Del collage como creación y subversión

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Texto y collages: Wilfredo Carrizales

Del collage como creación y subversión

Desde que Georges Braque y Pablo Picasso inventaron el collage alteraron para siempre la manera de hacer arte y la invención no ha cesado de desarrollarse y transformarse a partir de entonces. Importantes artistas de la talla de Max Ernst y Joseph Cornell, por ejemplo, hasta Robert Rauschenberg y Jaspers Johns, trabajaron con la nueva técnica y le otorgaron una contundente autoridad y prestigio.

Se pueden coleccionar vetustas y gastadas fotografías, portadas deterioradas de libros y revistas y alterarlas hasta que las “imperfecciones” de esas cosas se conviertan en una realidad artística completamente diferente de las originales. Las imágenes logradas adquieren una novísima resonancia y movimiento. Las yuxtaposiciones son capaces de plasmar una desconocida realidad. Todo es susceptible de ser convertido en arte, necesariamente.

Las piezas que se seleccionan para que logren una calidad de collage poseen diversos significados basados en las “leyes” de la mirada del creador. El collage crece tan pronto como comienza a llenar los espacios por donde camina la imaginación y se colma de sorprendentes “espiritualidades”, energías resolutivas y abiertas.

No tiene por qué existir un previo ideal de “belleza” a la hora de crear un collage. La verdad se encuentra dentro de los materiales mismos y su disposición. Simples fragmentos de la cotidianidad pueden devenir en collages que “hablan” con sus propias palabras y nos ofrecen una introspección.

Las vías para acceder a la consecución de un collage son variadas y múltiples. La propia obra —dibujo, diseño, pintura— puede perfectamente encajar dentro de un collage o convertirse ella misma en collage, sin que haya nada que lo impida, excepto el propio prejuicio o cortedad de miras. El acto volutivo llega a ser el agente que reúne los elementos dispersos y los combina hacia la consideración de lo “bello” o insólito.

Habiendo obtenido una rica información acerca de las “líneas maestras” que guían el desarrollo de las técnicas del collage se toma la decisión y se eligen los materiales que nos “convoquen” en ese momento: cola, papel, tela, cartones... y se sigue la secuencia que dicta la presión creadora y se saca de la “nada” lo que perdurará en la superficie y sus interioridades.

Del collage como creación y subversión

A través del collage se exploran las respuestas conflictivas que nos propone muchas veces el subconsciente —si es que existe— para evitar la caída en la “realidad” y la pulsión de nuestro esfuerzo por evitar esa caída.

Hay un proceso de recomposición que conduce al collage, en donde los objetos, materiales o cosas a ser utilizados se orquestan en una síntesis que provoca estupefacción, alerta o rechazo en los observadores. Si se obtiene esto las perspectivas para un próximo reto están trazadas sobre las células que propugnan la creación y la subversión.

A los collages se les pueden o no asignar títulos, dependiendo de la intencionalidad que busque el creador. Cada collage resulta un laberinto a ser descifrado por el ojo atento y ágil. En ciertas ocasiones los collages exponen una narrativa o historia que se puede leer de diversas maneras.

El instinto también permite al hacedor de collages penetrar hasta la médula de lo que los materiales proponen a primera vista. Se medra o se florece entre la tensión y la necesidad de la intuición.

Todos los materiales y técnicas excitan por igual. La separación entre ellos no llega a existir realmente. Se cancela, momentáneamente, una imagen ya lograda sólo para retomarla más tarde en otro contexto, reactualizada o reformulada, con semillas y vellos remozados y una reciente textura que no se complica para no gastarse.

Así mismo la nostalgia puede hacerse presente a la hora de usar materiales que nos remitan a queridos eventos del pasado, pero ella no debe apartar demasiado al creador de su obra para que los elementos pierdan su enorme poder evocativo. Todos los objetos tienen su belleza inherente y esta belleza se expande cuando es tocada por la magia que crea al collage.

En un collage concurren formas, marcas y líneas y también opacidades, vacíos y texturas. Lo presente y lo pretérito se conjugan para construir una armazón que participa de lo efímero y de lo permanente.

Nada es completamente nuevo y sin embargo todo se renueva. El antes y el después pertenecen al yo creador del collage. Las ilusiones son capaces de tocar las fibras sensibles de las pupilas y de las neuronas del que concurre con su mirada. Algunos puntos focales conforman el asunto del collage; algunos fragmentos manifiestan su impronta con mayor eficacia.

El tiempo suele detenerse en el collage y le permite evidenciar lo que hay detrás: otra realidad —¿o suprarrealidad?— más desconcertante. El collage se alimenta de todo: fagocita y perturba; digiere y produce mutación y contraste.

Del collage como creación y subversión

Previos a la aparición del collage rondan en el espacio sensaciones, emociones y atisbos visuales. El cerebro, primero, deviene en collage furtivo y en dador de imágenes que tremolan hasta que descienden y se calman: ha nacido una obra que no escatima su alarido.

El collage construye significados y sonidos que se miran e imágenes que se escuchan. Su naturaleza es equívoca o, incluso, polisémica, y está sometida a las variaciones del azar y la contingencia y por ello no puede casarse con todos los escrutadores de la misma forma.

Por medio del collage percibimos un fenómeno visual que no nos vuelve exhaustos, sino que por el contrario nutre nuestra experiencia con insólitas emociones. El collage ostenta una cualidad que fluye y que refleja su condición de obra híbrida y sometida a los dictámenes de la complejidad o de la sencillez del mundo paralelo.

La poética del collage lo señala como una directriz cargada de virtualidad y asombro. No es poética de palabras, aunque en ocasiones aparezcan en su superficie, pero con los sentidos trastocados, sirviendo de enlace con la fundación y los hitos de otro lenguaje.

El desafío que propone el collage nos lleva a tratar de realizar un sumario en la conciencia de las pupilas y a establecer desde allí un observatorio para dispararle vistazos contundentes y permitirle a la memoria que piense y se revitalice.

Los temas y los conceptos del collage son infinitos como infinitas resultan sus propuestas y sus prácticas. La mente lo ilustra con su poder y la conexión con la totalidad adviene desde una evidencia no verbal, en un tiempo de irregularidades y saltos.

La búsqueda de los aspectos de lo abstruso, además, urge al hacedor de collages a intentar prender cerillas en la oscuridad y a intentar asir el pálpito del espacio. Aunque parezca increíble el balance y la armonía acontecen por sí solos y una estética de lo incompleto/acabado se desborda por los márgenes sin límite del collage.

La dimensión del collage constituye su huida hacia la plenitud de lo fantástico. Su proceso se extiende a todos los terrenos y persigue la victoria en su no definitiva morada. El cada día del collage le provee de una elucubración que se vuelve su fortaleza y de la cual emerge para incorporar sueños y pesadillas, así como trastornos y juegos ocultos de los elementos. El collage se evalúa a sí mismo y demuestra su autenticidad.

Del collage como creación y subversión