En equilibrio

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Textos y collage: Wilfredo Carrizales

En equilibrio

1

Jamás perder el equilibrio. Bandearse con malabarismos de la mano inestable. Hasta lograr la igualdad de peso y no fracasar aparatosamente en el juego en cadena. No dejarse aturdir por el ruido de los filos de los cuchillos. Cambiar bruscamente de estado moral y armonizar el cuerpo en todas las proporciones que propugna la tolerancia.

Con moderación caminar sobre la cuerda floja y compensar los líquidos que se pierden de los órganos más vitales. Encima de una aplomada balanza comenzar a practicar las peripecias que proporcionan espectacularidad y lucimiento.

 

2

Conservar la guerra en su cicatriz de respeto y renuncia. Salir con las manos llenas del lugar donde se acumulan los clavos. Sacar a pulso a los pájaros con sus trinos que desfallecen. Impetrar, consensuar, adquirir. Consideraciones para lograr la excepción. Disecar las formas hasta que consigan las fachadas del norte. Ciertos prejuicios para el buen trato con los conciudadanos. Música y danza para acompañar los adulterios y otras artes relacionadas.

 

3

De manera episódica el mal caduco hace época y recubre con su vaho a los epitafios compuestos con apresuramiento. Desde el cerumen hasta la cerveza acreditada ganan una cerrazón para comunicar a las posibles heridas una constrictura y un desenfreno.

 

4

Cada uno con su página para sufrir las consecuencias de las malas lecturas. El padrón no declara cuántos mareados, borrachos o vomitados arrastran sus verbos para el futuro. Si alguien anuncia arrepentimiento no tiene más que pasar el cerrojo y dar por terminado el ajuste de cuentas.

 

5

Al revés de como se revisa, el anoréxico ansía una variante ortográfica para llegar a puerto seguro. Se aprieta el cinturón y trata de comer los frutos de las coníferas. Hay congruencia en ese su avatar. La sevicia aún no lo alcanza, pero se anuncia que pronto debe presentar la carta de mancebía.

Las desavenencias resultan un desastre y cual un enredador de profesión, el anoréxico se enrisca y evacua un evangelio. Así y todo sale de garante y con un candil en la mano se desplaza por los sitios más sugestivos en busca del alimento nunca fielmente expresado.

 

6

Para echar un buen pulso se requiere un músculo que conozca su otra punta. De oferta en oferta se califica para competir en el nombramiento de los ofensores. Cada uno a lo suyo y sobre las mesas los complementos que necesitan los peritos.

Día y noche lo pernicioso se arraiga dentro de los cojinetes. La fama se balancea; el saber se vuelve cojo; se coge de prisa al embustero. Alguien se abriga y en su pecho nace una secreción de coral que es como un absceso sin amparo de la medicina.

 

7

A prueba de bomba un blanco fuma en lo negro y la oscuridad contrasta con la lucidez del individuo. Se simula una creencia y sus gajos penden cercanos al gabinete.

El ritual hace gala y cualquiera puede ser culpable de pederastia. La libación se desenvuelve entre sus misterios y se ensancha y después deviene en ensalmo que excita y que pone a la sangre en su justa ranura.

 

8

En el día de hoy sobran las copas, los diablos y los ahogos. Los bienes de fortuna se adecuan a las formas de la expresión. Mañana tal vez será otra fecha y se vaciarán los prodigios hidráulicos y las vísperas del empequeñecimiento de los robos habrá máquinas que descubran a tiempo el sucio escondido dentro de los trapos.

 

9

Con énfasis y lo dejaron mal parado. Por si fuera poco el fondo de su hornilla se quemó y se exageró su fastidio. ¿No? Frunció el entrecejo y, ampuloso, ponderó el dogma del enfado que trasluce un vigor de galladura.

A contracorriente sobrelleva su licencia como un contrabando. Busca al prójimo en la esquina que le conviene y con él pavimenta unos lutos que perduran por largos años. Acepta las amonestaciones para amodorrarse y luego, dispéptico, huye a la desbandada hasta perderse en lo ancho de las disonancias.

 

10

Sospechosamente se sortea el destino a cara o cruz. La indulgencia no se gana con ese método tan anticuado. Al pensar en ello, se le descompuso la boca y comenzó a disparatar.

En adelante sus furúnculos se beneficiaron de los valores de la futilidad. El paletismo se instaló con su aparato de primera clase. A montones le llegó la carne y entonces empezó a bizquear. Su perro quedó en el cuero y él lo sobaba con ramitas de jazmín. El alimento de desahogo lo aliviaba en algo, mas el empaque sufrió menoscabo y deambuló hasta dar con el quirófano imprescindible.

 

11

Las palabras como envoltura de la censura. El periódico mezclado con otros combates de papel. La envidia en su sentido apetecible. El huevo que sucumbe frente a la harina. La inflamación y el estuche. Lo fálico tras la cortina. Los rezos lejos del gallardo. La declinación, el decreto, de facto. Los dientudos mastican castañas y se les enriquece el seso. Por una fruslería mataron al que habló mal en público. Cordel y pañuelo.

 

12

En una tarde calurosa se encuentran ejemplos de lenguajes que puedan pesar luego en los folios. La mano recoge lo que le conviene y por consiguiente avala su virtud. La risa llega en automotor y entre parábolas se deshace en un manojo de nervios.

Puede haber mariposas negras revoloteando por allí, pero al toparse con algún pequeño mapa colocado en un rincón se extravían, parpadean y toman la dirección del cambio.

 

13

Difícilmente, como un alma en pena, el mozo cae bajo el peligro de recibir un premio de improviso. No está preparado para ello y se inclina con ademanes afectados.

En una mansión vecina se festeja con gran pompa porque el ahorcado se llevó su cuerda. Poco faltó para que el populacho se convirtiera en peticionario. El reloj se atrasó cuarenta minutos y los desechos no resurgieron después.

Cuando vuelva la enfermedad trazará de nuevo un derrotero que traerá resonancias. Alguien será encontrado boca arriba y contra cualquier argumento su muerte significará una represalia.

 

14

Suben los colores al disco y el rojo encarna el poder. El redondel se torna en una encrucijada y los zumbidos rugen con sus taimados mecanismos.

Los amigos no pueden dormir. Los golpes de la angustia no se amortiguan. Los perseguidores les pisan los talones y es un escándalo que no puede esconderse.

De tal suerte desaparecen las simpatías y en las tabernas se salpican los trajes. Un poco de ironía no está mal en estos casos, mas hay que acusar los golpes recibidos.

 

15

Descaminado al escribir. Incapaz de deshacer ningún entuerto. Tarde o temprano se acostará encima de un animal esquilado y así conocerá lo imprevisto, el bárbaro acontecimiento que le dará vuelta a su campana.

Se meterá en un líquido y allí mojará la pluma y redactará el memorial que causará un trauma. Como él es rechoncho y achaparrado obstaculizará la salida de ciertos fluidos. Desde lo más recóndito de su ser un primoroso aleteo lo acosará hasta obligarlo a tropezar con el cepo que lo aguarda.