leo, escribo, investigo, oigo música, bailo, canto, asisto a eventos relacionados con mis intereses (literatura, arte, problemas culturales), viajo a lugares queridos o nuevos”.

Entre sus planes está el terminar de pasar en computadora sus veinte obras inéditas para su publicación; de éstas aún tiene que organizar dos, una investigación-acción sobre la promoción del gusto por la lectura y una investigación de campo de seis años entre los descendientes de los indios ayomanes, a la par escribir dos gigantescos libros: uno sobre su intensa vida y otro sobre el problema de la conciliación con nuestros ancestros universales. En la actualidad: “Lamentablemente, todavía tengo que seguir trabajando para la subsistencia. Así que sigo dando clases de nuestra lengua a no hablantes de ella y de otras materias en alguna universidad; haciendo traducciones, pasando a la computadora mis escritos y leyendo y escribiendo en cada minuto libre sobre mi vida tan intensa y sobre ese problema de la aceptación y orgullo por nuestra diversidad. También de vez en cuando me salen otras ‘prosas inconscientes’, como las ya publicadas. Sigo, poco a poco, avanzando en la preparación de los libros mencionados antes. Igualmente estoy preparando la tesis pendiente para la maestría en literatura comparada. Algunas revistas me están publicando trabajos de crítica literaria que ya tengo listos o me piden algunos sobre autores específicos, lo que me hace releer e investigar (con gusto). Asisto a muchas presentaciones de libros y de vez en cuando a algunos recitales poéticos. En realidad, me falta tiempo para todo lo que quiero completar”.

La filosofía de vida de esta trepidante mujer, canaria de nacimiento y venezolana de corazón, es: “Hago mías las palabras del poeta griego contemporáneo, Odisea Elytis, respecto a la función de la poesía y digo que sólo se podrá yacer tranquilos después de haber puesto algunas ‘gotas de luz en la oscuridad’ en especial por la dignidad humana en armonía con la naturaleza planetaria y cósmica y por la plenitud de las artes al alcance de todos, para un verdadero disfrute del vivir”. Para quien su aspecto místico a su versión de Dios consiste en: “Dios es la energía máxima total. Nosotros somos parte de Él. En los pocos momentos en que nos entregamos plenamente a la totalidad, percibimos la felicidad de ser parte de esa Energía. También cuando adquirimos la seguridad de que estamos en sus manos y dejamos de preocuparnos por lo que nos sucederá, comprobamos que todo se nos resuelve gracias a los poderes y serenidad de ser parte de esa totalidad. Lamentablemente en esta corporeización somos tan frágiles y tenemos tantas necesidades que nos vemos aturdidos y abrumados por la lucha por la subsistencia, siendo muy escasas las ocasiones en que podemos disfrutar de esas plenitudes. Yo he tenido experiencias directas, concretas, de la presencia de Dios. Como digo más arriba, he tenido experiencias trascendentes, me he sentido inmersa en la totalidad de la naturaleza, con lo animal, con lo vegetal y con lo mineral. Percibo señales o indicios de comunicación con Dios”.

Natividad, aun cuando se encuentra en la época de madurez de su vida, conserva su belleza. Quienes la hemos conocido recientemente tenemos que admitir primero que definitivamente cada edad tiene su encanto y hermosura, y en segundo lugar que de joven ha de haber sido toda una belleza pues es por demás obvio. Dueña de unos ojos con los cuales se expresa a la perfección, que sin ambages van contando lo que por su alma transcurre. Un ser para quien la familia, tanto ascendente como descendente, dejan una huella profunda en su ser: “Hasta los trece años disfruté de una familia inmensa. Disfruté hasta los veinte años del tesoro de unos padres que se amaban apasionadamente (hasta que murió mi padre en media hora a los cuarenta y ocho años), pero cuya presencia me sirvió de testimonio vivo de que el amor existe y, por eso, me atreví a vivirlo intensamente en las dos oportunidades que me concedió la vida. Con los dos esposos (el primer matrimonio duró cuatro años y tuve dos hijos; el segundo matrimonio veintiséis años y tuve otro hijo). Ahora todos estamos disgregados por diferentes ciudades del país y del mundo. Lo que tengo más cerca son dos hijos, dos nueras y una prima. Con el hijo, la nuera y las dos nietas que tengo en Francia nos comunicamos por e-mail y por teléfono. También tengo unos cuantos amigos y amigas que son como hermanos, que viven cerca y con quienes comparto mis intereses intelectuales y artísticos”.

De su infancia cuenta llena de amor y orgullo que “fue la época de nutrición más completa en todas las áreas. Anímica, espiritual, sentimental, física. Gracias a ella he podido resistir cataclismos que podrían haberme enfermado gravemente o haberme llevado al manicomio o a la tumba hace mucho tiempo. El alimento que recibí, por ejemplo, de mi abuela Consuelo —que considero la mujer más inteligente que he conocido—, quien me trató con cariño, comprensión, sutileza, su forma de enseñar, de vivir y su preocupación por la educación de sus hijos y nietos; la presencia de mi abuelo Nicolás cuidando con tanto amor y atención sus muchos pájaros canarios colgados en una larga galería que daba a un patio donde cuidaba mi abuela un pequeño ‘bosque’ de plantas; el ejemplo de trabajo duro y honrado de mis otros abuelos, Antonia y Manuel, quienes siendo campesinos de origen fueron capaces de levantar una mediana empresa hotelera en la ciudad (gracias a cuya herencia —una partecita— pude dar la inicial para mi apartamento actual); la vivencia del amor apasionado y auténtico de mis padres, el ejemplo de dignidad y el ‘honor’ de la palabra de mi padre; el cariño, diversión y experiencias vitales de contacto en las fincas de mis tíos paternos; y la oportunidad de la lectura en las librerías de unas tías-primas maternas han sido verdaderamente fundamentales en mi vida y es lo que me ha hecho la persona que soy. Constantemente tengo presente esa etapa de mi vida y agradezco enormemente por ella”.

