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Micropaisajes

Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

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Micropaisajes

Oportunidad para mirar la escritura cursiva del terreno y aspirar las briznas de paja que no convoca el viento y rozar con las pupilas a las agujas del pino cansadas de coser las estrías en su itinerario por el légamo.

Se estampan frente a mí los signos que disienten de lo negruzco y proponen el nacimiento de un rostro que acalla aun más su silencio. Pero hay una permanencia de grietas por donde se escapan los aluviones del pasado hacia las preguntas sin riberas.

Es mejor no acatar la demanda de la arcilla y continuar al margen de las mudanzas hasta que la superficie supere la ilusión de mansedumbre y el error vuelva a renacer con las huellas de pies en franco proceso de migración.

No pensar en el polvo ni en la mitad de las dentelladas que los elementos todavía no han dejado escurrir sobre la inconstancia del humus, infértil ya.

 

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Micropaisajes

Desde el escondrijo surgen hacia el vacío las diminutas astas de la conjugación de los ladrillos. Estaban predestinadas a buscar un atajo que las condujese hasta el pasaje donde se arrastra la cercanía para no estancarse ni petrificarse. Apenas la luz rebota sobre las texturas más manifiestas, las astas perseveran en la tenacidad, en el ascenso y en la fijación de su hito.

Los gorgojos acechan, sin duda alguna, y preparan la trampa que torna famosos a los coleópteros. (Las luciérnagas no se incorporarán, acaso debido a sus señales de encuentros y desencuentros, a sus soplos contra los ángulos).

Creíble es que un recoveco se llene de trituraciones y de implacables desvanecimientos de una materia que, anhelando sobriedad, terminó yéndose al barreno de los huesos.

 

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Micropaisajes

Hojas secas sobre la verticalidad de la erosión. Manojo enjuto que respira por las cuarteaduras encima de lo estéril. Una resaca de eternidad lo lanzó al azar y nunca supo de inminencias, nunca se enteró de que el golpe provenía de un costado arbitralmente marchito.

Tantas metamorfosis para llegar a esto; tantos avatares para concluir en un sueño de geología; tantas revueltas para acabar siendo una nostalgia desplazada a mansalva. Un nudo de asfixia se prolonga al paso de un viento con carácter de invasor.

Bajo el suelo se escucha una bulla y un vértigo urde su ceremonia de desequilibrio y de pronto puede surgir un manotazo que triture a la hojarasca fundamental y la pegue al olfato de recóndita tierra, allende las excavaciones del saqueo.

 

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Micropaisajes

Torceduras del hierro en la tarde que talla una luz que no se seca. Pajas que no se duermen porque las absorbe la urdimbre de las texturas en su caída de lentitud. Un conglomerado de pedruscos y arenilla incomprensiblemente desliza una oscurana para ocultar los límites de las palpitaciones. Perdurable paisaje en el ojo que se arrebata.

Leves sombras alargadas se exhuman desde las grietas difícilmente alcanzables. Hay celebración por los espasmos de los colores que se clarifican. Contemplo el intento de destierro de las manchas y ese exceso en el trajinar me ciñe una soldadura en el ronquido de las pestañas.

Figuras que son como lenguas me hablan con oráculos de innobles carencias. No obstante, me informo de las sentencias que propaga el latido de la intemperie. Sí, perduro y paladeo el sobrio sabor de la cal en medio de su ambivalencia.

 

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Micropaisajes

Ríe con cinismo la pared y la mueca en que su boca se convierte es flanqueada por pajas de un solo invernadero. Temporalmente ese fue el lugar de mis preeminencias. Yo me sentaba en tal sitial con la espalda abrigada por las zarzas que mendigaban. Vestido a la usanza de los carbonarios alejaba de mi mente las travesías de las visiones y la red infecunda de desconches, protuberancias y vanos reflejos.

Quien me encontró repasando las pertenencias de una calavera insinuada no logró reconocerme y se marchó dudando de su temprana fe en la alquimia de los cromatismos.

En cada resquicio escarbé en busca de los insomnios del concreto, mas no me fue dada la posibilidad de hallar la memoria de la diminuta tormenta que gemía en los adentros. De esta manera, mi impecable liturgia se perdió en el entrecruzamiento de letargos.

 

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Micropaisajes

Gusanos vegetales han caído sobre los guijarros de alba quietud y las ramas y hojas sin jugos presagian la invulnerabilidad del instante. Se han condensado los alientos para transfundirse a los arrastres de las horas que se ciegan por no saber vaciarse a tiempo.

El lugar —¿un boquete en algún bosque?— acoge a las pisadas antes de que éstas se produzcan y borra cualquier alteración en el orden de las sonoridades. ¿A semejanza de cuál locación podrían alterarse las conexiones o los parentescos que pugnan por aparecer separados? Aquende la lumbre, un cuerpo, en su vaguedad, se remeda como un cedazo de cuerdas crujientes y luego exalta un esbozo de escapatoria dondequiera, correspondiente y al lado del cerco del destino.

¿Y a expensas de cuáles insectos podrán vivir los pájaros que se posen encima de los anuncios de un despliegue en la configuración menguada?