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Javier VidalJavier Vidal

En mayo del año 2008 estuvo de visita en San Cristóbal, específicamente en la librería Sin Límite, para presentar Todos eran de izquierda, su primera novela y su libro editado número catorce. Precedido de gran fama, pues sin lugar a dudas es una estrella en el ámbito cultural, artístico y farandulero venezolano, Javier Vidal: actor, dramaturgo, director teatral, periodista y profesor universitario. Todo un personaje. En un primer momento pensé que me encontraría con un divo inalcanzable... Pero no; estaba allí de lo más amable y sonreído. Respondió a las preguntas que los presentes le hicieron y echó el cuento de su libro, de dónde surgió, cómo y por qué. Claro que no dejó de haber el que comentó que estaba extrañamente amable, pues por lo habitual dizque no solía ser así, no sé. Sé, sí, lo que yo vi, la persona con la que conversé y le hice las fotos; un hombre muy amable, grato, cálido, en una palabra: encantador. Se tomó todas las fotos habidas y por haber pues las féminas asistentes estaban subyugadas con sus bellísimos ojos azules. Es de hacer notar, de manera muy especial, que Javier es de esas pocas personas que realmente mejoran con los años. Si bien es muy cierto, y absolutamente comprobable, que de joven era bello, ahora es un hombre maduro espectacularmente guapo.

Realmente esta es de las entrevistas que resultan difíciles porque el entrevistado da respuestas demasiado parcas, precisas y si se quiere cortantes, dado lo cual se hace sólo lo que se puede. Lo que sí puedo decir es que el hombre tiene un humor bastante negro y hace gala de acidez y sarcasmo en muchas de sus respuestas. Por ejemplo, al preguntarle cómo se describiría a sí mismo dijo: “De mediana estatura, blanco caucásico, ojos azules cargado de espaldas y escoliosis izquierda”. En cuanto a lo literario le preguntamos si cree que la poesía está en crisis y si le parece que es coto de una élite, a lo que nos respondió a la primera así: “La poesía jamás... Quizá los poetas y los poemas...”, y a la segunda respondió con otra pregunta: “¿Coto de caza?”.

Para Vidal “la vida se me acorta y no me da el tiempo para cubrirla intelectualmente”. Y es que este hombre declara que no separa su vida de su trabajo porque ambas son una sola cosa: “Soy artista las 24 horas del día y la vida es un arte”. La carrera de este hombre es realmente extensa y fructífera, ha participado en más de ochenta montajes teatrales en distintos roles o funciones; en cuarenta y seis como actor, en treinta y siete como director, el dieciséis como dramaturgo y esto es mirando por encima su currículum; en televisión ha trabajo en treinta y nueve programas (contando telenovelas, unitarios y miniseries); inolvidables en televisión son su “Chaquetón” en la telenovela Estefanía y la versión de El hombre de hierro, de Rufino Blanco Fombona, junto a Rebeca González, y esto es sólo parte de su trabajo en las artes escénicas, no entraremos en detalles en otros aspectos de sus labores profesionales pues jamás llegaría este artículo a su fin. Simplemente nos limitamos a entender que piense que el tiempo se acorta... ¡Ss que no sabemos cómo puede hacer tantas y tantas cosas! Los artistas se inspiran, motivan, desmotivan... Al hablar de esto hace gala de su humor ácido y dice: “A ese animal no lo conozco muy bien. La musa transpiradora es con la que más me he rozado”. Pero ya un poco más serio reconoce: “Todo lo que pasa por delante de mi nariz me motiva. Recordar que vengo del periodismo y todo es noticia”.

Otra muestra de su ácido humor fue la anécdota que nos contó: “Un día paseando por el Trastevere (Roma) se acerca una chica y me dice: ‘Hola, Javier, ¿cómo estás?, ¿qué haces por aquí?’ y yo le contesto: ‘Nada en especial, busco una pizza de flor de calabaza’ ”.

Pero al hablar de esa parte inasible del ser como son el amor y el lado místico, se torna más serio y profundo pero sin perder la ironía: “No soy místico ni he tenido levitaciones ni fantasmagorías proyectivas”, confiesa. “Creo en el espíritu como un intangible energético. Todo cuerpo, obra u objeto tienen un espíritu que como tal es netamente interpretativo. Cuando escribo una obra, alguien dice: ‘tiene el espíritu de Vidal’. Por ahí van los tiros”. En lo que respecta al amor comenta con simplicidad: “Soy muy malo describiendo. Me gustan más la narración y el diálogo. Sin embargo no voy a esquivar el bulto. El amor es la base sobre la cual construyes la alzada arquitectónica de tu vida. Se me hace muy difícil pensar en vivir sin amar y ser amado”.

Le gusta volver siempre a Manhattan y allí tomar un Dry Martini triple aceituna. Le gusta la música de los menores del Barroco prematuro, Mozart, Satie, The Beatles, Chavela Vargas, Serrat... Lo cual nos habla de algo de eclecticismo en su persona. De haber podido escoger ser otra cosa sería maestro de una escuela de provincia, una respuesta bastante romántica y soñadora —a mi modo particular de ver las cosas. Dice no tener ratos libres: “No tengo ratos libres. No sé qué es eso”. Su color favorito es el negro (uno de los poquísimos artistas que han dicho otro color que no es el azul); su pintor favorito es el gran surrealista Salvador Dalí y ya un poco más crudo al preguntarle qué parte de su cuerpo le agrada más y cuál menos nos lanzó: “Me gustaría tener el pene más grande... Pero ya para qué. Me gustan mis manos... Y las uso más que mi boca”. Sabrá él.

Un hombre que evidentemente se niega a mostrarse por completo, que se envuelve en un halo de misterio a través del cual podemos sólo entrever un atisbo de un ser humano complejo, denso, con una vida interior profunda y rica. Que tal vez nos muestra un pedacito de su ser en cada personaje que interpreta, como un pequeñito sello personal. Pero que como buen actor se esconde tras el rostro de cada personaje, porque el actor es todos los personajes y ninguno al mismo tiempo. Es como un médium que presta su cuerpo, su materia para que seres por lo habitual intangibles puedan comunicarse con los de este plano, puedan ser vistos y oídos. Un actor siempre es un ser muy especial, con una mágica capacidad de transformación y cambio, mas sin perder su esencia y su yo real.

Y con esa misma sombra de misterio y duda nos hace pensar en su compromiso social cuando dice: “¿Un dolor... de país, aunque me molestan más los de cabeza”.

Javier Vidal