Textos, ensamblajes y fotografías: Wilfredo Carrizales
CAJA UNO
En su transición la mujer llega cargada de hojas, generosas en su fecundidad. Ella se instala en su cubículo y las texturas vegetales la encierran con su sabiduría. Un venturoso sentimiento de quietud le embellece aún más el rostro. Física y mentalmente se corresponde con la abundancia que la estación porta. El cielo cabe también y no se tornará gris. La melancolía se aleja como se aparta el resquemor del verano. La mujer ya está madura para su fertilidad y sabe que la siega será próvida y afluirán los poemas con sus hilachas antiguas, pero rejuvenecidas por el color del humus, el rocío y el chirrido de los grillos.
Se nota que duerme un semblante que aguarda la sazón de la mañana. Diversas tierras le moldean un sueño y producen en su emoción una cierta manera de otorgar. Empieza a ser joven y contraría a toda lógica. Brota con las hierbas de otoño y su hemisferio pasa de la actualidad al tiempo posible. Si murmura que conoce a Arcimboldo los meses fastos se convertirán en su acepción de la fórmula que no solemniza la naturaleza.
La mutación es un testamento que se hace notar entre las nervaduras y personifica a los granos que otros contaron. Larga resulta la hidalguía y la cosecha dejará sus bienes aposentados sobre libros, mientras el musitar de la beldad alcanzará la altura de la música que devendrá en comestible y alegría.
CAJA DOS
Peces que intiman con las luminosidades para expandir la existencia más allá de la madera, el papel y la arena. Peces que se capturan de acuerdo con el tamaño de sus cursos. También saben mutar y cambiar bajo la opacidad de los elementos. Ellos describen con sus colores a las heroicidades de antaño. En los bordes de su vida se asoman unos mosaicos hechos de ríos. Una pura imaginación los baña para que visiten los sitios sagrados del recuerdo y de la apoteosis pintada.
Peces que glasean en las aguas inexistentes y sonámbulas. Ellos se maravillan con su intrínseca sicología y van a sugerirles a los alquimistas los procedimientos para revertir la piedra pómez en linfa del pentagrama. Luego cierran el ciclo de la salvación y contravienen a las figuras sin espinazo.
Peces que merecen los fluidos del mercurio y la espiritualidad de las edades; que se reúnen en las igualdades divergentes; que caracterizan las verticalidades para abscribirse al canon que los ubica entre la razón y la duda; que fisgonean ocasionalmente con ojos marchitos, a pesar de las sustancias que les causan ictericia...
Animales acuáticos expertos en la materia ovípara, pero con remordimientos por no saber llegar a anfibios y tener que endurecer sus estómagos con las primarias inocencias de los retornos. Peces desaprensivos, con el alma puesta en las direcciones laterales. Peces que comienzan la intrusión de cabeza y terminan por cubrirse de enojos o de predaciones apenas reveladas. Peces que antes flotaban en una bondad que era tangible y que ahora sucumben en un barro incomprendido y que tiende a ratificarlos en sus secretos de escalas sinuosas. Peces inconscientes de sus ancestros y a la espera de un aviso para contornear su pretérito e intuir la incandescencia que se esconde en sus nombres imposibles.