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Carlos Cruz AcerosCarlos Cruz Aceros

Sin duda alguna el estado Táchira, en Venezuela, es una cantera inagotable de artistas. Hay allí un amplísimo abanico donde encontramos de todo: músicos, poetas, artesanos, actores, pintores, escultores. En todas las gamas del talento, la riqueza interna y la profundidad intelectual. En esta barahúnda sin duda alguna sobresale Carlos Cruz Aceros, proveniente de la ciudad de San Juan de Colón, al norte del estado. Un muchacho aún muy joven, de tan sólo treinta y cuatro años, pero con un currículum bien impresionante. Básicamente es escultor aunque con las letras se defiende muy bien. Es innumerable la cantidad de exposiciones que tiene en su haber, tanto dentro como fuera del país, en colectivas e individuales. Su talento ha recibido diversas distinciones: Orden “Manuel Osorio Velazco” Clase Oro, Avap, estado Táchira, Venezuela (1997); Mención Honorífica de la “Kant Soame Foundation”, Nueva York, EUA (1998); Botón al Mérito Día de la Juventud, San Juan de Colón, estado Táchira, Venezuela (1999); mención Única de Honor Salón de Mallorca, Galería Fama, Palma de Mallorca, España (1999); Segundo Premio “Artista Latino” 5º Salón de Brooklin Herter Gallery, Nueva York, EUA (1999). Estos reconocimientos le han acicateado para cada día ser mejor. La apasionada entrega a su trabajo se evidencia cuando dice: “Vida y trabajo son para mí un hecho fundamental en mi vida de creador. Porque aun cuando vivo en un paisaje trabajo desde las ideas”.

Carlos me recuerda a un caballo: nervioso, fuerte, inquieto, noble. No se está tranquilo ni un momento. Dice que actualmente es un artista prestado para la administración pública pero con muchos deseos de regresar a su destino que es el taller; esto es debido a su trabajo como coordinador cultural en la Casa Steinvorth, antigua casa de alemanes que marcó época en la San Cristóbal de fines del siglo XIX y que de alguna manera simboliza el progreso de la misma, perteneciendo actualmente a la Fundación Banfoandes y es un centro cultural. Siempre está en la búsqueda de la poesía en todo. Afirma que lo motivan los hechos más sencillos de la vida, asume no ser como otros que son toneladas de papel para solidificar ideas.

Carlos también se aplica con las palabras, con las letras, y al hablar de la poesía dice: “La poesía está en absoluta crisis, los poetas son cenizas reunidos en las esquinas para dilucidar lazos de familia. La poesía ha sido coto de una élite, pero es claro que en Latinoamérica las cosas están cambiando, las grandes editoriales ya son un mito, hoy puedes tú ver publicaciones abundantes, el problema es que hay malos textos. Eso de la élite pasó hace rato”.

Ya adentrándonos en el aspecto personal e íntimo le preguntamos sobre su familia, su infancia, y de la primera dijo: “Desunida. Con mi padre especialmente, nos hemos encontrado en una eterna distancia”. Y de la segunda: “Transcurrió solitaria pero a la vez con la suerte de haber nacido en un yacimiento de petroglifos donde jugué, y que llegaron a modelar mi sensibilidad artística, por eso lo arcaico de mi obra”. Será por ello que se siente en él una cierta ansiedad por ser aprobado y aceptado, como una inquietud profunda y constante que muy en el fondo salpica con un dejo de tristeza hasta a la más espléndida de sus sonrisas.

Al preguntarle su visión de Dios dijo con muchísima espontaneidad: “¡Uyyy, esa sí está bien arrecha! Tengo fe pero nunca me he sentado a pensar sobre Dios. En realidad tengo muchos dioses... Es para mí un tótem conceptual, una cachina”. Y agrega sobre su espiritualidad: “Yo soy de un eclecticismo completo, cuando se es artista, cuando se tiene tanta curiosidad es curioso que nunca nos ocupemos de ese aspecto para decir... hablando así recuerdo una cita de Borges por cierto, en Ficciones: ‘La cara horrible de Dios es brillante como una cuchara’ ”. Del amor: “Para mí el amor es... no sé si es un concepto abstracto de la vida o tal vez una metáfora de la vida, es algo que te da vida pero a la vez es un trozo de mineral que corroe”. Definitivamente es un hombre que lucha por ser feliz, prueba de ello es que acepta y le agrada su cuerpo tal como es y pensar en cambiar algo de su vida le resulta difícil y realmente tendría que pensarlo pues ha sido muy feliz con lo que ha construido.

En sus ratos libres trabaja pero reconoce que lo que más le gusta es el ocio, encontrarse en el dorado de una cerveza para honrar a los amigos. Entre sus planes está el ser un escultor de escala urbana porque es momento de interactuar con la arquitectura, ya que en él hay siempre nuevos horizontes intelectuales. Este amante del metal, o más que del metal, de la posibilidad de doblegarlo y moldearlo a su antojo, a sus deseos, cree que si hubiese oportunidad de ser otra persona también trabajaría el metal y la creación pero desde la figura del orfebre. Tiene muchas anécdotas en su haber, pero la que más recuerda es: “La que más me impactó fue recrearme en los muros de Machu Picchu, es curioso, un año antes de ir a esa ciudad en las nubes fui a París con la intención de quedarme pero cuando llegué a Machu Picchu descubrí que lo que buscaba como escultor estaba dentro de mí por ser latinoamericano”. Aunque quiere regresar a París y el lugar de sus sueños sea “un poema de Carlos Contramaestre. Las playas de Cádiz donde las prostitutas ofrecen por un dólar los siete pecados capitales y los marineros llevan sirenas tatuadas en el pecho”.

Carlos Cruz Aceros, un hombre muy agradecido de vivir y que vive como si no hubiera un mañana. Que se describe simplemente como otro soñador o quizás un minotauro de óleo y aserrín. Que dice: “Hablar de un ser humano para mí... es hablar de una serpiente que se ve a sí misma por el ojo de un círculo y que será ella quien regrese a pintar a las cuevas de Altamira. Son la sangre de un sistema, porque recuerda que hay muchos sistemas”. Y que en esta maraña inmensa de artistas que no lo parecen y lo son y muchos que no lo son pero sí lo parecen, él se mantiene en esa búsqueda de la raíz, de la interioridad, de esa imagen primigenia que necesita ser plasmada en el indoblegable, pero para él, dúctil metal.