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Recortes

Textos y collages: Wilfredo Carrizales

Apertura del gambito

Recortes

Insto al comienzo de las sentencias con la alusión a la orden que fue escaneada 6.969 veces. Vuelvo hacia atrás y rujo, drástico, para que cada parágrafo invierta el orden de las palabras. Decido seleccionar otras sentencias. (El whisky se draga, de verdad, y cambia la forma de la botella que lo contiene. Busco una charla en este contexto y requiero un abandono). Me reviso. (El aspecto de la veracidad me carga con sus reglas de abombamiento). Un inglés afirma que es rico gracias a las gavotas. Aunque en este punto le presto atención, muchas de sus palabras me enervan y frecuentemente empleo amenazas de sentenciarlo a empezar desde el principio. Algunas posibilidades de salir a comer sin tener que aplicarse a normas típicas pueden ser influenciadas por inoportunos adverbios y conjunciones:

todavía/además/importantemente/aunque/ni/aun/bienque/y/así/últimamente/de hecho/como quiera/cuando/de cualquier manera/pero/poco/cuanto/mismamente/mucho...

y me permito entonces escribir sobre los menús, sólo expresiones esparcidas para que produzcan efectos tangibles o acentúen el énfasis acerca de hambres atrasadas.

Reinicio el gambito y tal vez, más aun, mi voz suene pedante cuando se embebe en su propia saliva. Entonces determino, inapelablemente, sentenciarme, a perpetuidad, por ejemplo, verbi gratia, a transformar las noches en vocablos estándares.

 

Comidas

Tomo el pan con la mano siniestra. Las reglas de la gramática no gobiernan ninguno de mis dedos. Como el pan a la antigua usanza: bocado a bocado. Mientras tanto, la otra mano, la diestra —hábil para empuñar el tenedor— avanza con su estilo hacia un largo trozo de longaniza. La necesidad de la comida rehabilita la capacidad del estómago. Últimamente, como dice nuestro chef preferido, “el uso efectivo de la comida debe envolver un sano juicio que facilite el fin de una maravillosa digestión”. Así, por lo bajo, elaboro una lista de productos que deberían ser admitidos en mi dieta y —ocasionalmente— impedir que pierdan sus cualidades debido a sus propias naturalezas endebles.

A partir de entonces siempre incluyo en las comidas:

  • flanes con formas de banderas de corsarios (preferiblemente fríos y trémulos);
  • gomas de mascar con galletas curales, servidas sobre hojas de telegramas;
  • cervezas que causan réplicas en la garganta;
  • dátiles desfasados por las letanías de los cosechadores;
  • batatas alejadas de sí mismas para eludir la diabetes;
  • pastas que implican una retórica en su confección;
  • quesos franceses de remotas regiones para asimilar sabidurías de antaño;
  • grasas piernas de pollo emparentadas con las cláusulas gastronómicas rurales;
  • coles que son piezas maestras en las colecciones de los horticultores.

 

Dasonomía. Espaciamiento

Para componer bosques todas las palabras son apropiadas, especialmente los nombres y los adjetivos. Hay que localizar a un guardabosque altamente fiel y comprobar que tiene amplias experiencias en desflorar hímenes bajo las copas de los árboles más robustos. Debe notarse si él hace distinción entre las diversas especies de pinos y cuáles son las adecuadas para proteger las furtivas fornicaciones. A continuación se le tiene que exigir la guía del espaciamiento de los cuerpos desnudos, una vez que hayan consumado el acto amoroso para evitar errores en el censo que atañe a los componentes enselvados y ensalivados.

 

Endemia

El rango de los datos pasa por los números que correspondan a los valores endémicos. En julio o en agosto conviene presionar para que se establezca el uso de las llaves que apartan los males. Si alguien desea no aparecer en el informe de los afectados por la endemia debe decir a grito en cuello “formalidad” y entonces algún funcionario del servicio sanitario se encargará de empujarlo a un pozo. En otras palabras, los endémicos nunca deben tratar de sacar partido de su situación y mucho menos hacer el papel de corifeos.

 

Embocaduras

Recortes

Se colocan las embocaduras en lugares frescos con causas independientes. Como es de suponer, las embocaduras tienen que ser amplias, de músculos resistentes y adornadas con elegantes vellos. Luego los propietarios de grandes carajos meterán a éstos por los orificios y al producirse los engullimientos, los labios de las embocaduras se aplicarán en la ejecución del Concierto para flauta Nº 1 en Sol mayor K 313 de W. A. Mozart.

