Para tus falsos prejuicios

Texto y fotografía: Wilfredo Carrizales

Para tus falsos prejuicios

PARA TUS FALSOS PREJUICIOS acudes a la casa abandonada. El tiempo te obvia. Llegas y te amoldas a las figuras precedentes. Sólo a patadas expulsas a la niña que llevas dentro. Te apropias de una pragmática a tu conveniencia. Propones lo que dispones. Preludias las mismas piedras de antaño. No son plausibles tus enmiendas. Algunos de tus juegos son para que te resistas a moverte. La premonición resultó anterior a tu historia. Con jaculatorias entregas tu membrecía. Ni siquiera en cama de un dólar te sientes rica. Vagabundeas en dirección de los hormigueros y no llevas paraguas para no posponer las sorpresas. Te entregas a malas pasiones, a vicios de incuria. Te envileces desde que amanece y no te andas por las ramas. Más allá de tus fuerzas urdes bajezas, abyecciones, vilezas. Reniegas con horror de quienes antes te protegieron. Encubres a nacientes criminales y les estableces domicilio. Instigas aberraciones. ¿Te toleras cuando estás trémula? Propalas absurdos, pero te sabes insignificante. Ásperamente incomodas con tus falsos alumbramientos. Atraviesas el reino del lodazal como una ciega en un acto de fe. Haces simulacros para destruir los protocolos y te pudres en medio de tus palabras hueras. Con afectación declaras ceñirte a la lucha contra las afrentas, mas tú misma ofendes anticipadamente. Envejeces con agravada decadencia. Careces de paliativos y paralelamente tienes que enrollarte en tus fobias. Tus aliados se reparten las limosnas que obtienes con tu cuerpo. En el curso de tus enredos, la hipocresía muestra su tenacidad. Formas emboscadas para causar angustias. En medio de tus anacronismos gimes y sólo anatemas salen de tu boca. Una y otra vez alientas tu animalidad. Crees que con tu hostilidad te glorificas, mas la inquietud te causa consternación. ¿Hay alguna luz en tus entrañas? A toda costa pretendes traspasar tus tinieblas a tus antagonistas, empero nunca lo logras. No tienes ideas, ni medios de obtenerlas. Tu vida se escurre por las aberturas y nadie evitará que te despedaces. Por lo visto, aún pretendes exaltarte de cualquier modo, a cualquier precio. ¿El aguardiente ya no te apacigua? ¿Acaso no has notado que ya no eres apetecible? Estás asimilada a las demandas de la codicia. Dondequiera, a cualquier hora, te esmeras por irte a pique. Ladinamente te apropias de planes ajenos y te vistes con ropas de aprehensores. Hiedes igual que los restos de espárragos. Tu gelatina asfixia. A partir de tu desvergüenza construyes las zanjas para succionar a los demás. Algún día encallarás en la costa de tu necedad. Dormida, aspirarás el aroma de los animales que te devorarán. ¿Podrás pedir un vaso de agua? ¿Te echarás a un lado para evitar la acometida? Cenicienta, comenzarás a padecer el olvido. Tu culo será asaltado y será tasado en su pasmo provechoso. A lo lejos se verá bullir los gases de tu perdición. Quedarás al cuidado de tu disolución, zaguera, de regreso al fondo de la ignominia. Sin espalda, te acumularás como relleno de las reincidencias. Hacia atrás te empujarán los cascajos, sus engranajes baculiformes. ¿Podrás inflarte y huir, así no más? Tu ruina avanza por tu ribera y aunque no la tomes en cuenta te atrancará los pasos. Al final, ¿para qué te servirá tu tenacidad? Estéril, flotarás en la espuma de la vanidad, barbarizada, corrompida. Puedes gruñir todo lo que quieras: con celeridad se agota tu blindaje. Tus injertos ladrarán por ti. Vocifera si quieres: a nadie concertarás. ¡Desnúdate! Intempestivamente tu inhumanidad se asará a la parrilla. ¿Cavilas todavía? ¿Tienes fuerza para echar una bronca? ¿Hay un enigma en tu destino? ¿Quién te engañó? ¿Quién te estafó? ¡Estate quieta! Por lo pronto, dejarás de existir o ¿tal vez nunca exististe? Sea como fuere, el balancín justamente quedará limpio y un cambio de rumbo ejercerá su indulgencia y en ese entonces tú navegarás por tu cauce, mancillada, exhausta, llevando el compás de las pulsaciones y los golpes que diste a diestra y siniestra y nadie se acordará de que, al cabo, fuiste vencida y que tus mentiras sólo sacudieron a tu propia persona. (¿Encaja bien todo?)