En el aire que crea prodigios

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Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

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En el aire que crea prodigios

Ayudado por la preciosa virtud del Cielo, aquel aire despliega el tejado y le adjunta una torre para que eleve el poder de observación y aviste a tiempo lo que deposita el sol de la mañana sobre las aguas del río aún no amarillecido.

La luz abunda en cumplimiento de un mandato. Llega a raudales y amenaza con empalidecer todas las estructuras. Un aroma de inciensos gravita con un sonido de varillas de metal. El lomo del tejado se retuerce por el calor y de súbito le brotan unas flores de estuco que dan inicio a un jardín de las alturas.

Hay hambre de maravillas en los ojos signados por la sorpresa. Alguien habla de una profecía que tornará en jade el sutil canto de los pájaros. En ese entonces los pasos de los visitantes de ahora formarán una alianza con el polvo de los días.

 

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En el aire que crea prodigios

Allí está el Emperador de Jade rigiendo el cosmos desde su torre encumbrada. Dentro de la torre, mayestático y sereno, en apariencia impasible, escucha los ruegos y acepta las ofrendas. Si se decide a otorgar beneficios moverá levemente la punta de la nariz, pero nadie se percatará de ello.

Fuera de la torre los pinos crecen y decrecen por temor a superar en altitud a la construcción. Pequeños vientos se desprenden del viento mayor y cada uno de ellos hace resonar una melodía en las campanillas de las puntas de los aleros. Con los ojos cerrados se visualizan unas danzarinas bailando sobre un pedazo del firmamento.

Apenas se manifiestan escuetas sombras y esto es uno de los más notables prodigios que el Emperador de Jade estipula durante el verano.

 

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En el aire que crea prodigios

De evidencia en evidencia las cabezas de los dragones restallan en la claridad que pasma. Apuntan hacia la dirección donde los truenos se forjan y las lluvias devienen en salpicaduras de las nubes sobre los rostros. Resulta imposible saber si los dragones rugen, rechinan, braman o emiten cualquier horripilante sonido. Se les ve mover con ímpetu las mandíbulas, pero nadie acierta a escuchar vibración alguna.

Odian la sequía los dragones y en su desespero suelen provocar riadas y desbordes. Se alejan a toda prisa del resquebrajamiento de las maderas y se ocultan por temporadas para darle oportunidad a que el verdor aparezca.

Es asunto sabido que los dragones son revulsivos. No obstante, si ellos no existieran los desiertos habrían ganado amplísimas distancias. Lo yermo sería una cuestión de constancia. Los incendios ocuparían hasta los sueños.

 

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En el aire que crea prodigios

¿De qué orden son los animales que habitan la cumbre de la torre? Pertenecen a la categoría de las bestias sustentadoras, aquellas que soportan los cetros de donde emana el equilibrio y las transformaciones del mundo.

Tales bestias, cuadrúpedos sagrados, son llamados elefantes o leones y eligen lo fausto y leo en sus figuras los signos del arrojo y la bravura. Van de lleno al recibimiento de las centellas y no sufren quemaduras debido a los nervios celestes que los conforman. Así, sencillos en su forma, transitan un quieto andar de siglos.

Resalta el león y su templanza asciende con la eclíptica. Dista de nosotros el espacio necesario para el diálogo que cautiva. Su melena ruge con él y únicamente permite que un dios macho de pechos abundosos lo cabalgue sobre gualdrapa de oro y brillo boreal.

 

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En el aire que crea prodigios

Se atisba la torre desde un cobertizo destinado a los utensilios de la limpieza. La calma más absoluta impone su dominio, su acertado criterio. La penumbra me hace sitio y contrasto el resplandor que emana de la armazón que se me encima y me infunde respeto, no temor.

La tarde avanza, acaso con premura, no lo sé con certeza, pero siento una instancia que no me acelera. Las vigas del techo próximo me comunican que sus resquebrajaduras y manchas son parte integrante de su modo de trasegar los tiempos. Noto que en un rincón se aman una escobilla de bambú y un balde tieso. Me aparto y no los molesto.

La atmósfera se colma de murmullos y unos tejidos de nubes no consiguen finalizar la trama que traían aprendida. Elevo la vista por última vez hacia la torre del Emperador de Jade e intuyo que en su interior más de uno ha quedado mudo.

Guide, Qinghai, China; agosto, 2013 / Cagua, Aragua, Venezuela; abril, 2014.