 

Datismo. Numerología batológica

Más historiadores suramericanos fueron bautizados mientras chillaban recomendaciones para la correcta comprensión de los días, los meses y los años en que ocurrieron golpes de Estado. Se les condujo al baptisterio, casi por la fuerza, con energía o potencia, se les hizo bajar la crisma y se les convirtió. Después de ser transformados en neófitos, en catecúmenos del nuevo saber, muchas madres los ahijaron y entre ellos comenzaron a llamarse compadres. Un mismo parentesco espiritual los unía ahora para emprender luminosas misiones donde recibían abundantes mazapanes y hostias encapilladas y vinos consagrados. Definitivamente fueron despojados del pecado original de la ignorancia y sus enseñanzas devinieron en sacramentos que administraban en clínicas dispuestas para celebrar fiestas o ceremonias festivas. Sus doctrinas eran poco más que aguas de socorro para los ciegos y los que tropezaban en medio de la oscuridad social. Todos ellos adquirieron novísimos e ilustres nombres de pila y sus partidas de bautismo estaban redactadas por un moro que se disfrazó de anabaptista para que le permitieran ejercer como padrino de aquella promoción de administradores de la fe histórica, tan necesaria en los tiempos que corrían con calzados de poca alzada.

(Las crónicas del futuro recordarán a aquellos historiadores como a los bautizados de los buenos aires para que los fuegos se propagaran y las sangres hirvieran hasta mutar en blandos bermellones).

 

Mujeres en la orfandad de sus gerundios

En la cópula las mujeres forman sus respectivos gerundios y dejan la orfandad a un lado. El interés queda ocasionalmente sentenciado por las fases copulativas. Viviendo en una pluralista variedad de contorsiones, las féminas, no ignorando las ventajas de su arbitrio, van denotando los conceptos que hacen ultraplacentero el clímax que, en sabiendo, ocurrió estando yo allí, participando y agitándome como un pandero de gitano.

 

¿Qué/cuál uso de lo mordaz sobre el seno más protuberante?

  • Lo penetrante al enseñar mi lengua al seno exaltado;
  • lo picante al sentir el seno rebelde la saliva que lo circunda;
  • lo incisivo alrededor de la areola como gramática erótica;
  • lo punzante en la base del seno, aunque suene extraño y poco permisible;
  • lo cáustico del semen refundido en los bordes del pezón enfático;
  • lo acre del sudor cuando se desliza de la mama que entrega su trofeo;
  • lo mordiente en el pecho y en su unidad de seducción y calentura;
  • lo afilado de una uña que predica salacidad hacia el seno en su cavidad atributiva.

 

La inglesa fracturada

Ella avanzaba por el sendero del jardín de la universidad como pruna sin prurito. Yo la seguía a corta distancia y proyectaba sobre ella mi primigenio deseo. Ella daba pasos leves, con prudencia, y yo, providencialmente, pegaba mis ojos a sus nalgas que brincaban con el entusiasmo de su caminata, aunque lo que más yo anhelaba era adherirme con los labios a esa carne saltarina. Por sí misma, ella debió sentir la impresión de que una bestia la acosaba, pero tal acoso la excitaba y por momentos desaceleraba aun más su ya de por sí lento progreso. Traté de leer en su mente, mas mi lectura fue entorpecida por unos sonidos guturales que se aglomeraron en su garganta. Quise abandonar mi persecución y en ese momento ella se detuvo y giró la cabeza. La tarde con sus foliáceas amarilleces de otoño iluminó su rostro y comprendí que ella no quería ser cuidadosa. En un recodo del sendero aprovechó para internarse entre los árboles. Sus pisadas sobre las hojas muertas pronunciaron: tú, este, hazlo, ahora y ella se tendió encima del manto vegetal. Me le acerqué y más que con voz de actor, de arriesgado, le dije que la situación era especialmente problemática. Ella simuló confundirse y enfatizó que los riesgos la acaloraban precisamente a esa hora. Mientras yo extraía el sinónimo del cetro real con las venas a punto de estallar, ella me mostró su oficina oval y así, implícitamente, ya dentro del ámbito nada burocrático, me ordenó que llegara hasta el fondo para acabar con las dudas y sentirse privilegiadamente una buena súbdita de Su Majestad inglesa, pues a ella la fractura concoidea la sumergía en fragancias de tierra mojada.

 

Pronunciamientos desagradables

Recortes

Cuando se desarrollaba la lucha entre los escritores, alguien, en su vía, minimizó el problema y propuso la escogencia de nombres que designasen a los escribidores de acuerdo con sus estilos, tendencias y proyección social. Así se conformaron grupos y los hubo invadidos (por prohibiciones), exasperados, rutilantes, atrapados en sus rugidos, teológicos y rústicos, preciosistas con palabras prestadas, genésicos, esforzados por las especificidades, malos empleadores de la gramática, salvadores de los cambios operados en las enmiendas escriturales, truculentos vocacionales, deseosos de reyertas para verse implicados en escándalos que trasciendan a la prensa, sayones, enredados en culpas plagiarias, afincados en las anexiones del pasado, jingoístas, sátrapas y saurios, morronchos de cuello grueso y milagreros en oferta.

