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Harper Lee y James Matthew Barrie

Harper Lee y James Matthew Barrie

Las damas primero en esta doble conmemoración.

Me explico:

Este año se cumple el 150 aniversario del nacimiento de James M. Barrie, el autor de Peter Pan, y los primeros 50 años de la publicación de Matar un ruiseñor, de Harper Lee, una novelista, pese a su nombre, que conduce al equívoco siempre, al menos en los países no angloparlantes.

Así fue por mi parte hace muchos años, cuando leí la novela; creí de buena fe que Harper Lee era un hombre y la confusión duró hasta hará una década, entonces descubrí con sorpresa que H.L. se trataba de una mujer, pero la segunda incógnita, ¿cuántos libros había escrito?, se desvaneció hace poco menos de dos años al enterarme por casualidad de que Matar un ruiseñor era su única obra.

Cuando yo leí esa novela Internet no existía, y al existir ni se me ocurrió preguntárselo, habiendo asumido ya, tiempo tuve, que el desconocido autor posiblemente hubiera muerto joven, así pues continué en mi ignorancia por razones obvias.

Al descubrir que era una mujer me enteré de que había sido amiga de la infancia de Truman Capote (de hecho el niño sabiondo, uno de los protagonistas de su obra, era el retrato de Capote), y creí deducir que mucho había allí de los tiempos infantiles de ambos, y al saber recientemente que se trataba de una única novela, comprendí que no podía ser de otra manera.

Hay autores de una sola novela aunque hayan escrito más de cien, porque siempre repiten el tema aunque enfocado desde perspectivas diferentes y esto gusta al público, es aquella repetición que de niños nos encantaba, pero existen autores que no pueden repetirse so pena de defraudar al lector, por ejemplo, Choderlos de Laclos pensaba escribir una continuación de Las amistades peligrosas en versión positiva titulada Las amistades felices, cosa que afortunadamente no llevó a término, ¿y qué hubiera sido de Cumbres borrascosas si Emily Brontë llega a escribir otra novela? Hay argumentos que nacen con tanta fuerza que no necesitan una repetición disfrazada.

Harper Lee no tenía por qué repetirse y no lo hizo, dicen que la bloqueó su propio éxito, yo no lo creo, debió ser el miedo a no volver a hacer una obra maestra como la primera, no estar a la altura de su propio talento volviendo a copiarse, y la aplaudo, además, si hubiera escrito sobre otros temas posiblemente el público, siempre tan voluble, le hubiese dado la espalda, llegando entonces hasta empañarse su triunfo inicial.

Ahora bien, Harper Lee sin proponérselo ha creado escuela, un rastro que yo encontré en la exquisita novela de Alice Sebold, The Lovely Bones, en castellano Desde mi cielo. Por si la traducción del título desorienta a muchos diré que el argumento trata de la violación y asesinato de una adolescente que, desde el otro mundo, relata su historia.

Apenas la comencé a leer me vino a la mente Matar un ruiseñor, y luego encontré alusiones a su autora. No es que los temas se parezcan ni en su desarrollo ni desenlace, pero existe el peso de una huella indiscutible y muy bien tratada.

No hace mucho se ha homenajeado el cincuentenario de Matar un ruiseñor, pero su autora, de 84 años, no ha asistido, ignoro si su salud se lo impedía, pero de todas formas hay que respetar esa decisión y felicitar a la novelista en el cumpleaños de sus criaturas, esos niños que, como Peter Pan, nunca crecerán porque jamás abandonarán la infancia.

James Matthew Barrie, pese a envejecer físicamente nunca dejó de ser un niño que halló una vía de escape en el personaje por él creado, y no deja de tener su aquel el que a los cien años de haber nacido Barrie, Harper Lee publicara su famosa novela, una coincidencia curiosa y muy literaria.

La novela de la escritora nos habla de un mundo infantil en contacto con el de los mayores a través de su propia óptica, en cambio Peter Pan o el niño que no quería crecer, obra de teatro, y Peter Pan y Wendy, novela, son todo lo contrario: el escondite de un autor que huye de sí mismo y de su mundo de adulto, que quema simbólicas naves y corta amarras en un intento desesperado de volver a la infancia, ese país maravilloso de Nunca-Jamás.

Harper Lee escribió un solo libro, Barrie escribió 38 obras de teatro y 14 novelas, amén de una biografía de su madre, pero a los efectos ambos son autores de un gran y sonado éxito que los señaliza e identifica.

Si Harper Lee recrea el ambiente sureño en el que creció y en él desarrolla su obra, James M. Barrie imagina un mundo en el cual su principal protagonista nunca envejecerá y prácticamente será inmortal, ese héroe infantil, intento desesperado de que su hermano David resucite o su muerte prematura a los 13 años no sea más que un mal sueño, la pesadilla que hizo que su madre, Margaret Ogilvy, se obsesionara con el hijo fallecido en detrimento y abandono afectivo del vivo que acabó convirtiendo a una niña de ficción, Wendy, en “madrecita” de los niños perdidos de su cuento, los niños que caen de los cochecitos en los Jardines de Kensington y nadie reclama.

Dos vidas, dos aniversarios, dos obras maestras.