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Cartas virtuales a una cojita

Ilustración: dibujo de Nelson Jovandaric

Ilustración: dibujo de Nelson Jovandaric

Aquella cojita me puso a renquear detrás de ella durante muchos meses. Me mimaba y me daba golpecitos con su bastón. Me provocaba con su gran boca y su pelo castaño que amaba las brisas vespertinas. Me invitaba a su casa y organizaba fiestas para mí. Me emborrachaba con vino y me ponía a danzar sobre un sofá. Me llamaba gato feo y cuando quería arañarla y morderla se ponía a cojear exageradamente, más allá de sus posibilidades. Abandoné a tiempo su perverso juego y me embarqué para China y huí de su reinado. Le escribí numerosas cartas, de las cuales se salvaron unas pocas: las mismas que publico aquí, en su memoria y como recuerdo de nuestras cojeras.

 

Peking, 20 de marzo de 200...

Querida Cojita:

¡hoy me siento como un badajo! Pueda ser que se deba a los primeros atisbos de la primavera. Tú sabes: despertar de la naturaleza, del brío venéreo, el calor en aumento y un sol que se acuesta cada vez más tarde. Aunque yo, como buen caribeño, la libido la tengo a lo boy scout. (Ya comienzan a verse algunas chicas en minifaldas y a lucir las piernas por las avenidas. Me gustaría seguirlas a todas para saber dónde se reúnen).

Cierro los ojos y te huelo. Percibo el agradable perfume de los mereyes y mis entrañas comienzan a moverse como la flor del maracuyá en medio del fragor de un merengue.

Desde hace tres días ventea fuertemente. Anoche lloviznó y esta mañana temprano no cantaron los pájaros en mi ventana. El cielo se tornó anaranjado intenso y cerradas nubes lo cubren todo. Da la sensación de estar metido uno dentro de una enorme fotografía color sepia. Ese color impregna el entorno: lo de afuera y el interior. Las tolvaneras que por esta época soplan desde el norte arrastran grandes cantidades de polvillo de arena amarillenta y la depositan sobre el cielo de Peking. El crepúsculo de esta tarde será un portento de esplendor. Me sumergiré en él en un estado parecido a la contemplación extática... La luna está en cuarto creciente y cualquier locura es permitida.

¡Mucha suerte Cojita y que el Señor de mis alturas nos permita seguir renqueando descasados!

Tu gato rijoso y gozoso

 

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Peking, 21 de marzo de 200...

Querida Cojita:

el viento continúa meciendo la copa de los árboles pero, en este momento, el cielo, nublado aún, luce un color blanquecino sucio. (Escucho unos arreglos para cello y el corazón se me desliza hasta el ombligo y allí se pone a hesitar)

Anoche también hizo frío. No quería regresar solo a mi apartamento. Llamé a una golondrina y voló rauda desde los cuatro ríos que circundan su casa. Comimos juntos y le enseñé a jugar a las damas chinas. Cuando el reloj de pared dio nueve campanadas, nos metimos en la bañera con agua tibia y nos quedamos dormidos. En sueños continué escuchando la “Danza ritual del fuego” de Manuel de Falla hasta que la golondrina me despertó con su aleteo sobre mi pecho ya exaltado.

Mi barba se ve ganchuda en la fotografía del río I porque me dijeron que todavía vivía allí el espíritu femenino de esa corriente y yo pretendí pescarlo con carnada verbal. La fotografía la tomó Elsa Xie, quien se mueve como una oropéndola y estudia español bajo la sombra de los sauces y masca una brizna de paja para concentrarse en el estudio. ¿Acaso no será Elsa Xie el espíritu del río I y por eso no pude atraparlo?

Tu gato feo

 

P.D.- Al final de la tarde hubo un ocaso blanco, con un sol sumido en la profundidad pálida del occidente, mucho viento y mucho frío. Y la botella de vino estaba tan lejos de mis manos, encerrada en la nevera, sola y tinta.

Te escribo y la respuesta no llega. No sé... ignoro lo que pasa... tal vez los abejorros... acaso se deba a la tormenta de arena... no sé... te repito que no sé... uno nunca sabe nada... ¿Existirán todavía palomas mensajeras?... ¿El giroscopio se habrá vuelto loco? ¿O el loco seré yo?

 

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Peking, 27 de marzo de 200...

Querida Cojita:

el ocaso despejó su campo para el juego de la nocturnidad. La ciudad no le prestó atención a sus propios fluidos. Por más que el viento agitó las hojas de mis ventanas, no le permití la entrada. (Ya me quedaba poco hielo y mucha ginebra. ¿Cómo terminaría de quebrarle el pescuezo al cuervo del submundo?)

