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Libro más video igual vook

Vook

Volvemos al viejo dicho de nuestros abuelos, no por repetido menos cierto: hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad, cosa que no deja de ser cierta y si no, ahí va la muestra, el nuevo invento: el vook.

¿Que qué es el vook?; para quien no lo sepa todavía, una fórmula que aúna libro y video y que convierte el ya tradicional e-book en un híbrido de letra e imagen; es decir, tú vas leyendo y de vez en cuando saltan dos minutos de imagen para describir, o mejor subrayar, un pasaje de la novela. El invento es producto de Simon and Schuster y ya ha salido al mercado en EEUU siendo muy bien acogido. Supongo que tardará un poquito en llegar a España.

Hasta aquí todo perfecto tecnológicamente hablando, pero...

Pero en mi opinión, y de cara al lector, es hacerle un flaco favor a la literatura. Me explico.

El libro leído, esa perfecta comunión entre lector y obra, se rompe con esta novedad electrónica; el cerebro debe imaginar, debe crear imágenes a medida que va leyendo, es una buena gimnasia mental y sumamente recomendable, sobre todo para los más jóvenes. Ya sé que puede aducirse que bien se ilustraban los libros en la antigüedad, y es cierto, pero aun y así hacían trabajar a la masa gris y ello la favorecía. En cambio, videos con escenas o paisajes ligados a la novela hacen que nuestra mente se convierta en perezosa, y no hablo por hablar, sé perfectamente lo que me digo.

Hace años, en conversaciones con jovencit@s, en algunos casos hasta críos, todos coincidieron en que les gustaban más las películas, los telefilmes, que leerse una novela, “porque eso era cansado y resultaba mucho más cómodo verlo que leer teniendo que imaginarlo todo”.

Esos adolescentes, o preadolescentes, se desarrollaron físicamente, pero su cerebro, poco habituado al pensamiento creativo, se anquilosó en este sentido. Es lo mismo que sucede con los niños pequeños de hoy en día a los que se regalan los más sofisticados juguetes en los que todo se da elaborado. Comparémoslos con los niños de antaño quienes con una caja de zapatos vacía se montaban un camión para jugar, o un castillo con latas inservibles de bebidas, o aguerridos ejércitos con piedras de diferentes tamaños, o cabalgaban al trote en una desvencijada silla de madera y con un sombrero de papel de periódico en la cabeza creyéndose cowboys o Dios sabe qué, mientras ellas, las niñas, se montaban igualmente una casa de muñecas con cajas de cartón que convertían en mansión de recortables o de súper baratas muñequitas de narices melladas y cabellos de estopa medio arrancados... Y unos y otras eran felices porque inventaban historias, creaban personajes, imaginaban pequeños mundos...

La facultad del niñ@ para soñar es ilimitada; yo recuerdo que en mi infancia mi tío Miguel me regaló, en cierta ocasión, una colección de castillos y casas en papel para recortar y armar y yo fui muy feliz haciéndolo, y puedo asegurar que mientras trabajaba en ello me trasladaba a la Edad Media, a las antiguas granjas, a los palacetes modernistas, y al acabar mi tarea regresaba a la tierra tan contenta como si hubiera hecho esos viajes en realidad, eso sí, con algún que otro corte en los dedos y la goma de pegar hasta en el pelo.

En la actualidad, los únicos que soñamos somos los escritores, los novelistas, y describimos para que los otros imaginen leyendo, no viendo... Ver imágenes móviles entre letras, un lindo divertimento para perezosos lectores del siglo XXI.

Llamadme anticuada, pero siempre me quedaré con el fuego ardiendo en la chimenea en una tarde invernal, los niños desperdigados por la alfombra y el abuelo leyendo viejos cuentos en un libro grandote y mucho más viejo que él.