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Composición con peces muertos

Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

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Composición con peces muertos

Murieron por un exceso de vida. Plétora en el humor de la modernidad. Sus insomnios fueron bamboleados por la corteza sucia de las aguas. Sus alcancías de escamas se rompieron bajo el enigmático peso de un cielo que arrojaba monedas de óleo. Sus nombres sucumbieron ante la amarga añoranza de las postales.

De espinas se sintieron satisfechos hasta el desarrollo sin mesura de los estanques. La naturalidad de sus cuerpos en descomposición emigró como adorno de pinturas que cuelgan en laberintos.

Más hubiera valido la decapitación por el fuego; la sublimación por atajos de luz que mordisqueaban. Ásperas se fraguaron sus muertes al fundarse el dominio de los ácidos y los detritos.

Sin embargo, sus aletas parpadearon dentro de la bujía de las noches en busca de auxilio y de transparencia en medio de las dentelladas de los ídolos de vidrio. Sus desarraigos se multiplicaron y las cucharas más fieras se encargaron de brindarles las sopas que los convertirían en fardos. Entre boqueos impares el poco oxígeno crujió hasta perderse.

 

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Composición con peces muertos

Peyorativos en las orillas más que mezquinas. Las sustancias de las pezuñas mutilaron primero sus figuras que nadaban sin discordia. La metamorfosis les ganó la audacia de sus organismos que palpitaban en los torbellinos. Hacia el poniente ahora se desintegran con una errancia de desperdicios.

Murieron atrapados en las subastas de martillos en acecho. En sus ojos un manto yerto destila guijarros quebrados, fugitivos, poseídos de un eco converso. Ahora el desamparo es su alberca que no se levanta ni puede andar. Las nubes amortajan sus rumores de levedad y putridez.

Mejor enmarcarlos y contemplarlos a través de una ventana donde los anzuelos sean las flores de su luto. Los percibiríamos aún en su temblor de colores irreversibles. Su condición nos avergüenza porque ya viven pegados de las costras de la anonimia. ¿Qué manos los atraparán en los actuales momentos que no resulten manos enemigas, andrajos de uñas y de codicias?

Ciegas se disuelven sus manchas y les tuercen las bocas en un despropósito de delación y asfixias. Habrá que disponer cuanto antes las tinas para sus retratos y para los últimos restos de su vocabulario desprovisto de hambres.

 

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Composición con peces muertos

¿Quién o quiénes aseguran que un cúmulo de pisadas no entorpecerá sus sueños de justicia? Algunos labios descifrarán sus heridas y otros recomendarán su traslado hasta el ámbito de las naturalezas muertas. Como si no existiese ningún vínculo con el atavismo de los fluidos. Como si una demencia se afanara por resucitarlos para aniquilarlos de inmediato.

Las ondas del lago poseen trampas abiertas y en sus recintos de agujas se trama el trueno que desorienta y mata. Donde el lodo embala su porvenir los peces encuentran la inconsistencia de sus hilvanes y la solubilidad en lo malsano de la geometría acuática.

Después de muertos es posible que se percaten de la memoria que los acompaña. La envoltura de su indomesticidad tenía que ser rendida, doblegada, extrañada hasta la exasperación. Otras leyes tenían que imponerse sobre sus movimientos ganados por el silencio. En sus asambleas no hubo razón para las sospechas. Por eso, ahora no se reconocen y ni uno de ellos es capaz de ser el emisario de la longitud.

Un fulgor de perversidad impide sofocar sus heridas y sólo las lenguas del viento acuden por momentos a lamer sus credos de trascendencia.

 

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Composición con peces muertos

Ya han partido aunque todavía se les nota allí. Es que no se sosiegan con tanto desamparo. Una travesía de incesante retorno los catapulta una y otra vez y los proyecta contra el lindero de los desprecios.

Eran fosforescentes en la soledad de sus minúsculos siglos. Habían protagonizado diversiones y habían asomado sus cabezas en busca de un aire que no hediera a traición. Recibieron pedradas y huesos torvos; confabulaciones, vértigos de la insania. Lo mortuorio fue fulgurante y decisivo.

¿Se reconocerán en su actual composición pictórica y merecerán el esquema que no los desencarne de su pasado de rituales? La inocencia hablará por ellos y aseverará que innumerables manos auparon el delito. Luego hubo pregones de feria para el lanzamiento prematuro de los espinazos en el azogue de las risotadas.

Cuando se vuelvan a sumergir el lastre será la crónica en el escaso estruendo de sus sepulturas. Desdibujados, torcerán todavía más las sombras que accidentan su destino.

Nunca más le arrancarán al pájaro un trino en la trinchera de cañas; nunca más trenzarán las raíces del dormitorio subacuático; nunca más rondarán la perfección de los asilos en las lloviznas con luceros.

 

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Composición con peces muertos

Piscívoros ajustes de la materia en descomposición. Precipitación de la química que no se pesca. Adhesión del sustrato en las horas frías de las agallas que respiran en el funeral.

Solamente las moscas organizaron un corro de festejos. Los niños les huyen a los peces huérfanos de vitalidad y se limpian las suelas de los zapatos con pedernales de sebo. El balance no puede ser más fanático.

Los dientes se han evadido. No han amanecido en sus duchas fronteras. Trocaron su territorio por un encantamiento de reflejos falsos y contagios en el subsuelo. Una quemadura lenta apaciguará el ilusorio descanso.

Sobre las piedras resuenan los gorgojos del desmedro del pez colectivo. Sobre sus pieles se estampa una llaga que salpica con su morbo. Encima de las rocas un pavor pueril se escabulle para agujerear el lienzo perfecto, la tela que ganará honores en el certamen de los desvalidos. En las epidermis franqueadas de huecos el misterio muestra su plato para la cena del avaro.

También la muerte de los peces embellece los arreboles y les otorga las mutaciones que encresparán los amuletos de los pescadores furtivos. Preparan sus valijas y sus cajas de acuarelas los peces que conviven en la muerte. De repente se devorarán entre sí y ensangrentarán un nuevo episodio estético.