(Liu Wei, la de la larga cabellera negra, se introdujo en una infusión de té verde y encontró que la tierra obtuvo un cero, la arena se asimiló a su apariencia humana, las colinas desistieron de sus propósitos de ser montañas y la claridad determinó quedarse entre las yerbas... La realidad estaba conmigo).

El verde, de noche, tremola con amarillos. (Parece que la luna tardará en desplazarse como tiene por costumbre). Todo está trastocado: la primavera tiembla y el invierno en retirada vende siluetas. (¿Podré dormir bajo la cama, de acuerdo al pronóstico del tiempo? ¿Y si un terremoto me arrebata el aliento?). Quiero decir “silencio” y lo digo. Deseo expresarme con el lenguaje que me pertenece y lo hago. ¿Qué más puedo esperar de mi opuesta caja?

(Un laúd chino impone su albedrío y Liu Wei lo acaricia. Supongo que ambos tendrán fiebre y se necesitan mutuamente. ¿Cuál botón de rosa, amilanado por el viento brutal, abrirá sus pétalos entre mis libros de arte?).

Mis anteojos ya no quieren mirar sino al revés. No les quito la razón. Pero, mientras tanto, ¿qué hago yo con mi pretendida clarividencia? ¿Adónde la ubico para un mejor destino?

(¿La ginebra de los gordos servirá para resucitar las flaquezas que nos hace hombres? ¿O definitivamente engordaremos rodeados de flacos?).

Tu gato feo a la expectativa

 

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Nanking, 2 de junio de 200...

Querida Cojita:

¿quo vadis? ¿Cómo te escondes en estos momentos? ¿Quién te escogió esa cueva? ¿Por qué me castigas con tu huelga de verbo? Seguiré el olor de tu bastón hasta dar contigo.

El amor anda pedaleando sobre su bicicleta de carne y deseo y llamarada. Me abro la camisa y aparece el abra por donde pueda transitar un par de delicadas piernas cinesas. El camino entonces queda expedito a otras piernas venidas de otras regiones del sur o del suroeste. Se me llena el plexo solar de la fragancia vegetal de los nombres femeninos vinculados a los bosques, las flores, los árboles y las aves.

Soy un bebedor de vino tinto y cerveza y un catador de labios femeninos y un lector de senos y un besador de clítoris y un oidor y seleccionador de orgasmos al romper el alba.

Nací de mi ombligo para poder nadar en el líquido amniótico que las ciudades proveen. Hasta que el pez cósmico revierta la próxima estrella sobre la col blanca eslabonada al melocotón hendido y fragante.

Tu gato te abraza y ofrece su poesía

 

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Kaifeng, 6 de junio de 200...

Querida Cojita:

el río iba amarillo a lo largo y ancho de su voluntad y en sus profundidades la tierra disuelta del loess formaba figuras humanas y equinas que hacían a la corriente apacible. Las barcazas de hierro cruzaban con frecuencia el río y enfrentaban una fuerte brisa. Un barquero comentó que en el río ya no viven peces, pero yo he visto una especie de gran bagre negro nadando cerca de la orilla. No dije nada por temor a que pudiese ser capturado y convertido en suculento plato.

Descendí de la barcaza en la ribera septentrional y las espigas de trigo que llenaban mis ojos desde hacía una hora, más o menos, se desparramaron para unirse de inmediato al inmenso trigal desplegado desde la orilla amarilla hasta el infinito. Me agaché y arranqué varias espigas. Me llevé una a la boca y probé la sustancia que da origen a los panes. Con los ojos cerrados, dejé que mi espíritu divagara por dinastías remotas, cuando los mismos campesinos cuidaban las mieses para poder alimentar a sus señores y preservar la vida de su prole...

Subo de nuevo a la camioneta-taxi, pedazo de cielo cansado, que me condujo a este sector del río y retorno al viejo hotel de la ciudad. Por la noche me viene a visitar Lili (delgada y con senos de niña inquieta) y Shanshan (fuerte, un poco alta y senos de abundancia). Imitamos las artes amatorias del Emperador Amarillo y con el sol de curioso en el alféizar de la ventana nos despedimos con abrazos prolongados.

Tu gato cronista y relator

 

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Peking, 2 de julio de 200...

Querida Cojita:

Heme envuelto de nuevo en mi sudario de julio con el temor de agostarme si me acuesto temprano. La gata que mejor se asea lo hace en la cocina y en cada esquina no le dejo hueso sano.,

Breve tu ausencia; larga mi paciencia. Miro a través de la ventana de iris feliz y me cuelgo de tu venia virtual. Epístola a epístola y disparo a disparo eternizo tu eros en el techo sidéreo del verbo.

