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Boris KarloffFrankenstein cibernético

Todos hemos leído Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley, o visto su escenificación en la pantalla grande, todos sabemos más o menos de qué va la historia: el monstruo hecho a partir de pedazos de cadáveres que cobra vida a través de la electricidad para trasformarse en un horror viviente que al final infunde más piedad que censura.

Hoy en día hemos llegado a tan alto grado tecnológico que podemos crear otro tipo de vida, una vida que no se nutre de restos orgánicos propiamente dichos sino del pensamiento, de la mente humana creadora; todo empezó con el primer ordenador, o computadora, pero nadie se dio cuenta de nada porque hubiera parecido de ciencia-ficción; se podía llegar a pensar en que un venturoso día los ordenadores fueran inteligentes, dóciles robots al servicio de los humanos, esclavos complacientes y multiusos sin voluntad propia, bonito y perfecto, pero la criada les salió respondona, según el dicho castellano, y ahora se ha descubierto el peligro que encierra dotar a los ordenadores, no ya robots sobre dos piernas, de una inteligencia en constante evolución; nuestro Frankenstein cibernético está acercándose a su mayoría de edad y las sorpresas que nos ofrece no son precisamente agradables.

Un neurocientífico llamado Terrence Sjnowski ha llegado a la conclusión de que Internet está llegando a aventajar, con su capacidad de almacenaje, a la mente humana, y que la sobrepasará en el 2015, pero lo peor será que va a cobrar conciencia inteligente propia, trasformándose en algo poderosísimo y terriblemente peligroso, ya que su evolución se parece más a la biológica que a la mecánica. Y si el cerebro no alcanza, la máquina le suplirá con lo que eso conlleva, es decir, una nueva forma de vida totalmente ajena a la nuestra, e independiente.

¿Frankenstein cibernético?, posiblemente pero sin el menor interés en querer imitarnos, sino que habiéndose aprovechado de nuestra tutela y conocimientos, en efecto un moderno Prometeo, podrá llegar a utilizarlas por cuenta propia, aunque la pregunta es, ¿a beneficio de qué mundo incógnito?

Debemos tener muy presente que el PC no es humano aunque sus maestros sí lo sean, entonces el género de vida que pudiera desarrollar sería muy diferente al que conocemos, híbrido monstruoso entre el hombre y la máquina. ¿Podría esto conducirle a la locura cibernética, o, por el contrario, salvarse de ello generando una fuerte e inhumana personalidad?

Arthur C. Clarke escribió hace tiempo un relato en el cual el teléfono se hacía dueño de nuestro planeta, y no con muy buenas intenciones, al extenderse su red de comunicación por toda la Tierra, y si digo teléfono a él pura y exclusivamente me refiero, no a Internet, pero como los científicos/escritores son los nuevos profetas, nada tiene de extraño que a Clarke se le ocurriese tal argumento.

Con semejantes premisas no es de extrañar que ese futuro que nos aguarda sea altamente tecnológico y fuera de toda concepción imaginable, porque hemos de tener en cuenta que nuestras prioridades se rigen por unas leyes bien definidas; nacemos, crecemos, estudiamos, nos reproducimos con amor o sin él, trabajamos, envejecemos, morimos, y en el entretanto luchas profesionales, guerras, enfermedades, son consecuencia; no hay más: los ordenadores carecen de semejantes estímulos, su medio reproductivo puede ser muy diferente y desde luego no depende del sistema hormonal, primera y grandísima diferencia, la segunda su forma de alimentación que nada tiene que ver con la nuestra, entonces, ¿cuáles pueden ser las ambiciones de un ordenador, hoy por hoy conectado a la red, sus sueños, sus intrigas, sus guerras, si es que las hubiera?

Siempre tendemos a que los demás, los que son alíenos a nosotros, vivan acordes a nuestros esquemas y manera de entender la vida, y que además posean un aspecto corpóreo leve, o fuertemente, humanoide, como si no pudieran existir otras formas de existencia mental y física.

Imaginemos un mundo en el que las piedras pensasen de manera inteligente y cuya primacía no consistiera en el desplazamiento continuo porque su idiosincrasia fuese distinta; podría darse, mas, ¿estamos capacitados para asimilarlo?

El ser humano adolece de una gran vanidad al creerse el centro del universo y lo más perfecto creado; seamos humildes; reconozcamos que no podemos estar solos en el cosmos y que las formas de vida pueden ser múltiples y no necesariamente iguales o parecidas, a la nuestra.

Por tanto, una forma de vida cibernética podría tener objetivos tan diametralmente opuestos a todo lo conocido hasta ahora por la especie humana, que produce escalofrío el suponerlo.

Otra cosa digna de tener en consideración: “eso” carecerá de los mismos sentimientos que nosotros, no conocerá el amor, la compasión... ni el odio, la envidia, la venganza o la cólera, porque será frío, matemático, como lo es la misma naturaleza; un terremoto, un tornado, un tsunami, un incendio causado por un rayo, no son malvados; son, existen, y no obran como mensajeros de los dioses para vengar o premiar, son hechos que acaecen, sin más.

Luego, esa vida nueva y desconocida puede ser tan ajena a nuestro planeta que su establecimiento genere una cultura o civilización, o lo que sea, tan alejada de nosotros, de cualquier especie viva de la Tierra, que ni en nuestros más delirantes sueños seamos, o fuésemos, capaces de comprenderla, y desde luego no creo que los humanos tengamos trato de favor en ella porque este particular Adán no estará hecho a nuestra imagen y semejanza.