“Cincuenta sombras de Grey”, de E. L. James

El libro espejo de lectores

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¿Se acuerdan ustedes de aquello de Seis personajes en busca de autor?, pues lo mismo pero al revés. El libro busca a sus lectores, nunca ha sido de otra manera. Los libros, novelas, relatos, cuentos infantiles, son espejos mágicos en los que se refleja el lector no tan inconscientemente como pueda parecer. Para que un libro de ficción tenga éxito, ha de sintonizar con el público, verse éste reflejado en sus páginas, sean cuales sean las susodichas, si existe la conexión, por mal escrito que se halle, o mal traducido, si existe ese punto de encuentro, el libro triunfará convirtiéndose en un best-seller.

Muchas veces me he preguntado cómo obras mediocres o decididamente vulgares pueden llegar a obtener éxitos clamorosos que se alejan totalmente del buen gusto e incluso del sentido común, lo que me lleva a la conclusión de que el ser humano es una caja de sorpresas, pero también de que hay lectores para todos los gustos y así se establece el flechazo.

Claro que también existe otro factor digno de ser tenido en cuenta, y este es el lector que “engulle” frenéticamente lo mismo que si estuviera en una competición; no lee, traga libros sin pausa, ni digiere ni asimila, traga sin cesar y luego olvida rápidamente, acuciado sólo por su afán de engullir cuanto más y más rápidamente mejor, en una carrera que mucho tiene de récord Guinness. En esos clubs de lectura que tanto abundan, yo he visto frases como estas: el mes pasado me he leído 12 novelas, o bien, he devorado en cuatro noches El código da Vinci (proeza donde las haya).

¿Para qué seguir? Ese infatigable lector padecerá más tarde de amnesia crónica intermitente e imaginará nuevas novelas en su mente creando híbridos de Retorno a Brideshead, por ejemplo, con La quinta mujer de Mankell, o bien emparentará Los puentes de Madison con Memorias de África. Todo un record de despropósitos, a mayor gloria de la lectura compulsiva.

Retomando el principio, diré que últimamente tenemos claras muestras de lo que comento: el éxito multitudinario de las Cincuenta sombras de Grey, título de lo más poco comercial por cierto, indica de nuevo que su tema ha dado en el blanco porque ha conectado con la parte más sensible del ser humano: el sexo, de ahí que se haya convertido en un súper ventas millonario al mes escaso.

Los escritores que empiezan suelen preguntarse si deben imitar las corrientes de las modas literarias y seguir el camino que marcan los autores, o consagrados o súper ventas, todo un dilema, no pretenden que el público les busque y se identifique con su literatura sino todo lo contrario, y ahí está el gran error, coartar su personalidad y particular modo de ser en aras de una fama mal entendida.

Si eres escritor que empieza, olvídate de imitar a los consagrados y procura ser tú mismo, sin copias. El escritor no debe buscar clientela como un comerciante, son los lectores quienes han de buscarle a él, por fatigoso que pueda resultar.

Y otra puntualización digna de tener en cuenta, un autor de best-sellers no ha de ser necesariamente bueno ni su obra maravillosa. Hay un autor británico que sigue en ventas a la mismísima J. K. Rowling, con 41 millones de lectores, y nunca he leído argumentos más incoherentes que los de sus obras. Creo que el ejemplo tiene una doble lectura que se explica elocuentemente por ella sola. Si las Sombras de Grey han conectado con su público, indudablemente el caballero de mi ejemplo ha encontrado el suyo. De lo cual se deduce que en literatura todo es muy relativo.