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Plutón raptando a Perséfone, por Gian Lorenzo BerniniPlutón llamado ahora el planeta enano

No es aconsejable ridiculizar a los dioses degradándoles de categoría, porque si la risa de los mismos era temible en la antigüedad, su ira, y su venganza, no presagiaban nada bueno, o si no que se lo pregunten a los sufridos habitantes de Troya, a quienes Paris, sobornado por Afrodita en el litigio de la manzana de oro que llevaba grabado: A la más hermosa, metió en una guerra tan inesperada como inmerecida, sólo porque Hera y Atenea quedaron postergadas en la adjudicación del premio; Hera le había prometido riquezas, Atenea la gloria de las armas, pero Afrodita, mucho más astuta, “solamente” le ofreció a la mujer más hermosa de su tiempo, y Paris, como es lógico no dudó ni un segundo. El resto ya lo sabemos.

Pues bien, en esta ocasión Plutón, señor del mundo subterráneo al que presta su nombre griego, más conocido como Hades, y que se divide en dos partes, el Elíseo y el Tártaro, ha sido vejado en gran manera y será cosa de llevarse las manos a la cabeza por ello, ya que, señores, con los antiguos dioses pasa como con las meigas, que nadie cree en ellos, pero haberlos haylos. ¿De qué manera?, indudablemente a la suya, o sea con hechos y no con palabrería, ¿una muestra?, puedo ofrecer tres sumamente curiosas y muy ilustrativas, pero antes hablemos de nuestro pobre planeta Plutón que ha dejado de ser el noveno planeta por decreto, hasta el momento presente al menos, de los astrónomos. Estos sesudos caballeros, después de muchas deliberaciones, dimes y diretes que les llevaron primero a engrandecer nuestro sistema solar con 12 planetas, basándose en aquello de que planeta es todo cuerpo celeste que gira alrededor de una estrella, ahora, han cambiado de opinión, y luego se dice que las mujeres somos volubles, anunciando sonoramente que de doce planetas nada, que con ocho ya tenemos más que suficientes. O sea que Ceres, un asteroide sin demasiadas pretensiones —yo nunca le hubiera votado como planeta y no creo que la diosa se me ofenda por ello—, fuera, Plutón ídem por ser enano, lo de enano lo dicen los sabios, y el desconcertante novatillo 2003 UB313, al que alguien tuvo el buen juicio de dar un nombre menos numerológico y más pronunciable: Xena, con reminiscencias de cómic, tres cuartos de lo mismo.

Bueno, pues así estamos, con Plutón destronado, y como las gasta el hermano pequeño de Zeus, me estremezco al pensar qué es lo que va a pasar ahora porque una cosa semejante nunca había sucedido.

¿Nadie se ha dado cuenta de que no es sólo una cuestión de cantidad sino de calidad?; por esta sencilla regla de tres, nuestro sistema solar se convertiría en el de los cuatro planetas, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, ya que son lo suficientemente enormes como para justificar la calificación de planetas, y los demás cero a la izquierda, puesto que ninguno, incluyendo a nuestra vanidosa Tierra, tendríamos esa categoría.

La calidad plutoniana no se encierra en su tamaño, con un satélite, Caronte, mucho más grande que él, sino en lo que representa simbólicamente hablando. Veámoslo pues.

En la antigüedad se llegó hasta Saturno y non plus ultra, pero los siglos se sucedieron, se adelantó tecnológicamente hablando, hoy podrá dar risa aquel avance pero en su momento fue trascendente, y llegamos al siglo XVIII, un siglo decisivo en la historia de la humanidad, en el cual el astrónomo francés Pierre Lemonnier avistó a Urano al menos doce veces, pero no llegó a definirlo, por tanto el descubrimiento oficial tuvo lugar el 26 de abril de 1781 y vino de la mano de William Hershel que era un aficionado a la astronomía, músico de profesión.

A Urano se le llama el planeta de las revoluciones porque astrológicamente hablando —ya sé que esta desviación no va a gustar a muchos pero las influencias son comprobables y siempre fascinantes—, “trajo” la Revolución Francesa al coincidir con ella.

Neptuno, por su parte, descubierto el 23 de septiembre de 1846 por Gottfried Galle y el estudiante Louis d’Arrest, basándose en las investigaciones realizadas por Le Verrier, inauguró una época en la cual las ciencias ocultas empezaron a tomar un auge casi reconocido oficialmente. ¿Qué hubo mucho fraude?, es innegable, pero ello entra dentro de la brumosa idiosincrasia neptuniana.

Y ahora llegamos al planeta Plutón, supuesto teórico por Percival Lowell y descubierto oficialmente el 12 de marzo de 1930 por Clyde Tombaugh. Primero se le llamó el planeta X, luego se hizo una convocatoria mundial para encontrarle un nombre y finalmente se le otorgó el de Plutón para respetar la nomenclatura mitológica; una buena costumbre hoy en desuso.

¿Qué trajo Plutón?, bueno, pues Plutón, el planeta, nos trajo el desarrollo de la energía atómica. Menudo regalito, ¿verdad?

Tal es su simbología astrológica, como la tienen Neptuno y Urano, y no vamos a meternos ahora en polémica sobre si se trata de una especulación más bien supersticiosa que científica; como curiosidad es interesante, como rareza aun más, y como realidad a los hechos me remito. ¿Casualidades?, puede ser, ni quito ni pongo, ahí están los tres con su historial, y Plutón, en particular, me imagino que bastante enfurecido con su descalificación.

¡Zeus nos asista!