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El otro lado del espejoEl otro lado del espejo

Si eres escritor primerizo, o escritor no tan primerizo pero como si lo fueras porque todavía no has conseguido nada positivo después de toda una vida de esfuerzo sin alcanzar el resultado que soñabas, no te desesperes; hubo grandes talentos que ni se enteraron, Kafka por ejemplo (aunque él nunca aspiró al triunfo, al menos que se sepa).

Me estoy refiriendo concretamente a aquellos que conocieron el éxito más esplendoroso, la idolatría de las multitudes, que llegaron a ganar mucho dinero, y un día, no diré bueno precisamente, se encontraron de la noche a la mañana, con que las editoriales les dieron la espalda porque su público dejó de admirarles. ¿El motivo?, nunca se sabe a ciencia cierta cuando el amor se transforma en odio o indiferencia. ¿De qué se puede acusar a un novelista que defrauda a sus lectores, de traición por eliminar, no puedo decir “asesinar” porque sería exagerado, a un personaje adorado hasta lo inconcebible, o por cambiar de pronto la temática de sus argumentos, o por hartarse de escribir, porque se le agoten las ideas de repente? Misterio, misterio y misterio, pero esa otra cara de la luna viene a ser, ni más ni menos, el otro lado del espejo, aquel en el que entró Alicia y todo estaba del revés. Pues bien, este mundo increíble existe en el flotante universo de la literatura, la máscara del desconsuelo y la máscara de la alegría van unidas en un carrusel que gira sin cesar y el que hoy llora mañana puede reír, pero el que hoy ríe y mañana llora jamás recobrará la sonrisa, y eso es mucho más triste todavía, estar en la cumbre y verse arrojado al abismo sin que nadie llore por ti y encima te vuelvan la espalda con la mayor frialdad. Eso sí que debe ser traumático.

Yo conozco casos de escritores de éxito, con presentaciones de libros made in Hollywood, que un día aciago despertaron de su ensueño al irles bajando las ventas progresivamente y con ellas los halagos editoriales, alfombra roja, limusina a la puerta, y etc., no quedando nada de nada.

En estas derrotas hay nombres propios muy conocidos, pero que no voy a descubrir por respeto hacia el árbol caído o en caída libre ya. Concretamente me vienen dos a la memoria.

Autores que en su momento conocieron las mieles de colas multitudinarias que esperaban pacientes su turno para obtener el codiciado autógrafo, y a quienes la avaricia editorial, tenían en su poder a la gallina de los huevos de oro, se encargó de conducir al naufragio más que a puerto seguro, porque no hay cosa más peligrosa para un novelista de éxito que el dejarse manipular por los intereses comerciales de la empresa editorial que sólo sabe de números pero muy poco de la imaginación creativa de un autor; escribir una novela no es confeccionar un traje por encargo; si tal obra vende su autor está obligado a plagiarse de por vida con el resultado catastrófico que surge de esta clase de libros hechos bajo imperativo, también puede verse empujado a escribir un volumen quilométrico porque el editor desea aumentar el precio del mismo, como si la literatura se vendiera a peso igual que las patatas. Yo recuerdo haber leído una ópera prima que me entusiasmó, no así la segunda novela del mismo escritor convertida en una obra plantígrada con demasiados capítulos que sobraban. Si estos autores son arrinconados finalmente como juguetes rotos por quienes los mal guiaron, será una verdadera pena.

Otro ejemplo descorazonador, excelente autora de éxito obligada a estar codo con codo en un stand, junto a escritora extranjera del best-seller de moda, resultado: aluvión de fans para la segunda y ni uno solo para la primera, lo que significa una flagrante humillación para la tan descaradamente olvidada, y una situación muy incómoda para su colega.

Siguiendo con estos casos citaré, para terminar el breve recorrido que expongo, ya que es mucho más largo, las abominables adaptaciones cinematográficas que se hacen de muchas buenas novelas, y que enfurecen a sus autores mientras llenan las arcas de las productoras. Y al vuelo de este comentario, el siguiente: la vergonzosa manipulación a la que ha sido sometida la trilogía Millenium por parte del padre y el hermano de Stieg Larsson, según denuncia de su viuda de hecho, Eva Gabrielsson.

Todo lo precedente viene a apuntar en una dirección: que también los autores consagrados están sujetos a decepciones y disgustos, a que los ignoren e incluso, muy injustamente, los desprecien o se mofen de ellos, cuando en una época feliz eran adorados y reverenciados.

Por tanto, que los escritores noveles no se rasguen las vestiduras ni se crean las víctimas predilectas del destino, pues hay que tener presente que más dura puede ser la caída cuando se ha llegado a lo más alto; desgraciadamente no estamos solos.