Textos emboscados

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Textos y dibujos: Wilfredo Carrizales

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Textos emboscados

Nos quedaremos así, enjutos de poemas, mientras el invierno no nos habla y la sed se dispara con emociones hasta que ya no podamos más envidiarnos con un pedazo de materia ingenuamente iluminada por los focos desplegados dentro de los silencios.

Ahora hace falta una rotura, un ofuscamiento de notabilidades que nos permita escapar sin temores, que nos arrincone por los costados.

Hambres del morir en lo muy futuro entretanto los resortes se van opacando con ciertas sombras del merecimiento y unos traqueteos de máquinas se acercan a pesar de la hora en el encarcelamiento suspirante de tenacidad.

 

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Suelto las legañas en las noches que me pertenecen sin horarios, sin emociones y sin cierres. Es tal vez un conato de miedo o un golpeteo sobre la coronilla y que acaso anuncie males o quizá no sea más que la soledad que trata de cobrar su recibo impagadero.

Las arrugas se hacen llevaderas y hay candados apegados a las puertas que nunca fueron tocadas ni pulsadas. Por otra parte los misterios de a de veras no se manifiestan sino por necesidad y el enjuague de los ojos no debe esperar más dilación.

Ahora los anuncios de la noche nada expuesta resaltan contra la memoria y las ganas de tirarse dentro de los sueños se hacen más urgentes que nunca.

 

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Textos emboscados

Con mis particulares débitos a la fecha, con las cuentas marchando a un ritmo que se presume sin complejos. Conozco mis créditos: los dejé sobre el banco del parque azotado por vientos gélidos y contumaces.

A veces me deporto y recorro calles con toda la fuerza de la memoria. Dudo en desviarme, no por temor a perderme, lo más probable debido al exceso de rectitud en la mirada o al despeje vivaz de la frente. Asumo todas las sombras que se movilizan a mis expensas, en aras de mi afecto.

Ayer estuve oyendo cómo se quemaban los cigarros sujetos a labios procaces. Me maravilló el contraste del color de la ceniza con las comisuras y en un vaivén de inquietudes pude distinguir el desparpajo que sobresalía con desmesura y tensión para luego ir a perderse bajo las sillas que eran obligadas a moverse cada vez que a un mequetrefe se le ocurría dar trastadas en el piso como si él fuese el único animal de la parodia.

 

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Voy a lanzarme al interior del blancor con la esperanza de atrapar un nombre que le convenga al espectáculo que admiro. A fuerza de persistencia agarraré el exacto eslabón que me conduzca hasta el origen de la sustancia del dolor.

Me rasco la oreja más próxima e intento aprovechar la grasa que emana de ella. De esta manera podré lubricar los aparatos que me ayuden a desplazarme en la umbría. En las cercanías una mujer grita desde un teléfono con resonancias: el eco de su voz queda rebotando largo rato y resquebraja el cristal de la quietud.

Sólo el reloj se sabe comportar decentemente en el ámbito que nos congrega. Sólo la persistencia de las horas acabará por fundirse dentro de mis pupilas.

 

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Textos emboscados

Volteo las manos para llenarlas de luz. Aunque es opaca me exulta y me hace abrir el aliento sin restricción. Abandonadas frutas entristecen encima de un platón y me reclaman el cuchillo que necesitan para continuar viviendo de sus jugos. Simulo no interesarme por sus asuntos, pero la verdad es que me conduelo con ellas. Cuando menos se lo esperen las asalto, las desuello y las chupo y después seremos un solo fluido que correrá a través de conductos donde la velocidad resultará azarosa.

Los libros se amontonan encima de la mesa e intercambian sus puntos de vista y pareceres hasta que yo los despliego y me apropio de sus imágenes, de sus claves, de sus razonamientos que perturban y que me hacen crecer de nervios los sentidos.

 

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Se nota lo mojado de la ausencia y el sol inclina su hálito para quedar. Tan pronto como el alma respira de nuevo nos ponemos con los brazos en jarras y la imperturbabilidad de los destellos enlaza la visión lejana con las manchas que decaen. Apostamos a cualquier propósito con tal de llegar a tiempo al abrevadero.

La oruga del resquemor se arrastra por intermedio de los espacios cosidos sobre el asfalto y sólo aguarda a que la luz se doble por su peso. Hay —o tal vez no— moscas que relampaguean en medio de sus actos de asco y vicio, pero eso no es lo más notable, sino la imprecisión de las alas en un zigzag carente de signos.

Por las buenas se apaciguan los cuellos que llevan collares debido al chispazo tenaz de una pobre existencia marcada por la férula y el pisapapeles.

