...Y sólo ellas hablan

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Textos y dibujos: Wilfredo Carrizales

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...Y sólo ellas hablan

Hablo y me digo a mí misma: con mi desconocido apellido alcanzo altas cotas en las estructuras de la sociedad. Después cambio lo que haya de raro en mí, me desnudo y medio muestro los dientes. Me agito como una gallina y camino mirando hacia el naciente, donde pienso que las montañas se unen con las hierbas que amaron mis antepasados. Mi fisonomía es un tanto extraña, lo sé, y mis ojos manifiestan el espíritu que me habita. Mi cabellera no necesita peines; no la ordeno para que destaquen sus costados. Normalmente visto ropa occidental y calzo botas de cuero o me decido, imprevistamente, por un roído pantalón que parezca antiguo. A propósito me muerdo los labios para que sangren un poco y le den vigor a mi rostro. En mi lengua aparecen temprano las palabras que posteriormente se ensanchan y cruzan los límites de la permisividad. Adrede afilo mi inteligencia para mortificar a los tontos y me siento en la terraza a burlarme de los falsos señores. Proclamo que la dueña soy yo. Mi vida es la huella de una serpiente sobre una lisa superficie. Sin embargo, a veces, corro a campo traviesa con un libro en la mano, al cual se le desprendan fácilmente las hojas. Al llegar a un recodo con barro formo figuras por horas y horas. Elevo mis ojos al cielo y diviso a las tórtolas salvajes y les grito que se lleven los muchos cognomentos de estúpidos personajes hasta la orilla del mar para que allí se tornen negros y se pudran. Yo misma trino y se me abre el corazón y se me amplía el aire de los pulmones. Desde niña no le temo a las enfermedades, por eso mi cuerpo no conoce las agujas de las inyectadoras ni lo acre de las medicinas. Antes solía encontrar zorros en los caminos y los veía asolearse sin preocupación. Ahora sus pieles se venden en las grandes tiendas y tal asunto a mí no me produce ninguna alegría. Sé que soy sensual (no me gusta la palabra “sexi”) y que soy capaz de incitar pasiones. Poseo claves para abrir todas las puertas. Frecuentemente estoy sola y esto me permite vagar por las playas en procura de maderos que traen las mareas. Sobre ellos descubro enigmas. Los interrogo y ellos responden: tú conoces el modo de abandonar las cosas, de no abrazarlas demasiado para que luego haya desprendimiento. Tú hablas de los cambios en las maneras de decir y observas el silencio encima del muro de las distancias. Estabas destinada desde pequeña a cruzar las líneas que el sol trazaba sobre el suelo ahíto de pedruscos y a no temer a la indiferencia del cielo. Desde tu infancia nombraste a los seres con nombres estrambóticos y tú no ignorabas quién eras y qué debías exigirle a la existencia...

 

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...Y sólo ellas hablan

Los otros aseveran que estoy loca, loca o que, en definitiva, soy tonta, tonta y que pasarán los años y que ni el más feo de los hombres se uniría a mí. ¿Y a mí qué con esa perorata? Con lo blanco del ojo atisbo a lo lejos y se me acrece el orgullo y la dignidad. Mi cabellera es una llama de oro que tiende hacia el brillo inusitado y que sigue su curso sin parar mientes en los baches. Yo escucho a las palabras tras los silencios y me revuelvo sobre el mundo y luego me sumerjo, luego busco la causa de los hundimientos. Deseo vibrar con las ondas que portan los sentimientos de las cosas. Sólo yo conozco dónde está la riqueza de la unicidad. Perfecciono mi creencia y me mojo los pies para que la humedad me gane con un tiempo de insospechada lentitud.

 

