Fábula en seis trozos
(¿O seis trozos de fábula?)

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Textos y dibujo: Wilfredo Carrizales

Fábula en seis trozos (¿o seis trozos de fábula?)

1

EL HOMBRE IRASCIBLE se enfada con violencia al caerle sobre la cabeza flores azules del emparrado, por debajo del cual debe pasar todos los días camino al lugar donde litiga. Es tal su rabia que el rostro se le expande y se le torna rojizo con vetas verduscas y los labios se le tiñen de un púrpura que estalla con pasión y le hace perder la poca serenidad de la que es capaz. Él profiere imprecaciones largamente sin llegarse a saber contra qué o quién van dirigidas, blasfema a diestra y siniestra y agita sus manos como si desease que ocurriese un gran derrumbe y se acabasen para siempre los pleitos y las querellas y se instalase en el orbe una eterna paz, pero al mismo tiempo está convencido de que le continuarán descendiendo encima de su redonda testa no sólo flores de añil, sino también vahos de polen y ramas secas o podridas y pedazos de panales de avispas con la avilantez suficiente para sacarlo de nuevo de quicio y procurar sus insultos infinitos.

 

2

LA JOVEN MANCA de la mano izquierda es la más genuina representante del buen estado de ánimo, de la euforia y el optimismo. Cualquier día resulta excelente ocasión para estar de fiesta y desnudarse y ponerse en la cabeza un gorro decorado con muchos colores y comenzar a danzar en la amplia sala de su casa hasta que el cansancio indique la hora de parar. Si se le quema el dulce que estaba cocinándose, pues una espontánea y fresca risa repara la falta de cuidado. Si la plancha caliente chamusca el mejor vestido, una risa de burla sitúa el acento donde faltó seriedad. Ella escucha a la gente quejarse por nimiedades y entonces retoza y brinca como una cabrita de historieta para niños. Canta con voz de falsete y sus ojos se convierten en unas indistinguibles rayas trazadas por el entusiasmo y un fluido de energía embellece su torcida nariz y da un respingo al comprobar el sincronismo de las moscas sobre unas migas de pan en el piso.

 

3

EL MONO CARMESÍ mira fijamente la película que se proyecta sobre la inmensa pantalla ubicada frente a él. Estupefacto, observa los detalles que muestra el filme. Hermosos y amplios bosques cruzados por ríos, cuyas aguas son tan cristalinas que reflejan muy fielmente lo que se encuentra sobre los árboles: aves en sus nidos y ardillas saltando de rama en rama y muchos micos durmiendo despreocupadamente ¿Hace cuánto tiempo vio por última vez un bosque tan extraordinario como esos? Ya no lo recuerda. Desde que vive encerrado sólo observa lo que sus captores quieren que vea. Quiere continuar mirando el documental, a pesar de estar tan cansado, tan abrumado por la soledad. De pronto, la pantalla de lona se enrolla y asciende hasta el tope de la armadura. Detrás aparece la ciudad de los hombres, con sus miles de automóviles afanándose por avanzar a través de las vías de concreto. El estruendo es insoportable y casi no se puede respirar. Los conductores se insultan mutuamente y se agreden. Los altos edificios apenas logran visualizarse... El mono sabe que esa pesadilla quedará instalada en sus órbitas con persistencia. Se le erizan los pelos y desea que cuanto antes caiga la noche para que le traiga su magra ración de frutas putrefactas.

 

4

EL SAPO RISUEÑO croa en su estanque y el agua no suele beber. Anfibio, desemboca en el juego del mago y se traga a los insectos todos. El sapo es ritualista y el verde le atrae por ser el color más halagüeño. Desde su esquina predilecta demuestra su sapiencia. Le teme a las culebras, pero se protege de ellas con un amuleto de rango superior y vegetal. Se apodera de las palabras que vuelan bajo y luego las usa en su discurso en los días libres de saña. Se le engrosa el tejido cuando va a llover y si hay relámpagos se oculta tras la oscuridad de las algas. Posee reciedumbre y no se raja tan fácilmente. A veces viene a visitarlo la rana y sin recato la sienta sobre sus piernas y le promete un alegre porvenir. Luego le pide que le frote la panza y el resto del tiempo lo pasa como un prodigioso riente. El sapo se encrespa durante su mejor actuación y sin exagerar saca colecciones de oficios de la nada.

 

5

EL OJO DE GRUESO PÁRPADO vive inmerso en el mar de las inmensas posibilidades. Atrae sin cesar a los escualos y sus cuerpos fusiformes dan vueltas a su alrededor, muestran los dientes y no le hacen daño. El ojo los mira sin parpadear y les impone respeto. Los escualos ambicionan su poder, pero no son capaces de arrebatárselo. Durante los terremotos el ojo se impregna de zumo de los corales y los tsunamis sólo lo mecen un poco. No recibe golpes; tampoco los da. Se agita en sus vértices si observa que los tiburones ambicionan su empresa de ojear. Sin embargo, el ojo no desmaya, aunque su estructura tienda a desmallarse.

El ojo de párpado gordo inventa agujeros para penetrar al otro lado de las leyendas pelágicas. En ocasiones se cansa de la torpeza de los escualos y quiere dejarlos atrás. El ojo se orilla y expresa sus tristezas y llora hasta que la pupila se le embizca y una corriente lo atrae hacia su órbita ciliar.

 

6

EL AVE COLOR LIMÓN está muy alejada de la avaricia. Únicamente le atrae lo que amarillea en su entorno. Seduce por su alargado pico y por su cabeza coronada de escasas y diminutas plumas. Con sus redondos ojos alcanza a ver las migraciones que se descuelgan. Su nido es un encanto de vivacidad y animación. Se comenta que ella renace de sus cenizas bajo el amparo de cucharas de madera.

El ave gualda expresa sus ambiciones con sólo aletear por breves instantes. Se alimenta de lo que le consiguen los colibríes y así puede empollar sus huevos por meses y meses. Nunca cambia de residencia, ni siquiera en el invierno. Se encorva si el tiempo se le hace pesado y entonces entra en estado letárgico hasta que la primavera le echa su aspersión. Nadie la ha oído trinar: solamente pueden escucharla los sordos que han perdido la razón.