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Pies de más, pie de menos

Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

Pies

PIES que me llevan y se juntan. Se cuentan sus cuitas. Se intercambian los sudores. Se reconocen por las distancias caminadas y sucias de tierra y periplos.

 

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PIES que ensayan una huida a través de los albañales. Pies que acumulan guijarros para defender las salidas de emergencia. Pies trenzados y encandilados por los focos policiales. Pies con abundancia de criterios y rasguños en las adyacencias.

 

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PIES con bolas de hierro en los grabados antiguos. Pies que se fueron. Pies que se oxidaron y se casaron con la herrumbre de los calendarios.

 

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PIES que en la pared afirman sus huellas para un mejor despertar. Pies enjutos como en comedia. Pies que no se mojan y así pueden encender la lumbre y aventar el candil.

 

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PIES sin misericordia, pero con mucho estropicio en las uñas. Pies que sólo avanzan en suelo llano y parecen de jinete sin montura o acaso con los calcañales bienvenidos en las grietas.

 

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PIES que conocen la ventura y su manera de entrarle. Pies que van derecho al centro del calzado y allí adentro despliegan sus saberes.

 

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PIES para aplastar a los gatos que duermen absortos en los portales. Pies que para siempre maúllan y espantan a perros y ratones por igual.

 

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PIES que aman las ranuras y en ello agotan las fuerzas. Pies obnubilados por pedruscos sedientos a quienes les niegan el agua o sólo se las suministran por goteo. Pies que se asoman a los abismos inmediatos para conocer el futuro. Pies tras la magia de la astucia y el regodeo.

 

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PIES nacidos para estar de pie y obedecer a pie juntillas el reglamento de los forzados. Pies inmodestos, ariscos y poco laboriosos. Pies que desbaratan el largo aprendizaje.

 

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Pies

PIES que se deslizan a la francesa, nunca a la suiza. Pies curvados bajo la mesa en procura de una pata para rascarse. Pies que en un instante dicen lo que valen.

 

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PIES para los que van a ser ahorcados. Pies que no sudan frío. Pies desprendidos, en tránsito y casi en cueros. Pies que abrevian la regla de la muerte.

 

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PIES de sustancias medicinales. Pies de santos de iglesia. Pies adorados por los píos en las tardes con poca luz.

 

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PIES que ya no duelen, exentos de llagas y contorsiones. Pies ideales para el filo de la sierra. Pies para las sangrías de las beatas.

 

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PIES ególatras. Pies que a ciencia cierta conocen su destino. Pies que se asoman al vacío de los recipientes. Pies de arriba, de la superioridad del equilibrio. Pies en busca de un circo.

 

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PIES que se amoldan a la letra. Pies intelectuales, pensadores, sabihondos. Pies ausentes en las comitivas de los entierros. Pies de largos alientos. Incansables y tenaces.

 

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PIES en la quietud del movimiento. Pies horizontales. Pies que encuentran el alivio al margen del ventilador. Pies empolvados con esmero al borde de la cama.

 

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PIES que son manos por lo trabajadores. Pies de aguante y correteos de liebre. Pies excusados, mas nunca consentidos. Pies que se movilizan tras el silencio de costumbre.

 

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PIES para ir al banco. Pies de paciencia y levantados de mañanita. Pies en el exordio de las acreencias.

 

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PIES noctívagos. Pies enamoradizos. Pies que entienden de requiebros y alcanzan finales de pasmo. Pies en pleno florecimiento y merecido botín.

 

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PIES que espantan a los gallos. Pies que afean las calzadas. Pies sin piedad. Pies de dura piedra. Pies de piezas bellacas que ofenden las miradas.

 

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PIES en las cornisas como en juego absurdo de ajedrez. Pies que son imanes en las oraciones que se improvisan. Pies que transfieren a otros pies la savia de los recorridos.

 

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Pies

PIES de petimetres. Pies que hacen mugir a las féminas salaces. Pies para ser arrojados al lodazal. Pies de flores marchitas. Pies del hazmerreír. Pies que se exprimen por sí solos y se emborrachan.

 

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PIES que en las hendeduras metálicas siempre se topan con animales fugitivos. Pies temerarios hasta la impotencia. Pies crispados y a la espera de rasgar velos vegetales. Pies que desnudan a la hembra con sólo un ligero vaivén del empeine.

 

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PIES sobre los cuales se echan las gallinas. Pies mostrencos y de humos bautismales. Pies yerbales o amansados en el lomerío. Pies destinados a las zancadillas del chiquero. Pies mudos y brutos.

