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Mi Sumo, creador de historias muralesEntrevista con un creador de historias murales

Texto y fotografías: Wilfredo Carrizales

Había escuchado hablar de Mi Sumo en cada ocasión que visitaba el Distrito de Arte 798. Por ser un individuo sumamente esquivo y huraño, resultaba difícil ubicarlo y entablar alguna conversación con él. Una tarde de sofocante calor veraniego caminaba con una amiga por una de las calles menos concurridas del distrito de arte. De pronto, mi amiga me señaló a un personaje desaliñado, vestido con ropa deportiva azul oscuro, pero muy sucia, quien estaba sentado en un banco de concreto y se enjugaba el sudor con un mugriento paño que en tiempos olvidados había sido blanco. Era Mi Sumo. Estaba cansado y no pretendió huir. Más bien me sonrió cuando me le acerqué. Mi amiga nos presentó y de inmediato le propuse una entrevista, la cual aceptó muy complacido, como si la estuviese esperando desde siempre.

¿Por qué te has interesado en crear esas raras escenas donde mezclas animales con seres humanos deformes o un tanto fantásticos?

Yo no persigo ese fin deliberadamente. Primero acuden parejas a mi mente y luego se van tornando en grupos entremezclados, en donde cada ser posee sus propias características y su propia función dentro del todo y al mismo tiempo se concatena con la escena total.

¿Puedes tú decirme algo acerca de tus comienzos en el mundo del arte mural?

Desde pequeño me gustaba recrear sobre las paredes a los personajes que aparecían en los comics de mi época infantil. También “colgaba” de las paredes a los demonios, fantasmas y monstruos que acudían con frecuencia, casi cada noche, a mi casa de pesadillas y sueños amenazantes. Mi padre me castigaba con dureza por “ensuciar” las paredes y los vecinos comenzaron a odiarme y denunciarme a la policía. Entonces huí de mi casa a los catorce años y desde entonces vivo donde la noche me otorga un refugio. Este lugar era antes una gran fábrica y tenía galpones y talleres abandonados. Yo los convertí en mi seguro albergue y “tapicé” sus altas paredes con espejismos oníricos que posteriormente fueron destruidos por burócratas imbéciles. Por fortuna algunos amigos periodistas les tomaron fotografías y aparecieron en una revista marginal de arte.

¿Has mantenido un estilo a través de tu trayectoria o has adoptado nuevas características para tu obra?

Ciertamente desarrollo mi talento con cada tiempo que viene y los lectores asiduos de mi obra pueden percatarse de los cambios que se producen en cada ocasión. Parece obvio que mis creaciones han seguido una evolución constante.

Las historias que tú creas sobre las paredes frecuentemente conjugan el pasado con el presente. ¿Hay algún objetivo especial en ello?

Yo vivo en un tiempo continuo donde pasado, presente y futuro conforman una unidad indivisible. Esto, de manera natural, se refleja en lo que plasmo encima de los muros: recién nacidos jugando con esqueletos que bailan o ancianos copulando con crías que son amamantadas.

¿Tú piensas que tus obras les infunden horror o asco o pánico a los observadores?

Eso no es de mi incumbencia. Cada quien es dueño de sus propias emociones. Yo sólo soy un creador que se guía por sus propios y personales impulsos. Cuando creo no pienso en un determinado público. Mis gustos y mis impulsos no coinciden con los de los tontos que andan obnubilados con la cultura de masas.

¿Tú consideras que tu arte puede ser eterno como el simbolismo de tus criaturas?

¿Qué pregunta es ésa? No me inquieta la eternidad ni ningún otro concepto abstruso. Yo soy eterno en la medida que mi presente se haga materia tangible, emoción disfrutable, sorpresa inefable.

(Temí que Mi Sumo se hubiese enojado. Pero no. Continuó afable, sonriente, con su expresión de picardía. Aprovechó la cesura para tomar un largo trago de agua. Después de él eructar retomé el cuestionario).

Algunos “especialistas” frecuentemente afirman que tu creación no es arte. ¿Qué opinión te merece tal afirmación?

Los criterios de los “especialistas” siempre me producen dolores de estómago y la consiguiente diarrea. A los señores o señoras “especialistas” sólo les preocupa sentar cátedra para que acudan a ellos los bobos hambrientos de “iluminación”. Yo me río de los “conocedores profundos de arte”, de las leyes del mercado, de los mercachifles y de los manipuladores de la estética al uso. Los burócratas que tratan de regimentar al arte y ponerle cortapisas y directrices hacen un triste y deprimente papel. Mientras en las ciudades existan paredes mi arte sobrevivirá por encima de la basura y las miserias. Cuando ya no haya paredes pintaré sobre los culos fofos de los funcionarios represores.

Me gustaría que me refirieses cuál ha sido el momento más feliz de tu carrera como creador.

