A partir de la muerte del perro

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Textos y collages: Wilfredo Carrizales

A partir de la muerte del perro

...Todas las miradas concurrieron hacia él y no hubo pestañeos y las pupilas se agrandaron para que ingresaran los colores y las texturas de la rigidez. Perro apaleado, perro atropellado, perro violentado por la furia del azar. La sangre manchó el pavimento y quedó allí para beneplácito de moscas y moscardones. Can vapuleado y sus derechos puestos en la picota. Ni su perra le trajo un abrigo. Perro acometido por el capricho de la sevicia. A la hora en que se perpretó el crimen su cuerpo andaba desorientado, en busca de un poste para orinar. Perro trashumante con el hocico insensato, percudido y con una tristeza interminable. Perro cazado en su temporada, en mitad de la calle y que nunca aprendió a quedarse bajo los cuidados de nadie. Perro apto para la persecución de quimeras y que tiritaba con el rabo entre las patas y con las heridas proclives a ser llenadas de gusanos y mugre. Perro con la sangre mezclada, falto de adiestramiento para huirle a los tiros. Perro que quiso llegar a grande y olfateaba donde no debía. Perro tragador de salchichas sepultadas bajo la basura. Perro que no logró agilidad, ni agudeza de olfato, ni vista perspicaz. Perro con el alma torcida, originario de noches sin término. Perro a perpetuidad encorvado que desperdiciaba hasta al más mísero hueso. Perro con la reprobación a cuestas, temeroso de la rabia, con el frío riguroso alcanzándole el espinazo. Perro con pulgas difíciles de engañar. Perro que nació para no ser fiero, sino para flaquear, para que le dieran con el garrote justo. Perro nadando permanentemente en el desengaño. Perro cadáver, perro trabado en la imagen donde persevera aprisionado...

 

Y la niña se ha roto ante el espectáculo

A partir de la muerte del perro

Y sus ojos buscan en el cielo al dios de los perros y clama, desde sus labios sensuales, por justicia y otros ojos la observan y rezan un responso por el can degollado o desnucado o ahorcado o pasado por las armas o apedreado o acuchillado o despanzurrado o masacrado y la infanta quiere llorar y no la acompaña el llanto y se pone más chiquitica y parece un duende niquelado con las pupilas saltonas y la zagala continúa agrietándose y un fluido albo se incuba en su alma y no le sirve de obstáculo en la ruptura que persiste y es que casi se sigue escuchando el postrero ladrido del perro y la niña se rompe en su naturaleza y no encuentra cómo prepararse para un duelo y ya el boquete ha hecho intrusión en ella y se evidencia una desintegración y no sabemos hasta cuándo el chucho tieso será capaz de permanecer inconmovible y la angelical figura se desmembra y relaciona una monotonía y sus flores no se abrirán más si tal ocurre y su risa de otrora luce truncada y se hacen migas sus pestañas y todo porque el can apenas rebota y comienza a ser comido por la reverberación y la chiquilla avanza en la cuarteadura y nada hay que pueda interrumpirla y se fractura el silencio y se parten las ilusiones del juego y todo se desdice y no existe equivalente que valga y lo roto emite su olor como un rombo en una esquina perdida que puede ser precisamente aquella donde el animal canino ha perecido sin complemento de supervivencia y esto provoca en la muñeca un sentimiento de andrajo y una refractación y una racha de jirones y un destrozo en el segmento de su orgullo y si aún quisiera gritar un arpa se le quebraría inevitablemente en la garganta y en nada ayudaría al perro en su condición...