Admirables cortedades

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Textos y dibujos: Wilfredo Carrizales

1

Admirables cortedades

El analgésico disfruta de su función. El ojo por más que alumbre conserva un dejo de oscuridad. Encima de la flor que más desgarra se mueve un suceso de la levedad.

Los huesos se desgajan en el otro lado del cielo, allí donde se conjugan los astros blancos. Embruteciendo de sigilo y aspereza. Mirando los desvelos ausentarse por los calzados y no volver por más que me convoquen. Ayunando las miserias que se reparten en las madrugadas con ausencias de beodos y puterías.

Caen los espejos y desaparecen para siempre los habitantes de las mansiones. Mucho tiempo después se descubren en un jardín postergado unas máscaras enterradas. Eran unos antifaces hechos de cobre y ya la pátina había labrado su sorprendente trabajo sobre sus superficies.

Terminaré por desalojar al caracol de su casa. Entonces viviré con el estómago lleno de meteoros y en los labios colgaré una medusa que se haya desprendido de la clepsidra que no estorbe el paso del ratón.

 

2

En las paredes donde se ahondan los sufrimientos del mundo. La aclamídea medular de pólvora y almidón se recoge para dejar fluir los vaivenes de las inconstancias.

Me he repetido rebotando sobre los cuadernos que se han manchado de cieno o de aromas de mortaja.

Así aunque se ponga tonta y le salgan lombrices por los mofletes la gorda aguanta.

En un abrir y cerrar de ojos, la llovizna. El gran abanico se despliega cual estandarte de tul. Los espíritus maléficos no pueden tomarse mucho trabajo al disipar su armonía.

El imbécil se estropea y cae muerto de la risa. Los bastones se blanquean al sol. Se acoge al huésped y se prepara su ataúd. El murciélago se degrada cuando vuela por las regiones fronterizas. Aquella piedra buscaba su color verde-azulado para compararse con el arco que le daba forma.

Para que los muros salten con la edad avanzada. Encima del charco cubierto de vegetación se allega un esbozo de burbujas. Mejor es huir antes de que la tarde se parta en dos.

 

3

Trenzo los sueños y comienzo a criar peces que tienen cabelleras muy largas. Por el pasadizo entre dos montañas corre con ímpetu un torrente. Por fortuna, más adelante hay una encrucijada y un dique que tal vez se rompa. Turbado, desvío la mirada y a una distancia de dos zancadas descubro a una tortuga de agua dulce. Me arrodillo y observo que su caparazón está agrietada. Una enorme sombra cruza por encima de mí y noto que la mirada se me torna turbia. Me concedo un reposo para no perder la calma. Siento que un vacío se hace bajo mis pies. Sé que no fantaseo. Me echo a un lado, de prisa, y caigo dentro de una tumba. De una superficie lisa emana un brillo y éste me devuelve la vista. Encuentro una cuerda con sapecas ensartadas y una especie de platija. Intuyo que allí está enterrado un viudo que arrojó al suelo muchas jarras. Quiero lavarme las manos y reparo en un báculo de anciano que está recostado de una pared. Un terrón de tierra cae sobre mi cabeza y una sensación de placer me colma el espíritu. Para no llevarme la contraria me digo que todo resulta extraordinario y mientras sopla el viento me despierto y abro la ventana.

 

4

Morir de mar: vasto, innumerable, con la predicación del murmullo del oleaje. Luego seguir luchando por el litoral y estrechar la costa hasta lograr una travesía por el conducto de las especies marinas.

Fenecer sobre la soberanía del mar e ir derecho al encuentro con la brisa y con los parientes del albatros. Después medir la anchura del corazón y encontrarlo nutrido de estrellas, hipocampos y semen de foca.

Ser un cadáver eternamente flotante, fruto de las algas, tal vez sargazos. Atravesar las aduanas cantando viejas canciones de piratas y corsarios que recuerdan a las rocas que nunca se pudren y a las sirenas desnudas retozando dentro de barcos hundidos.

En el mar no se levantarán olas innecesariamente y en los arenales habrá una sal que no conocerá el fondo, pues siempre estará tibia y dispuesta a sentirse golosa.

Con la carta de marear en las manos realizaré un pacto estable con los peces que navegan directo hacia sus aguas territoriales y juntos nos tragaremos las lejanías.

 

5

Venir a casa. Avanzar hacia allí. Ando por inusual camino. Doy pasos sobre uno que ha desgraciado a mil.

Ya estoy ante la puerta. Escudriño por una rendija. Adentro la armonía zozobra en la tormenta. Mi infancia yace bajo los escombros. Mis anhelos se zambullen dentro del líquido de los barriles.

Viro en redondo y vuelo a través de un sendero en busca de la paz. Voy vacío de entendimiento, triste como un rizoma. No deseo tropezarme con ningún amigo. Titubeo en el rumbo a seguir. Sin embargo, me suelto a caminar y me tachono de luceros y me solazo con el chirrido de los grillos. Me sitúo entre un imposible firmamento y la tierra que sucede.

