Ella y los faroles

Texto y fotografía: Wilfredo Carrizales

Ella y los faroles

Ella y los faroles y el ámbito de la noche para ser moldeado y el mistagogo que no llega y la inocencia que desplaza la edad y la seda sin contratiempo refracta los destellos y se ladea lo que no se perdona y se tatúan en el espacio las esquirlas de la fatalidad y una plaga se escucha en una vecina república y un planeta forja una velocidad para vencer y a medias se cata la consumación de la alegría y prorrumpen los ecos de las calles sin nombre y las caricias se esconden dentro de sus ánforas y las fanfarrias, divinamente, se gestan en los hervideros de la geometría y los ojos de los insectos que espían siguen un orden inadecuado y las pajuelas declinan en su conquista.

Ella entre los faroles y nada se define y la claridad chamusca las pestañas y el fervor se torna nómade para vagar por la metrópolis y los nudillos de una mariposa se alargan y se obsequian y se escudriñan los minutos favoritos para encontrar seudónimos y lo gárrulo se aposenta al lado de las jofainas y una humedad que se domestica se transforma en envoltura y los papeles padecen de placeres compulsivos y la sugestión se atornilla sobre el mobiliario y cuelgan notas sexuales publicables y sin censura.

Ella con los faroles y la algarabía que no comienza y los baluartes de la epidermis se ablandan e imprecisas imágenes incurren en devaneos y a las brisas se les prohíbe actuar y lo pulsátil contiende contra arañas invisibles y el cambio de las verjas de tela le incumbe a los sentimentales y los preceptos encuentran, a duras penas, la coyuntura en ángulo y los codos sobresalen gracias a su apologética y a sus buenos modales y al término de los recipientes se transfunde un licor que atonta a los gorgojos.

Ella junto a los faroles y se añaden las constelaciones encima del techo y unas luciérnagas navegan por los hombros resentidos de oscurana y las blancas desnudeces se disputan la dirección del este para atrapar al sol trompetero y se deflagra una profecía en la unidad de su escondite y se denuestan las rayas y se tarda en transcribir los manuscritos y de una ignota dentellada se trunca un descote por demás espléndido y se persuade, sagazmente, a los propugnadores de aromas con desatinos y las llagas se lanzan en bajada por las escalinatas y desde unas esferas retorcidas caen conversaciones sólo aptas para adultos en duelo y se les otorga a los pulmones los pozuelos que requieren.

Ella aneja a los faroles y las claves de los mogotes imaginarios y todo lo que es capaz de aumento sin ejercicio y los tubos y las cuerdas que se desorbitan y unas barajas en busca de su astrolabio y una llovizna hacia adentro sin el estanque de sus huesos y unas monedas color de higo o bisutería y el correlato de las figuras que se extrañan para no corromperse y una música morbosa como anestesia y sucedáneo y una crisis en la vertiente de las fosas nasales, causa y fomento de estornudos y otras timideces.

Ella al lado de los faroles y la mutación como castigo y la ceniza en los talones y un negror que se aguanta apenas y un entretenimiento de manos devorando dedos y unas cuchillas entregadas a domicilio y varios huecos para tributar metales poco razonables y una enfermedad que da noticias y un himno a los necios y unas máquinas para sentirse cautivos y muchos pañuelos molidos o pulverizados y muy espinosos melindres y sombras de estrellas con sus ligerezas y ventosas para hacer girar las decisiones enhiestas y sustancias destinadas a los tabiques y mechas con sus ojivas y persianas detrás del iris y diafragmas de oídas y poco vigilantes y anillos con sus tijeras y estribos para el queso y pan adherido a sus ratones y ondas que estallan en plena madurez y restos de frutas devoradas por huéspedes con cara de mono y camisas hediondas a sardina y atisbos de grietas en los conceptos manidos y opiáceos para recuperar la dignidad y ensueños apacentados en los rincones fugaces y sustos y comejenes y penas con colgantes pellejos y vellos dichosos y excursiones a los baúles y algodones atravesados y sin muescas y placentas como tributo a la paciencia y la fe.