 

Bajar a las calles. Nombrarlas

La tendencia debe darse en las capitales, especialmente en aquellas ciudades donde la parsimonia es uso obligatorio o casi ley. Por ejemplo, si uno está en Peking llama a ciertas calles con los oficios o actividades que más prevalezcan en esos sitios: “Calle del hambre”, “Calle de las putas nocturnas”, “Calle de los pedigüeños”, “Calle de los cagajones de perro”. Pero si uno se traslada a Madrid, entonces las calles adquieren otras nomenclaturas: “Calle de los músicos ambulantes”, “Calle de las muchachas extranjeras que piden fuego”, “Calle de los insultos”, “Calle del irrespeto de las reglas”, “Calle de los vagos que escupen en las aceras”... Los títulos de las vías podrían preceder a los nombres, pero entonces, en tales casos, es mejor pasearse por las calles de Santiago de Chile e ir invocando los cognomentos en alta voz: “Fugaz calle de los marioneteros en funciones”, “Excelsa calle de los consumidores de vino”, “Amplísima calle de las librerías de volúmenes usados”, “Sorprendente calle por donde aún se desplazan carretas tiradas por caballos”, “Amortajada calle de los gritos de los torturados por los militares”, “Ambigua calle de los transformistas gordos y con bigotes”...

 

Los presidentes duran (¿o son duros?)

Durante las guerras civiles muchos presidentes se marcharon al sur y allí, consistentemente, establecieron reglas para cuando regresaran al poder. Si los presidentes eran feos o aviesos, entonces todo lo echaban por la borda (habida cuenta de que estuvieran refugiados en barcos surtos en algún puerto apestoso). Se dice que la primera vez que se mencionó a un presidente que protegía su prestigio aún no se había inventado el teléfono y, por lo tanto, aquel Jefe de Estado convocaba a sus ministros a las reuniones del gabinete con gritos destemplados. Hoy en día los presidentes abrevian esos inconvenientes valiéndose de subterfugios digitales. Si un presidente reta a otro a un combate singular es porque con toda probabilidad ha tomado clases de pugilismo con algún famoso boxeador yanqui ahora retirado.

En realidad, las marcas políticas de los presidentes se notan a leguas de distancia. Así ellos no necesitan romper ningún protocolo para acercarse a las masas que se mueren por saludarlos, tocarlos, pedirles favores o rogarles que no aparezcan tanto en la televisión, pues ponen en peligro la credibilidad de sus artes histriónicas.

 

Ejemplos y perspectivas

El hemisferio occidental
suple al mundo de sacos rojos.

Los países del este se bañan en soberbias
y sobreviven mientras se cuecen habas.
El periodo colonial europeo
careció de una era del jazz.

La real política se impuso entre los bribones
que gobernaban manu militari.
El 4 de julio nació una tía
mía que desconocía la
Doctrina Monroe (Monroy
para ella).

Los senadores se constituyeron en clase
privilegiada que criaba ratas de pedigrí.
El postmodernismo apareció
de la mano del artificio
y las secretarias no se enteraron.
La cultura de los políticos se arma en lugares
pacíficos para guerrear a placer después.



Entre anatemas te veas

  • Que tu descendencia sea más pobre que el hombre de Cro-Magnon;
  • que tu mujer te abandone y se lleve el televisor;
  • que no resurjas nunca de en medio de tus iguales mediocres;
  • que jamás puedas explicitar el tiempo de tus necesidades;
  • que tu estómago se pliegue como cuero seco y puesto al sol;
  • que un sacerdote te diga grotesco en plena plaza;
  • que un modo espartano de vida te sea impuesto a perpetuidad;
  • que todos tus afanes se encaminen al más estruendoso fracaso;
  • que cada cosa que quieras utilizar se rompa invariablemente en tus manos;
  • que nunca puedas pagar tus deudas y que te acosen los insomnios;
  • que las píldoras que tomas para adelgazar te produzcan el efecto contrario;
  • que los calcetines que estrenes se te deshagan en los pies;
  • que la vanidad te acompañe el resto de tu vida y que crezca hasta convertirse en una obstinante carga;
  • que más y más enemigos se unan contra ti y destruyan tu reputación, tus bienes y tu tranquilidad.

 

Papel de trabajo final

Habrá previamente acomodado en cajas vistosas abundante papel de trabajo. Un sistema de bajo costo organizará el orden en que las hojas deberán ir saliendo de su continente. Alfabéticamente se colocarán los nombres de los personajes que aparecerán en las labores ficcionales de la postrera tarea. Es posible que se recurra a viejos tópicos para armar historias o situaciones que puedan resultar interesantes para lectores un tanto sagaces. Habrá varios lápices con las puntas ya afiladas dispuestos a emborronar con rapidez las caras de los papeles y hacer que broten artículos u otros materiales que no consuman demasiado espacio. Eventualmente surgirá alguna taza de café muy caliente y cargado y algunas de sus gotas mancharán al papel que esté siendo garabateado para que adquiera un color más “profesional”, más digno de la medianoche silenciosa. ¡Ah! Y como ha sucedido con frecuencia, puntualmente aparecerá un diminuto escarabajo que trepará al manuscrito y, después de frotarse las patas, dejará sobre la blanca superficie las manchas de sus excrementos iletrados y antiacadémicos.