Porfío y en esa voluntad radica el principio de mi elección. Recabo los nombres de los sitios donde se puede vencer el hambre. Presumo de guapo y me comporto con entereza.

Nombro a mis ancestros ausentes y les ofrezco manjares para más allá de la muerte. De pronto, huele a rosas y alargo mis manos para recibir las dádivas de un imaginario jardín.

 

6

Admirables cortedades

Asqueroso a la vista el hombre se ahorcó con una sábana que anudó en el balcón. Estaba atribulado porque no acertaba al blanco. Era ancho de espaldas y cuando se emborrachaba andaba a gatas. Él no aspiraba a más que a un mediano triunfo, pero su suicidio se anticipó a los acontecimientos.

La gente alzaba los ojos al cielo y lo descubría colgando ahí, cual un monigote que se burlara de los curiosos. Sus compañeros de trabajo a veces lo comparaban con un juez que nunca cobraba. Él callaba y repentinamente se ponía a cantar. Luego condescendía a los ruegos de los otros y se dedicaba a terminar sus tareas atrasadas.

En los bares no faltaba quien lo motejara de ignorante. Entonces él peleaba con furia y podía ser el más pernicioso de los hombres.

Por cobarde jamás perecería frente a sus enemigos. Nadie lo vería contra la pared. Ahora su entierro será oneroso para sus amigos, mas en ellos predominará la protesta contra la calumnia.

Ventea y es hora de velar al muerto y suplicar que no llueva de improviso.

 

7

El pequeñín me recuerda en una fiesta donde se realizaban juegos de vientre y faltaban las bacinicas. Los objetos presentes tenían salidas. Se llenaban de rones y competían por estar pendientes.

El aire de un ventilador pasaba junto a las orejas y dejaba noticias de confites y papeles que se deterioraban bajo la actualidad. Después de eso se sospechaba en seguida de todo. Las cortas distancias se ensanchaban un tanto y los individuos inventaban nuevas formas de comunicación con buches de agua.

Aquella situación no era más que el preludio hacia el retroceso. Se esperaba a algún médico que nunca aparecía. Se estimulaba a los rezagados a que la emprendieran a golpes contra sus sombras, pero no reaccionaban.

Más tardíamente comenzaron a volar cenizas, condimentos para maniquíes y manuales para lograr la lucidez en treinta minutos. Con lentitud se incorporó un enfado tras la profunda labor de los instantes. ¿Cómo se llamaba la estación que afuera se agitaba? La conciliación del sueño sin cálculo.

 

8

El individuo que no fue a la guerra se baña en el río. Un buque fantasma le sirve de protección y ninguna bomba le será lanzada sin previa noticia.

El individuo nada como si fuese su obra cumbre. Se siente un profeta. Él sabe que el río es su guardián. Cerca se elevan unas montañas que pueden llegar a ser universales y allende el horizonte, una ciudad existe sobre un suelo virgen.

Transcurre el mes de mayo de un año lleno de cifras airosas. En medio del río una isla se ha vuelto mayor y en ella se podría arar y obtener espléndida cosecha.

El individuo no quiso ser guerrero. Siempre deseó actuar en un teatro, pero su instinto histriónico no se desarrolló y ahora lo lamenta y le produce celos.

El paso del río por aquel lugar constituye un retorno de sus aguas. Sólo el individuo lo sabe y por eso disfruta de las brazadas sobre la corriente. Cuando acabe el fenómeno del día se llevará a casa la primera estrella que brille y así tendrá una compañía útil.

 

9

La otra casa se pegó a la suya. Las suciedades se compartieron. El futuro se secuestró bajo las mantas. Los callos de los pies gritaron como nunca.

Deshuesado para no encontrarse. Jalón detrás de la oreja menos acabada. Sobre las jambas de las puertas la honra y un nombre de alcohol.

Toques lejanos. Una guitarra que se adormece. Una furia contenida. Lo elemental en movimiento, propagándose por un espacio partido donde lo acuoso conducía a la incorrecta estabilidad.

Era obvia su decadencia. Sólo conseguía trabajos ocasionales. La lengua se le trababa. Su parlamento era un estorbo. Optó entonces por la mejor solución: se desnucó con un golpe el occipucio.

 

10

Admirables cortedades

El galán sólo comió dos gajos de uva. Temía que el púrpura del zumo se le subiera a las mejillas y diera una falsa impresión a las mujeres que lo admiraban.

Invariablemente el galán pulió su pellejo y salió a enterrar el cadáver del cobarde que lo habitaba. En el cementerio lo aguardaba un equipo de filmación que grabaría el testimonio con fidelidad. El galán cantó un responso y se puso unos guantes rosados para que la ceremonia fuese más vistosa. Caso perdido el del galán: hubiera sido preferible la capilla ardiente.