Como fases de la expresión

Textos y dibujos: Wilfredo Carrizales

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Como fases de la expresión

Tanto el césped como la buganvilla configuran su semblante y la catadura de la tierra ahusa el contorno y todos juntos se allegan al sitio donde la nada se vuelve pretexto para rutilar y asentar la apariencia de lo verosímil. Lo modular hurta la desigualdad en los detalles. ¿Y si de pronto una mirada hace surgir una golondrina desde lo hondo del mohín? No se crea que el ocre está muy alejado de las órbitas de la ofrenda.

Los pliegues se ahuyentan por momentos, mientras los espasmos de las comisuras tientan un escondite, allí en el lugar que ennegrece las cejas para saltarse el comodín. Va de relleno un pliegue y su etapa es la más amorfa del juego, pues se consagra a una efigie y a su erupción.

Se estampa una sonrisa; se obedece al mandato de los resquicios del estilo. En la cámara que subyace en algún ojo, un romero compromete su esencia y en el revés se insinúa el rompimiento de la imagen y la obra se escurre debajo.

La moldura de la piel expuesta a su gracia se llovizna sin pretensiones. Algo secular se ablanda o se suaviza y la ventura llama con su llantén de sencillez. ¿Apenas la larva que enemista vendrá en solitario, irrigada o en sumisión?

 

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Como fases de la expresión

Vuelve la fisonomía que ondea con la sangre y al lado se desmenuza un pan que no se ve. La nariz, a ratos, migra hacia delante y, a falta de pudor, sitúa la honestidad. El garbo se curva para afinarse y no recurre a métodos prestados.

Procede la boca por bocetos que calan y mojan. ¿La saliva suma y se impone? Chifla el agujero del habla. Adrede se derrama el esmalte de los dientes. La forja crea las arrugas para la colección de los contrastes. Propio del talante es la difusión del gorjeo. A la izquierda se recibe la derechura de lo muelle: posición y bocado.

En el entrecejo: una invención de cuchillo. En el continente: el desbroce y la encarnación del desatino. Se exulta el cutis al aguzarse las galerías de las horas y el efímero vaivén de los glóbulos ostenta ocho visitas y una hoguera.

La lividez sincera las atribuciones del rostro. En su género de búcaro, las cejas colman de diamantes al escándalo del día. No hay porqué escalar el fervor de los cabellos, sobre todo si la fiabilidad proviene del invierno o de su homenaje.

Una campana ríe tras la facción y la consulta. Un anzuelo pone el clima cálido y así no caduca el café. Oímos la gracia y el léxico de su superficie resbala hasta estrellarse contra la exigencia del enojo.

 

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Como fases de la expresión

Visajes separados por colores que perfilan los diseños. Una llama —¿o vicuña?— proporciona el amaneramiento, aunque la espontaneidad atiza sus razones y sus argucias. Otra cosa es la sosegada expresión de la mujer que pone en boga el atardecer de sus pupilas en contradicción con el principio de errancia. El verdor más ostensible se adueña de la restante faz y surge una fémina regordeta, muy dada a la ira y la molestia.

Portes que se modelan bajo las sombras o en estrechas islas de ruidos bélicos. Expresiones que chapotean de madrugada, entretanto los perros son beneficiarios de huesos en las longitudes de la hipotenusa. Esbozos de feria, cualquiera que sea la semana del alumbre y la mordacidad. Aires de fuerte ventura, pero también de inercia y de vindicta mayor, capaces de fulminar al cadmio en el interior de sus mercancías.

No ahorramos cabezas ni damos estocadas a los yunques. Las risas, después de los ejercicios. Los fornicios, variados y enfrentados a las efigies. Del garguero se extrae el holgorio y la anchura de las mejillas. La alegría se palpa y es comestible con su sal y su diaprea y se sube a la tabla donde desaparecen los ecos y retornan los granates. Los ceños se alejan ahumados y alguien asumirá su pena en el esplendor de la indolencia.

 

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Como fases de la expresión

¿Cómo animarle el rostro a la moza que por temporadas languidece? Le nadamos de peces en la verdura de sus aguas y con las escamas tornamos acuoso su mal humor. Pronto descubrimos que la sonrisa ha hecho destellos en ella y ya comienza a llamarse de otro nombre, de una singular manera que recuerda el movimiento y el trasiego.

Ahora las líneas están a su servicio y en su semblante recala un fluido que anticipa el prolegómeno de la certeza. Cuando se emplea a profundidad se persuade en nuestros y nuestras y tuyo y vuestro y en la mención avanza el quién y el cómo y el cuál y musitan las algas que en su haber se sostienen.

Se abarquillan las quijadas y unos colibríes dan sus presagios sin construir los nidos y por las riberas un desiderátum encuentra espalda y fechadora. La joven hala los febreros y provoca al anverso de las cosas y en su gesticular atina a desplegar la ictiología.

Desde su perfil se marca una abundancia de palafitos y de sargas y de jaspes recién nacidos. Unas ondas se adormecen en su filiación e, imperdibles, subsanan los alientos que se descuajan en las visiones sustentadas en los actos manifiestos.

 

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Como fases de la expresión

Trinidad de facciones y ninguna se demuda. Sí se crispan los atardeceres y los polvos en comparsa y los nudos que en su soberbia añoran el galgueo. Las desiguales arrugas exceden las supersticiones; superabundan en protocolos y no dan lumbre al franco espacio del pliegue.

La repulsión se plasma en los límites de las comisuras. El verbo no se distrae y tiende a surgir de fiesta en el periodo cuando se desdoblan las almas. Envejecen los párpados con el arte de anochecer. De tal manera, metálicos y ensangrentados, los ojos se hienden en el interior de sus mugres.

Se labializan las promesas y se machucan los crustáceos que escupen tras las orejas. Mañana habrá maderos con rostros esculpidos de oradores y nadie sabrá atinar dónde quedó el oprobio y el individuo que se calentó de peste inútil.

Otros derroteros, otras jornadas, otros hallazgos vendrán o se insinuarán. Algún vislumbre, cierta agonía, alguna verruga se dibujará o, acaso, se torneará. Se conformarán los rostros entre sí, al compás de un espanto. A bofetadas se impondrá la gallardía y los defectos de las apariencias se guardarán en el baúl de las comodidades.