 

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Textos emboscados

Mondar las prisas del whisky como pelar las cinco cubiertas de la almohada y uno puede terminar de frente al fuselaje con las manos entreabiertas y dormidas: mariposas de un ilusorio vuelo auroral.

El acá del espacio nos pertenece a ratos, especialmente durante el derrumbe del ocaso. Más adelante podremos desencadenar breves tormentas en las bañeras y transmitir nuestro desagrado a los figurantes de siempre.

Dejémoslo así, de este tamaño, sin hacer nada por impedir que siga creciendo y se alimente a costa nuestra. Muy de mañana iremos al mercado y seleccionaremos roscas y martinetes y luego los depositaremos al pie de la estatua del héroe mayor. Con la misión cumplida marcharemos a escupir a las frondas para desalojar a los grillos.

 

8

Vamos elucubrando historias que vuelan a sus anchas por los resquicios del caos. El hombre surge con sus retazos de temeridad y se enfrenta al toro pintado que lo aguarda en un rincón de la biblioteca.

En la lejanía se escuchan los resuellos de las mareas y las corrientes subterráneas. Una trampa captura aves de la disipación y más tarde las plumas revolotean con total albedrío por la extensión festonada.

Acaeció un aroma de nueces, insólito, que tiñó las fosas nasales de ocre. Otras maneras del arrebato se escenificaron como consecuencia de la flojedad del cuero. Ninguna posibilidad de insurgencia se presentó en el ínterin y los caldos que aullaban se volcaron hacia las aberturas espías.

De tal guisa todo fue narrado, asentado y corregido. Únicamente una pizca de misterio quedó fuera.

 

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Textos emboscados

¿Qué pasa con el cordero si logra la libertad de movimientos dentro del ámbito donde se reconocen las angustias? Salen despojos por las órbitas del pretérito imperfecto y los secuaces de las siluetas arrojan óxidos encima de las camas para que perviertan aquello llamado sueño o sobresalto.

Podemos concluir con un ancla atado a las rodillas, mientras la oscilación de las aguas se desplaza con el nivel de los alcatraces. Habrá que escuchar el fragor de las protuberancias en la labor que suscita contratiempos. Ya es cosa sabida: el silbido de un ogro empuja a los acontecimientos hacia el deterioro. No obstante, marchan las manchas por los aleros apropiados para la resonancia de chubascos, mordidas y alborotos.

Según y como se entienda, las frases salen pulidas y son muy notorias sus acideces.

 

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La extinción nos habla de lutos, de concavidades que llenarán los espantos o unos perfiles ensuciados de carmín. Necios seríamos si pretendiésemos abarcar la magnitud del arcano que se sopla. Martillos ha de haber en la dimensión de las distancias, porque de otro modo, ¿cómo resarcirse del constante golpeteo sobre las sienes sin que el cerebro llegue a soltar sus amarras?

Nos vieron pasar y nadie delató, ¿para qué? ¿De qué habría servido? ¿Acaso las huellas que detentamos no son obra nuestra y nada más? Las argucias no conducen hacia la buena suerte y los líquidos que danzan en la eternidad poseen las texturas que ellos se impusieron. Con la llegada del vehículo que no se mueve el frenesí por conocer quedará en entredicho.

 

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Textos emboscados

A ver: en la boca abierta pacen miles de moscas y nadie lo nota. Sólo yo creo pensar y creo existir. Un hombre me observa con cara de boxeador hasta que alguien lo golpea y se desvanece. Nada tengo que ver con el incidente, pero me llueven preguntas y las evado con maestría. Al otro lado de la calle bosteza un mendigo y el mundo se pone a temblar.

Se me aflojan las piernas y pierdo, momentáneamente, mi almanaque de bolsillo. Lo localizo entre la basura, las hojas ya desprendidas y las fechas trastocadas y en fuga. Decenas de personas se abrazan en la oscuridad y no comprendo el significado del evento. Opto por abrazarme a mí mismo y descubro lo enhiesto que estoy. Me encamino a un bar que resalta y allí consumo las mezclas que inventan para mí.

 

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Hasta que la muerte nos ampare y prosigamos con nuestros huesitos y nuestras minucias de pantuflas en el tiempo reverso que quizá ennegrezca de verticalidad o vórtice. Mas la impiedad no se acercará, ¿a objeto de qué? ¿No se la pasa en todo momento ocupada? ¿Trasteando tras bastidores?

El pájaro relojero soltará sus lazos y ganará un cielo indivisible por dos. Tornillos que el agua de lastre abandonará a su antojo, a sabiendas de que en su espejo resultarán. Modos y aposentos del tránsito que en justa hora nos convoca y si andamos desnudos, pues la piel sortea el devenir y nos hace llegar.

Manejos de la poca luz en medio de las estancias de lo umbrátil para un mejor permanecer.