El origen recíproco posee un sumergible que se interna en aguas mercuriales de inusitado temblor. Existo y te doy: cerebro de vino y alma de niño con su juguete enhiesto; rezos sensuales y vales para los besos; primogenitura de la amistad por mor del cariño y un culmen a cuenta del sudor y una exuberancia de ricos deseos; la poesía del maullar con olor a pecado y a sustancia ahíta.

Puedo llover sobre ti cual una vela de junco chino que derrama su esperma sobre su seguro sur. Desaparecerá la pausa tensionada y en su lugar un termómetro epidérmico hará presencia festiva.

(Adentro del baúl nos esperan: un almanaque que tremola; un tiovivo y su ciclo y otros ítems relacionados; un gallo de felpa bajo la cama; un resplandor de alborada y susurro; unas pantuflas parlanchinas; un jarrón de porcelana con flores que se autonombran; unos libros donde se cuentan estas historias y otras parecidas para el buen ayuntamiento de las parejas...).

Ahora tomo mi taza de café a la hora precisa y coloco unos puntos suspensivos para sorprender al atardecer y comenzar a maullar temprano y con tino.

Tu gato barbudo y desbordado

 

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Peking, 13 de julio de 200...

Querida Cojita:

las plantas que cultivo en mi apartamento crecen más rápido con el riego de aguas vulvares. En cuestión de días les brotan flores que recuerdan a una niña orinando quedo.

Hay gatas que se trepan al alféizar de la ventana y se restriegan contra el vidrio hasta empañarlo. Con mi barba medio afgana las espanto, pero por risibles momentos. Después me rodean y se pegan a mí y me regalan su arco iris. Entonces comienza el jolgorio y el mejor zafarrancho se abre a la curiosidad de la noche.

Aquellas gatas queman y crecen y ejercen su oficio en la carne. Hasta mi reloj de cabecera sufre los estropicios.

Tu gato feo y meditabundo

 

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Peking, 20 de julio de 200...

Querida Cojita:

a las cuatro de la madrugada le acariciaba un seno a Tintineo de Jade y cuando giré la mirada hacia la ventana una riada de azules incógnitos se precipitó hasta el balcón. Ya el sueño no fue más posible. Sólo quedaba sumergirse en ese portento celestial y permitir que los cuerpos naufragaran a su entera voluntad.

Otras noches escucho el traqueteo del tren y toco los dedos de mis manos para provocar una distinta música alternativa. El alma parece disgregarse en un bossa nova. Aunque no conozco a ninguna chica de Ipanema me imagino su hermosa grupa al compás sensual del saxofón. Misterio genérico de la ubicuidad.

Ahora nadie conoce la armonía de lo que pernocta dentro de mí. En los alrededores de la luna nueva he descubierto un trozo de oro y un alicate y los he fotografiado. Las nubes que no estaban presentes darán testimonio y a la hora cuando las mujeres se ajustan los sostenes, mantengo el tiempo del verano a pesar del maullido de algún gato extraviado que no soy yo.

En el combate contra la noche rompo lanzas de carne y justo y con cuidado, a la una en punto penetro hasta la empuñadura. A continuación: falsas recriminaciones y juegos del eros chino. “¡Qué malo eres! ¡Muévete más! ¡Pero qué malo eres! ¡Sumamente malo!”.

Tu gato feo y jactancioso

 

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Shanghai, 9 de septiembre de 200...

Querida Cojita:

Todavía tus dientazos mordisquean los lóbulos de mis orejas. ¿Acaso uno de tus dientes se coló adentro? ¿Aún permaneces en tu ángulo de Kuala Lumpur desde donde miras el lupanar?

Advierto pelos de mi barba en la sopa virtual de los días. Voy derecho a enjabonar a mis amigas en la ducha. Hacerlo me causa dicha con frecuencia y hartura y me siento ducho en el oficio. Mi mano izquierda presume un seno informativo y sin ficción ninguna me pongo a derecho y me legitimo. ¡Ah, qué placer sentirse de bandera y balanza! Braceo parroquialmente en mis narices. Conforme al tiro reglamentario me hago justicia y me proceso.

¿Cuál presunción puede haber en un gratificante pataleo que conduzca a la deliberación de los cuerpos estallantes? Prosigo consignado a la caza urbana y en la casa de los beneficios ostentosos del amor me instalo con buena disposición. Sobre el lecho me enmarido una noche y adquiero la revelación de una naturaleza para el comercio que la carne asegura y ordena. Ya se escucha el gran desahogo en los efluvios compartidos.

Tu gato feo y salaz