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George du MaurierGeorge du Maurier

Me gustaría contar una historia dedicándosela a muchos escritores impacientes que creen que sólo en la juventud se puede conseguir algo en el mundo de la literatura, de escritores que además siguen creyendo que hay que tener una extensa obra para ser considerados como grandes autores, cuando un gran autor puede serlo con una única novela, Emily Brontë o Margaret Mitchell, por ejemplo, citando dos casos universalmente famosos.

La historia que quiero relatar tiene que ver con un caballero, que por más señas iba para pintor pero, al perder la visión de un ojo, se quedó en dibujante e ilustrador —aparte de caricaturista de Punch—, quien tuvo muchos amigos entre pintores y escritores y que al llegar a los 56 años escribió la primera de sus tres novelas, Peter Ibbetson, a la que luego seguiría Trilby y por último la que iba a ser su obra póstuma El marciano.

Habida cuenta de que el caballero en cuestión despertó bastante tarde a la literatura —no viéndose empujado a ello por ansias de dinero o notoriedad, que conste—, asombra y maravilla que cuando se decidiera escribiese tres obras maestras dotadas de una desbordante originalidad para su época.

Lo anecdótico del caso es que el argumento de Trilby intentara brindarlo al mismo Henry James, cierta noche que ambos paseaban por las calles de Londres. James opinó que no iba con su estilo sugiriéndole qué por qué no lo desarrollaba el propio Du Maurier, y este fue el origen del nacimiento de una tan brillante como breve carrera literaria, que en contra de lo que ha sucedido con otros muchos novelistas, no por llegar tarde y ser muy corta, le regateó satisfacciones al novel escritor, tantas, que no se lo podía creer ni él mismo.

Peter Ibbetson (1891), sorprendió gratamente, pero Trilby (1894) resultó lo nunca visto, según dicen el primer best-seller de la época moderna a finales del siglo XIX, su éxito fue tan inmediato y fulminante que llegó a crear incluso modas, vestidos, sombreros, helados, salsas, jamón, todo era Trilby, y su popularidad incluso se extendió hasta principios del XX al llevarla el cine mudo a la pantalla bajo el título de Svengali, habiendo luego otra adaptación cinematográfica.

Svengali es el famoso hipnotizador que subyuga mentalmente a una muchacha y la convierte en cantante de ópera dándose la curiosa circunstancia de que ella ni tiene voz para cantar ni mucho menos oído. Él fallece y Trilby poco después también, porque era una especie de autómata en sus manos.

Así, destrozado el argumento, poco favor se le hace a la obra, a lo bien escrita que está y al encanto con el que describe la vida de la inocente, al menos en su novela, bohemia parisina. Choca el comprobar que sus descripciones tienen mucho de pictóricas, y también, que sin ser un profesional en estos menesteres sepa escribir tan bien y de una manera que se desmarca de la forma de hacer acostumbrada entonces; más que una obra de imaginación parece una autobiografía encubierta, lo que es en parte verdad ya que muchos de sus recuerdos juveniles se hallan transcritos en casi todo el libro, por cierto ilustrado por él mismo, si quitamos, como es lógico, la fantástica aventura de Trilby dominada por una mente poderosa, y que sin embargo, encierra un punto de verdad ya que Svengali es la recreación literaria de un buen amigo de Du Maurier, el músico, e hipnotizador aficionado, Félix Moscheles.

Yo no he leído Peter Ibbetson pero hace unos años, en una sesión nocturna televisiva en la que reponían películas muy antiguas, vi una sorprendente sacada de esa novela y me desconcertó por lo inusual de su tema; si la película es fiel a la novela ésta debería contar la historia de un joven, jovencísimo Gary Cooper en el filme, que se enamora de una bella muchacha, y todo podría haber ido bien si él no hubiese sufrido un accidente que le deja tetrapléjico. Confinado en una cama y sin poder comunicarse personalmente con ella, los amantes se reúnen en sueños llevando una vida paralela en su imaginación... Bueno, el desenlace es como cabe suponerse, o sea, todo menos alegre, pero no se puede negar que el tema es bastante insólito.

Tampoco he leído El marciano, publicada en 1898 —su autor había fallecido dos años antes—, ni tan siquiera estaba enterada de su existencia, pero por lo que sé, que no es mucho, tampoco el tema se aparta demasiado del asunto de la abducción mental, al ser poseído el protagonista por un habitante de Marte.

En cuanto a Trilby —que ésta sí he leído y recientemente—, ya he dicho todo cuanto puede decirse, lo único que me falta es insistir en lo extraordinario de la corta carrera como escritor de George du Maurier, quien aseguraba que tenía miles de argumentos por desarrollar, la lástima es que empezase tan tarde a escribir, exactamente su labor duró apenas seis años, ahora bien, el autor de la famosa Trilby se fue pero dejó un eslabón en el tiempo: su nieta Daphne du Maurier quien sí dispuso del necesario para desarrollar muchas y excelentes novelas.

Digno de mención antes de concluir, es recordar la honestidad de sus editores, que habiéndole ofrecido un royalty sobre Trilby y negándose él a aceptarlo, en vista del éxito económico que reportó la novela, se lo dieron de todas maneras a cada una de las sucesivas ediciones, lo que convirtió a George du Maurier en un hombre muy rico.