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35conan.htm">Sir Arthur Conan DoyleSir Arthur Conan Doyle o la dualidad

Arthur Conan Doyle nació el 22 de mayo de 1859, consecuentemente era géminis, y que ahora nadie se me rasgue las vestiduras por lo que voy a escribir a continuación ya que a los hechos comprobables me remito.

Todos sabemos, o al menos deberíamos saber, que el signo de Géminis, los gemelos, es doble, y esa dualidad también suelen tenerla las personas que pertenecen a este signo zodiacal —o reciben sus influencias—, dos personalidades a lo largo de la vida y todo por partida doble. ¿En qué afecta esto al escritor escocés?

Cuando uno es novelista sufre curiosos desdoblamientos de personalidad que se reflejan en sus obras, eso lo sabemos todos los autores, pero en el caso de los escritores géminis esta particularidad se hace más patente, y en Conan Doyle el primer y más notorio desdoblamiento lo tenemos en sus celebérrimos personajes: Holmes y Watson, el segundo en el cambio radical que sufrió su vida, y su manera de pensar, a raíz de la muerte de su hijo mayor Kingsley de resultas de su participación en la Guerra Europea; de eso hablaré después.

Sherlok Holmes y el doctor Watson, tan opuestos de temperamento y aspecto, Holmes nervioso, inquieto, investigador, hombre de acción, delgado, de facciones angulosas y Watson pasivo, bajito y regordete, de faz bonachona y eterno cronista de su amigo, personifican la cara y la cruz de la moneda. Luego hay un detalle que no debe pasársenos por alto, la simpatía que en Conan Doyle despertaba el doctor, muy parecido a él físicamente (e incluso en lo profesional ya que Conan Doyle fue médico; otro detalle: primero fue oftalmólogo y como tal se ganaba la vida, después novelista), y la animadversión que le producía su detective.

Se dice que Holmes no es ni más ni menos que la recreación de un profesor suyo al que sir Arthur aborrecía con toda su alma... y al que, sin embargo convirtió en un héroe de novela que sigue siendo admirado en la actualidad. Si lo odiaba, ¿por qué lo transformó en el protagonista de toda una serie de relatos, acaso subconscientemente se sentía subyugado por Sherlock Holmes y lo que en realidad hubiera querido es ser como él? A veces parece que odiamos aquello que en realidad amamos aunque no nos demos cuenta, o no queramos admitirlo.

Conan Doyle tenía la agudeza mental y la capacidad de análisis de su criatura, poseía una fría lógica y sus argumentos detectivescos así lo demuestran. “Era” Sherlock Holmes... pero también “era” el doctor Watson, vuelvo a repetir la otra cara de la moneda y la más querida por él.

Se han pretendido ver alegorías de Don Quijote y Sancho en Holmes y Watson, y también en astrología se simboliza el binomio caballero de la triste figura y su escudero Sancho con el centauro de Sagitario, mitad animal mitad persona, y no es por nada, pero Sagitario es el opuesto de Géminis, complementándose ambos al tiempo que se atraen y se rechazan.

Tal vez el “yo” aventurero y de hombre de acción, tan lejano del pasivo doctor Watson que en parte era sir Arthur como novelista, afloró en su inconsciente al escribir las aventuras del profesor Challenger en El mundo perdido. Otro personaje en las antipodas de Holmes, mas que por sí mismo podía haber dado pábulo a toda una serie de relatos si Conan Doyle se hubiese dejado tentar.

La segunda parte de la historia la tenemos en la conversión radical del escritor al espiritismo a consecuencia del trauma que le supuso la muerte de su hijo, pero no fue sólo eso, sino también su decidida participación en el affaire de las hadas lo que hizo que peligrase seriamente su credibilidad ante un público que hasta el momento le había admirado sin cortapisas.

Y no es de extrañar ya que el padre del detective frío, meticuloso, detallista y muy racional, se convirtió de la noche a la mañana, con un famoso artículo en el Strand Magazine, en el defensor a ultranza de dos niñas que decían haber fotografiado hadas en el jardín de la casa de una de ellas, fotografías que luego resultaron ser trucadas, con el consiguiente descrédito (pasajero), de tan brillante novelista, quien siempre creyó de buena fe en su autenticidad —aunque en un principio tuviera sus dudas, todo hay que reconocerlo—, hasta el punto de que su convicción le llevó a escribir, en 1922, El regreso de las hadas, por otra parte un libro delicioso, y referente a los temas espirituales, publicó en 1926 una Historia del espiritismo.

Incluso su interés por la fenomenología paranormal, le hizo abrir en Londres, el año 1925, una librería psíquica, describiendo en 1930 sus propias experiencias personales dentro de ese terreno en el libro El borde de lo desconocido.

No cabe duda de que, de éstos menesteres, el detective consultor Sherlock Holmes se hallaba ya muy lejos.