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Edgar Allan Poe cumple 200 años

“El cuervo”, por Édouard Manet

Edgar Allan Poe vino al mundo el 19 de enero de 1809 en Boston, y su vida recuerda una novela de Charles Dickens. Nace de progenitores comediantes. Su padre renuncia a una posición acomodada, era de buena familia y abogado, dejándolo todo por el amor de Elisabeth Arnold, actriz inglesa, y se une a la farándula sin poseer un especial talento histriónico.

Después de un comienzo entre bambalinas, la madre gestante no dejó de actuar mientras duró el embarazo, Poe vivió una infancia muy poco alegre, Elisabeth y su marido murieron muy jóvenes de tuberculosis y con el intervalo de escasos meses, el pequeño Edgar se encuentra pues solo, su hermano mayor es recogido por los abuelos maternos, su hermanita pequeña, retrasada mental, es adoptada por una familia escocesa, y él a su vez por el acaudalado Mr. Allan, de quien heredó el apellido. Esa es la segunda etapa feliz de su vida que él echa a rodar, a causa de su carácter, rompiendo con su padre adoptivo.

Entonces, su existencia vióse truncada de nuevo dando comienzo una vida amarga que ya, nunca más, volvería a ser feliz... si obviamos el breve interludio de noviazgo y matrimonio con su prima Virginia.

Yo creo que si los escritores hubiéramos de tener un patrón, habría de ser él, ya que los requisitos concurren de sobra en su persona; una vida desdichada aunque sin final edificante porque aunque mártir nunca fue santo por el simple hecho de que jamás se arrepintió, ¿por qué lo iba a hacer si estaba enfermo, con la mente confundida por el alcohol? Las penurias y las angustias que vivió durante sus escasos cuarenta años nos lo convierten con todo derecho en el patrón idóneo de la mayoría de los escritores ya que muchos son los llamados y muy pocos los elegidos.

Inmensas legiones de seres humanos escriben diariamente sin pausa soñando con alcanzar la gloria de las letras, sueñan, sufren y padecen siendo esto lo único que sacarán en limpio a lo largo de toda una vida de esperanzas frustradas, aunque tal vez un día, algunos, ya no en este mundo, consigan póstumamente esa gloria tan ardientemente invocada y que en Poe se tradujo en esta frase: ¡La gloria, ah, la gloria, la gloria es la sangre de la vida!

Y yo me pregunto, ¿se enteran esos muertos allá en sus reinos de ultratumba de que alcanzaron a ser famosos y sus méritos reconocidos como ellos soñaban, lo sabe por ejemplo Herman Melville que murió con la tristeza de verse prácticamente ignorado por sus contemporáneos, o Emily Dickinson, poetisa desconocida hasta años después de su fallecimiento?, ¿y otra Emily, la Brontë, que nunca llegó a saber el brillante destino que le esperaban a su nombre y a su novela, y así tantos y tantos, entre ellos uno de los más recientes, el español Alberto Méndez, autor de Los girasoles ciegos?

Edgar Allan Poe, el hombre que creó una forma nueva, que hizo escuela, de describir el terror, que fue uno de los padres de la moderna novela policíaca y al que ahora se le aclama por doquier, fue viendo cómo todos sus proyectos naufragaban uno tras otro sin remedio, el más caro para él la fundación de una revista que, pese a numerosos intentos, nunca llegó a buen término. Bien es verdad que escribió para la prensa, ejerciendo incluso de crítico, que publicó sus famosos relatos y novelas cortas, sus poemas, siendo uno de ellos, El cuervo, y no precisamente el que Poe prefería, quien le valiera un fugaz reconocimiento a su talento entre los lectores, pero todo eso fue muy poco para un hombre que, mereciendo por su genio mejor destino, pasó hambre, frío y miseria vergonzante, teniendo que ser socorrido en numerosas ocasiones por la caridad de sus amigos.

Poe está muerto, fallece el 7 de octubre de 1849 en el Washington College Hospital de Baltimore, en pleno ataque de delirium tremens, luego de haber sido recogido de las calles cuatro días antes, y semanas después de escribir la que es su obra póstuma, el poema Annabel Lee, pero no va a dejar de ejercer una poderosa influencia en generaciones venideras de novelistas sobradamente conocidos: Conan Doyle inspirándose en personajes suyos para su binomio Holmes-Watson, Edgar Rice Burroughs, por desconcertante que parezca, en una de sus novelas marcianas, se trata de un breve fragmento pero muy revelador, y Vladimir Nabokov cuya Lolita le rinde un nada encubierto homenaje.

It was many and many a year ago,
In a kingdom by the sea...