Yo nací a principios de los años cincuenta del siglo XX. Soy oriundo del norte y desde mi nacimiento las regiones septentrionales han sido mi escenario, mi lugar de batalla y mi ámbito para la creación. Creo que cuando cumplí los dieciocho años y logré crear una larguísima historia sobre los muros de contención de un puente recién construido sentí que ese momento irrepetible era el más excelso, feliz y gratificante de mi vida. Aún hoy lo sigo creyendo. Aquella creación sobre el puente se convirtió en otro puente paralelo, más hermoso y necesario que el puente real. A través de mi puente crucé la definitiva frontera que me condujo hasta los derroteros donde los dedos de mis manos se transformaron en pinceles y mi aliento en vaporizador de colores. Yo siempre supe el significado que tenía mi obra porque yo me introducía dentro de mi creación.

¿Tú disfrutas a plenitud con lo que creas?

Yo me divierto hasta la exageración con los juegos. Mi creación también forma parte del conjunto de juegos que me fascinan. Yo juego y me juego mi cuerpo y mi alma en el acto creativo. La creación se independiza de mí y juega conmigo. Ambos jugamos e inventamos nuevas diversiones, nuevos paisajes urbanos, nuevas circunstancias para que la energía transformadora subvierta la realidad infamante. Creo en el juego; creo y juego; juego donde creo.

¿Qué edad tiene tu creación?

La misma edad que el hombre de las cavernas. La misma edad que el rústico pincel del brujo que pintó los ojos asombrados del búho sobre una roca del desierto.

¿Antes hubo otra persona que haya intentado entrevistarte?

Un yanqui gordo y medio loco me persiguió hace unos meses durante la mañana entera. Quería que le concediera una entrevista para no sé qué revistucha de vanguardia de su universidad. Casi me hartó su insistencia y por poco le lanzo a la cara el pedazo de pan duro que estaba comiéndome. Al final me trepé a una azotea y desde allí le dije unas cuantas verdades que grabó con mucha solicitud.

Últimamente he notado que has comenzado a incluir en tus historias máquinas futuristas. ¿Cuál es la razón?

Antes de pintarlas en las paredes he volado dentro de esas máquinas que tú llamas “futuristas”. Yo las considero máquinas espirituales, producto de mis anhelos por escapar de la globalización y la estulticia de las ciudades que consumen desechos sin cesar. En el interior de esas máquinas se puede tener la experiencia de la libertad total: la utopía voladora y sin restricciones impuestas por ningún partido político, iglesia, sindicato u organización humana castrantes.

Tus frecuentes viajes al interior del septentrión, ¿son también fuente de inspiración para tu creación?

Del septentrión obtengo lo que la ciudad me niega con saña y persistencia. Esa zona amplia y cardinal para mí es como una manga de una gigantesca camisa donde encuentro lo necesario para mí: bestias que me comunican sonrisas, campos con memorias infalibles cruzados por gentes crispadas, dédalos donde conviven criaturas desesperadas y seres sin ningún asomo de temor y muchas y numerosas y diversas máscaras, marionetas y actores descabezados y comparsas de circos y enanos con falos oscilantes.

¿Qué piensas acerca de los fenómenos sociales y el arte?

El arte libertario y libérrimo tiene que llegar a convertirse en el fenómeno social que cualitativamente supere al resto de fenómenos y los ponga a su servicio. Sólo así la humanidad podrá entrar en una insólita era donde los creadores sean los que dirijan al resto de la sociedad a través del impulso estético de sus obras.

Mi Sumo se marcha arrastrando sus chancletas¿Quieres agregar algún comentario final?

Mi arte no puede ser tildado de fantástico. Fantásticos son las guerras, los genocidios, las hambrunas, el caos derivado de la destrucción de la Naturaleza, las quiebras fraudulentas, los monopolios... Mi trabajo me sorprende a diario como sorprende la noche al pájaro en pleno vuelo. La variedad de mi sistema comunicacional está allí y únicamente lo podrán leer los que estén alertas y con los ojos floridos y humeantes. Yo soy el mejor ejemplo de una experiencia al margen de los controles del Estado. A mí no me interesa la amplia popularidad. Estoy consciente de que nunca habrá una colección de mis obras y eso para mí tiene un enorme significado de comicidad y desparpajo. Los recursos de mi creación son infinitos y me reconozco en el valor intrínseco de mi arte y en su verdad que cuartea las caretas de los cobardes y los tímidos.

Intento estrecharle la mano a Mi Sumo en señal de despedida, pero la evade y se pone de pie. Toma un poco de agua de su bidón, hace gárgaras con ella y luego la traga. Sonríe ampliamente y nos da la espalda. Se marcha arrastrando sus chancletas. Lleva los pantalones un poco enrollados y un envoltijo de ideas en la cabeza hirsuta. Al pasar frente al automóvil de mi amiga hace el amago de limpiarle el polvo con su paño mugriento. Su última creación queda sobre una pared para que continuemos conversando con él.

Mural de Mi Sumo