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Escucho la crítica de los maledicentes con mi original característica de espíritu, con la ingenuidad que me conduce a hacerle compañía a las ranas en el estanque. De verdad esos batracios croan para mí hasta que aturden a las estrellas y entonces les indico que callen, que respeten la tranquilidad del cosmos. Frecuentemente considero que todo lo que me rodea es bueno. Esta sensación me colma de una capa de alivio y me complace en mi fuero interno. Yo no estudio lo que los profesores me sugieren u ordenan. Prefiero obviar las abstrusas y enrevesadas teorías y lógicas que me producen un mortal fastidio. Mi vida se desarrolla al compás de un ritmo propio, personal, muy diferenciado de los demás y por ello no requiero rendirle pleitesías a vías y caminos establecidos por otros. Expreso la voluntad y el coraje que permanecen alojados en el lugar de las calenturas. Mi temperamento no es tan plácido como a primera vista parece. Por siempre me gustaría saltar y gatear, perderme dentro del horizonte y comer bocados amargos hasta que se me salten unas cuantas lágrimas. Soy capaz de lograr la alegría con sólo respirar profundo y soplarme fuerte la nariz. Si hoy pierdo la esperanza la retomo con rapidez y la ato a mi cintura y la llevo a todas partes en prenda de emoción. De libros no entiendo mucho, pero me fascinan los volúmenes que traen infinidad de ilustraciones y escojo algunas de ellas, las más excéntricas, para reproducirlas en mis sueños o las calco con grafito para colgarlas de la cabecera de mi cama.

 

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¡Ah! Las sorpresas que transporta la imaginación y los asuntos que suceden bajo el cielo y que me dejan pasmada y con el pelo ondulado. ¿Debo decir que soy alumna del azar? ¿Su más predilecta pupila? La vida frota sus manos contra mi humanidad y me provoca desazón y, en ocasiones, rechazo. Las líneas de los dibujos que me atraen resaltan por su sobriedad y buen trazado. Mis sentimientos hacia mis congéneres no los expreso tan abiertamente, porque más de un chasco me he llevado y no deseo que mi espíritu se torne duro como una moneda de cobre. La belleza cambia bruscamente delante de mis ojos, mas yo no muto y me mantengo avanzando por entre los pliegues de una estética que se localiza en una tierra limpia y frágil, parecida a la epidermis de una muchacha que, acaso, no sabe de razones ni de ambigüedades. Extraigo de ese contexto un sentido para procesar a los días y convertirlos en juguetes útiles a mis propósitos. Las denominaciones de los objetos que atraen mi atención son harto débiles y en ellas se cruzan arcanos de procedencia desconocida. Tres de cada cuatro vocablos me nutren la intuición con sus ritmos de viaje y con sus enhebramientos de materias colorantes. Lo fino se me encaja en el paladar y conlleva al desarrollo de las causas del habla. ¿Hay que soportar sobre los propios hombros la carga de lo malo del mundo para llegar a comprender la importancia del vuelo del espíritu? Yo selecciono el ámbito donde voy a reposar para resguardar a mi sombra de posibles perjuicios. No soy supersticiosa, empero vale la pena tomar medidas para no lamentarse mañana. Arrojo por la ventana los miedos del momento y si se acercan a silbar los fantasmas en mis oídos, convierto sus afanes en pura melodía y me pongo a danzar hasta que el cansancio embote mis fibras.

 

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...Y sólo ellas hablan

Atraviesa mi verbo fluido la incógnita del desenvolvimiento en la lejanía. Con la boca semiabierta exhalo colores, paisajes y el más respetado de los conceptos que me yergue: sondeo. Procuro un maestro, pero no cualquier maestro: uno grande y de amplios saberes... Como cuando hay que comer, mas no duermo cuando se precisa dormir. Me agradan los cafés muy concurridos, donde haya todo tipo de gente conversando acerca de los más disímiles temas, aunque acudo a esos sitios para reunirme con nadie. Me rodeo de libros, una lupa y una jarra de café con varias tazas y comienzo a bordar historias en mi cabeza. Quisiera tener muchos amantes; ningún esposo. A la vejez deseo mantenerla bien lejos, a una prudencial distancia. Disfruto a plenitud de la lectura de libros prohibidos, con escenas y posiciones escabrosas, donde los personajes se muestren tal como son y digan lo que piensan y sientan con los genitales y con cada poro y vello de la piel. Suelo adormilarme mientras leo y entreveo a mi madrastra soplándome el rostro con su repulsivo aliento. La empujo y le conmino a retirarse a sus aposentos a zurcir sus calzones. El vacío se disipa y en su lugar aparece un pequeño rincón habitado por seres diminutos que se regocijan lanzándose mutuamente bolitas de papel a la cara. Siempre al levantar la cabeza descubro al sol en su declinante descenso y a mi viejo reloj pugnando por ponerse a punto con la situación. De pronto, el filo del crepúsculo estalla en unas tonalidades de pasmo y yo brinco en el asiento y atraigo las miradas de todos los clientes.