Marchitez y sumersión, ¿derrota cierta?

Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

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Marchitez y sumersión, ¿derrota cierta?

En el parámetro escogido enflaquece la lozanía. No hay retardo o acaso relativamente íntimo se establece un diminuto pozo en la estimación de la hoja. Las aguas se agitan y propagan sus fenómenos de alternancia. Una sacudida desde el fondo nos deja entrever el laberinto donde las nervaduras se alargan, a pesar de las murmuraciones que son ondas para el revoltijo de la tarde que empieza a insinuarse.

Otra hermosura se ha instituido. Ocurre dentro de la circunstancia que tiende a formar un círculo, un ciclo que se exalta al vaivén de las sombras y sus señales. Aquellos flujos nos convocan y no se extrañan por nuestras consagradas inundaciones. Recordamos: los principios nos fueron dados para desplazarnos por sobre la superficie durante la diurnidad. El sumergimiento permanecía al margen, a discreción.

 

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Marchitez y sumersión, ¿derrota cierta?

Declinó la tersura y se inicia el imperio de la decadencia. Variadas formas de la vida pululan y decantan su pertinencia en torno. La ruina se estrenó con preludio que no se testimonió. Se desprendió lo que duraba y fluyó con las líneas de su refinamiento.

La partida se asentó en el reborde marcado por una inalterable altivez. Lo erecto busca trascender en medio de un desánimo que equivale a la nada. Ecos insonoros que maldicen y afligen. Mucho en la condena del inexistir. Nadie para significar el derrumbe.

¿Y si adviene una esclusa? ¿Algo cambiaría? Amagos para la ronda y ninguna libélula, ningún halago de cigarro. Pliegues duplicados y una oscuridad que pugna por coronarse. Cualquier cosa trémula en la interior porfía. Por lo pronto, el destino aconseja vacuamente. Un cansancio sosiega y la imagen de una fuente se advierte.

 

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Marchitez y sumersión, ¿derrota cierta?

Languidez: enfermedad que habita en un recodo de cualquier estanque. Lagrimal que recoge las secreciones de las plantas ahogadas. Amenguan las potencias y el fuego se margina y no discierne. Se imita a los vestigios de las supresiones. ¿El equilibrio se aísla afín? Será la multiplicidad en una colección de moriencias y declives.

La frescura en el intervalo postrero, sobre las capas de luces dispuestas atrás, mortecinas, distantes. Nacencias para un vicio con libertad. Mutación en las esferas inmersas y unos labios que rumian las cualidades de los acordes que tropiezan contra sus vigores. Lo híbrido flota encima de sus versiones que fluctúan en la ingravidez.

(Allende los rumbos de las corrientes se encuentran las inmortalidades ajadas y listas para embasurarse con el batir de las alas de los espíritus que soplan las velas).

 

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Marchitez y sumersión, ¿derrota cierta?

La pérdida de robustez en proceso, aunque haya la borrasca predicha. Los elementos se localizan en sus aproximaciones. Beneficio del marchitamiento para lo que se disuelve en el inventario de las procedencias. Tallas del antiguo verdor y ahora su oportunidad aplastada por el peso de los espejos subyacentes y húmedos. Un arrastrarse con piezas e ignotas peregrinaciones hasta el albur de lo otrora sagrado.

Inconstancia en la sorpresa de las aguas lodosas, relacionadas con la primacía de los cambios. Las vicisitudes trazadas a pulso de fluidos que conjugan sus abigarramientos. Reflejos para subir putrefacciones hasta la altura donde el sol se pone rastrero.

Muerte apegada a la escasa luminiscencia y las figuras foliáceas unidas a la vocación de un otoño de fronteras, cuyos signos se desvanecen con las brisas sin objeto.

 

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Marchitez y sumersión, ¿derrota cierta?

Impresión tras la rotación de la llovizna. En busca de celestes relieves para la actividad de los surcos del falso oro. ¿Los peces lucharon y fueron vencidos? ¿Y qué de sus duraciones prefijas con el loto que redundaba? Las palabras también han adelgazado y se les nota sus acusadas transposiciones vegetales. ¿En la fugacidad nos detendremos?

A las inmediatas, inconsútiles, se despojan las alterancias que flotan y desean trascender. La inmunidad no previene a sus congéneres y éstos saltan etapas para aplicarse al jubileo de las ondas. Ayer u hoy se sublevaron las leyendas y las cinturas azotadas de verdor se deslizaron a través de los cristales líquidos en procura de inanición.

El microambiente copia los contrapuntos de la opacidad y de la lucidez. No obstante, el ineluctable asedio dará al traste con las promesas de perpetuidad y lozanía.

 

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Marchitez y sumersión, ¿derrota cierta?

Envés y revés de la constancia de la inmersión. Lugar con un atracadero dibujado entre los reflejos. Una estela se desplaza con la sordina de su época que se ahuyenta. La mitad de la vida vagando, sofocada y en drama de aletas. Un solo acople para tanta complejidad adunada y laxa. Un vuelo agregado en lo rápido de la esencia virtual.

Acerca de los velos que se intuyen, memoria y hechos mudos. Fusiones y confesiones hasta hartar los dobleces sumergidos. Provoca irse a la diminuta isla del placer y lograr hazañas con brújula de carne y erotismo.

Las encarnaciones, sin embargo, se ensayan. Al ser espiritual se le arrastra bajo el agua y se le provee de merienda y frenesí. Total: lo marchitable avanza con su carga de aduana y hay que preparar el arriendo antes de que termine la ilusión.