 

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PIES de arcilla en el mercado de las pulgas. Pies enzapatados sin saber porqué. Pies-objetos en las vitrinas de las tiendas de moda. Pies de remedos y fragancias postizas. Pies de mírame y no me compres.

 

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PIES que apoyan a las estatuas vivientes. Pies ágiles como tortugas viejas. Pies en remezón constante y oficio de sucumbir. Pies cosidos por encargo.

 

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PIES injertados a lustrosas botas. Pies con orzuelos y lutos de rosales. Pies de ignorancia marital. Pies montunos que se desplazan al revés y oponiendo resistencia.

 

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PIES contiguos, aunque en permanente contradicción. Pies en rivalidad y peleas a poca distancia. Pies lombrosianos. Pies proscritos y sin posibilidad de defensa. Pies que en la cárcel se vuelven fieras.

 

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PIES con fecha de defunción adelantada. Pies en proceso de inhumación. Pies viudos. Pies con sinos prefijados y sellados en primera estancia.

 

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PIES fotografiados o dibujados en el baño. Pies explicados con comentarios obscenos y picantes. Pies teatrales y de largos monólogos que nadie entiende.

 

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PIES aceitunados. Pies en un verdor mediterráneo, poco proclives al elogio de los besos. Pies ocasionales o en superación de pretextos. Pies que se faltan el respeto al caminar con desgano.

 

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Pies

PIES ahítos de bibliotecas. Pies pretendidamente cultos o eruditos. Pies incendiarios y carentes de brillo. Pies prensados por el saber. Pies esparcidos en mitad de las colegiaturas.

 

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PIES principales, pero ausentes de principios. Pies que urden de medio a medio. Pies que se dividen para vencerse. Pies peones para las emboscadas en las escalinatas.

 

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PIES belicosos y en son de guerra. Pies expuestos a las balas certeras. Pies enfermos y con sustos de atletas en minusvalía. Pies que dan coces como becerros. Pies hundidos en el anonimato.

 

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PIES de alientos de palomas. Pies puntiagudos cual colmillos de narval de museo. Pies forzados a trabajar en el reclutamiento de mancebas. Pies colgados, cabalgados, compungidos. Pies asados dentro de sus aros.

 

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PIES amedrentados en las escotillas de los barcos. Pies mordidos por las velas cangrejas. Pies metamorfoseados en el desquite de los corales. Pies que no encuentran los bajíos apropiados. Pies con virotes y consistencia de maderos. Pies envueltos en las tormentas de caracoles.

 

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PIES prosaicos eliminando la libertad. Pies inoportunos, putos, rastreros. Pies armados con tizones y puñales. Pies colgados de sus pellejos. Pies ruines.

 

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PIES jorobados por las imprentas. Pies rampantes como leones amortajados. Pies arenosos y con desliz de sabañón. Pies de lobo afeminado. Pies embutidos en un solo pie. Pies claveteados y con juanetes.

 

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PIES transeúntes y sin domicilio conocido. Pies malandrines. Pies con dedos parecidos a cañones y en subida de cuesta. Pies en lontananza con tufos de desconocido origen. Pies asentados y sin pareja. Pies agobiantes.

 

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PIES que presionan los fluidos para aproximarse con cautela a los manómetros. Pies licuables en el escozor de los veranos. Pies vaporosos y de tráfico sutil y vicioso. Pies no afectados de embotellamientos ni otras incoherencias. Pies que hipnotizan con sus humores de seducción y viscosidades perturbadoras.

 

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PIES caídos de la misma mata con el mismo aguacero. Pies que cojean al comerse el hollejo de los talones. Pies en desacierto permanente y plomo de cautela.

 

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Pies

PIES traedizos, cuasi lloviznados y propulsos. Pies empezados y jamás terminados. Pies a medias aguas y huérfanos de palangana. Pies entorpecidos por el aire, vituperantes. Pies de escasa relevancia social, en olor de anarquía. Pies quebrados y requebrados.

 

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PIES con valijas hurtadas. Pies victimizados. Pies que flaquean en las harturas. Pies que echan tierra en los umbrales y zaguanes. Pies que han perdido el estribo y el señuelo. Pies que no caben en parte alguna. Pies adoloridos en su justeza de pólvora. Pies accidentados en los pasos a nivel. Pies obstinados con las alforjas repletas de comedimientos. Pies que aman la insolencia.