Y del amor en sí dice: “coincido con Jorge Guillén en que el amor es el mayor apogeo de la Tierra. Es una locura divina, por medio de la cual el ser humano alcanza la disolución con el Todo, los momentos más felices, más plenos, llegando al éxtasis. Para mí, fue la inspiración fundamental; lo esperaba con gran intensidad en mi adolescencia; por su espera, rechacé oportunidades en que podría haberme vuelto bastante rica. Me llegó de forma concreta a los veintitantos (duró sólo cuatro años) y, después de valiosas e intensas vivencias, hizo que mi vida se convirtiera en una lucha continua para sacar adelante a mis primeros dos hijos. Luego, una segunda vez con igual fuerza, durando esta vez mucho más (veinte años plenos y seis años de convivencia como hermanos), con momentos de intensa pasión y alegría y con otros de lucha y de desencanto. Sin embargo, ambos amores han sido algo fundamental y si tuviera que volverlos a vivir, lo haría encantada. Esas experiencias me dieron profundidad para apreciar el vivir y disfrutar plenamente y convertirme en la persona verdaderamente adulta, serena y alegre que soy”.

Retomando el tema de las letras, Natividad nos dice que sus motivaciones para escribir son la vida, el maravilloso cosmos y los seres humanos con sus elevaciones y debilidades. Lo que logra desmotivarla algunas veces es el cansancio luego de extensas jornadas de trabajo para subsistir. Para ella: “La mayoría de las veces la ‘musa inspiradora’ viene sola, especialmente con lo que llamo ‘prosas inconscientes’, llegan las palabras y oraciones como ‘dictadas’, generalmente a las cuatro o cuatro treinta de la madrugada, me medio despierto y las veo en mi mente. Una vez tuve que escribir en la pared. Con los ensayos es distinto: son el resultado de muchas lecturas, observaciones y testimonial de mi propia vida”.

Sobre la presunta crisis en que se encuentra la poesía opina: “No lo creo. Pienso que en las últimas décadas la poesía ha tomado nuevas fuerzas. Es notable la cantidad de muchachos y muchachas que están haciendo buena poesía; por lo menos aquí en Venezuela. Es una poesía atrevida, llena de vitalidad y de imágenes o metáforas nuevas, diversas, inspiradas por la tremenda realidad en que se desenvuelven”, y partiendo de allí no nos sorprende esta otra observación: “De ninguna manera pienso que la poesía sea coto de una élite. Hay muchísimos más escritores verdaderamente grandes, que se han convertido en clásicos, provenientes de clases sociales bajas o de clase media baja que de las altas o de ‘cotos elitescos’. Generalmente las dificultades, las luchas, el aislamiento o el no pertenecer a ‘grupitos’ ayuda a escribir en forma profunda y universal. La mayoría de las veces los ‘cotos’ producen textos que pueden ser populares entre los miembros de dicho coto por un cierto tiempo, pero que muy poco trasciende”. Por cierto que una grata anécdota de sus tiempos de estudiante: “Cuando estaba en los primeros semestres de la carrera de letras en la UCV, como parte de la tarea de una de las materias, entrevisté al profesor y poeta Rafael Cadenas (no era tan famoso como lo es hoy en día). Una de las preguntas que le hice fue la de que, habiendo yo observado que la mayoría de los poetas de Caracas provenían del interior, si sería que la ciudad impedía escribir poesía. Dijo que le parecía una pregunta interesante y, después de quedarse en silencio por un largo rato, me dijo: ‘El que tiene algo que decir, lo dice hasta en el infierno’. En cierto modo fue un estimulo para seguir escribiendo”.

Ésta fantástica mujer que se describe como una ráfaga apasionada, llena de células batalladoras. Que opina que la vida “es algo maravilloso. Los seres humanos somos increíble y contradictoriamente frágiles y poderosos. Los sentimientos son lo que nos permiten comprobar que estamos vivos”. Que, de cambiar algo en su vida, “...en realidad nada de lo importante. Claro que me gustaría tener la capacidad económica para viajar con frecuencia a Francia y permanecer más tiempo con mis dos únicas nietas, así como tener una casa en donde mi gigantesca biblioteca pudiera ser consultada con comodidad”, y para quien el lugar de sus sueños sería “una casita rodeada de árboles y jardín cerca del mar, a una cierta altura, desde donde se contemplara por el frente el horizonte infinito y una montaña por el fondo, por la parte de atrás. Adonde vinieran pájaros y otros animales. En el mar, me gustaría que hubiera una playa como la de Buchuaco, en la cual había como una piscina natural gracias a una barrera de coral, a unos quinientos metros de la orilla”.

Es realmente un ejemplo de vivir a plenitud, de vivir con intensidad cada cosa, cada circunstancia, cada sentimiento. De optimismo. Una prueba viviente que una mujer puede cumplir intensa y cabalmente todos los roles que la vida le proponga y salir airosa en cada uno; manteniendo inteligencia, belleza y personalidad y de paso dejando una encendida, luminosa y profunda huella en su caminar por la vida.