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Ilustración: The Palma CollectionEl universo de los cuentos infantiles visto por los adultos

Es algo que no deja de sorprenderme el comprobar muy a menudo, vía Internet, cómo en numerosos foros los adultos hablan sesudamente de cómo hay que educar a los niños a través de los cuentos infantiles, y lo curioso del caso es que da la sensación de que ellos nunca lo fueron, chiquillos quiero decir, por la manera que se expresan, que nunca lo fueron... o que lo han olvidado.

Esto último me parece más correcto dado su manera de comentar el tema. Yo, que no soy docente educadora, tal vez por eso, recuerdo mi infancia perfectamente y sé lo que me gustaba y lo que no, y lo que me compraba para leer un hermano de mi padre, tío Miguel, que fue quien llenó mi infancia de cuentos y narraciones fantásticas, era acertado siempre, y él no era docente.

Uno de los recuerdos más nítidos de aquella ya demasiado lejana época, es el de una mañana de Reyes, el seis de enero, en el que mi tío me puso entre las manos el cuento de Caperucita Roja publicado por Editorial Molino e ilustrado de forma maravillosa por Emilio Freixas, un gran dibujante catalán.

Afortunadamente conservo el cuento y cada vez que contemplo su portada regreso a aquel instante mágico e imborrable que no se puede describir con palabras... y eso que el cuento reproducía la versión de Perrault y todo acababa muy mal.

En mi infancia me leyeron, o leí, toda clase de cuentos, siempre tradicionales, y tengo de todos ellos un recuerdo muy agradable, ¿por qué entonces, ahora, esos cuentos son mirados como si no se reconocieran por estos mismos docentes que un día tal vez fueran niños pero que ya lo han olvidado?

Cierto que hubo historietas no tan amables, mas éstas pertenecen al trastero de mi memoria, mientras que las que permanecen son aquellas cuyas ilustraciones eran preciosas, ya que el 50% del éxito de una narración infantil radica precisamente en eso, en cómo te entra por los ojos.

Yo no he olvidado todos aquellos cuentos y a la hora de regalarle a un niño este tipo de literatura no tengo dudas ni vacilaciones, sé que es lo que debo comprar... pero los docentes no y así se enzarzan en largos diálogos escritos que me sorprenden totalmente. Primero se preguntan entre sí, con reflexiones casi filosóficas, que qué es aquello que pueda gustarle a un niño porque no lo saben, y eso, para mí, resulta desconcertante, ¿cómo es posible que no recuerden lo que a ellos les gustaba a esas edades, o es que no les gustaba nada?

Y hay más, después de no saber, se ponen a recomendar libros que ellos nunca leyeron en su infancia porque se han escrito posteriormente, y los alaban, cuando un adulto no es quién para juzgar el interés de un cuento infantil; eso se halla reservado a los niños. Recordemos pues la anécdota referente a Harry Potter, que asegura que fue la hijita del editor quien leyendo el primer original, exclamó al final de la lectura: ¡quiero más!

Los niños no son tontos y tienen un perfecto derecho a opinar acerca de aquello que les guste, ¿por qué no les preguntan entonces?, ¿por qué tanta disquisición erudita para no llegar a ninguna parte?... O acercarse a una a todas luces peor: el cuento relamido y cursi con el que se pretende encauzar la tierna mente infantil.