Los saposLos sapos

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A la cabeza del cortejo de verano vienen los sapos. Ellos atinan en el adecuado sentimiento y croan encaramados en las pilas de rocas para festejar la durabilidad.

Allí donde se allegan los sapos la rubicundez del cieno ejercita su robo a las doncellas que se descuidan. ¿Qué queda del suceso? Una desnudez desarticulada.

Los sapos están dotados de un punto de vista excepcional que los asemeja a los cobayos. Entornan, de tarde en tarde, los ojos, y dan en la perfecta captura del enemigo que pretende emboscarlos.

Limpian de larvas los sapos a las casas que los acogen y luego ellos mismos se maravillan cuando descubren que son huéspedes del descanso y la comodidad.

Cuando en las afueras el polvo intenta ganar terreno a toda costa, los sapos proclaman que debe caer la lluvia. Ésta desciende y los sapos razonan que nada han perdido y que han ganado hasta el limbo de la humedad.

En las avenidas de las aguas los sapos se hunden en los terrenos bajos y se autonombran “los veloces, los que se deslizan a contracorriente y feracidad”.

Porque los sapos se casan a temprana edad, la presencia de sus minutos los vincula a una época que se detuvo en las manchas de su piel verrugosa.

En el futuro los sapos extenderán sus turgencias y pensarán que un prurito los aguarda al final del zoológico acuático o al margen de lo anfibio.

Los sapos recurren a los sueños para ampliar sus caminos (los susceptibles de ser caminados) y, a destiempo, con saltos y atestiguada paciencia, cantan los itinerarios.

¿Qué comprenden los sapos con sus vigilias? La situación de los vientos y su posibilidad de utilizarlos para el derrame de los renacuajos en los estanques.

Los sapos desaparecen de vista en los equinoccios de invierno. Desaparecen de toda realidad y, a continuación, en el transcurso de meses se manifiestan con sus bocas abiertas y enumeran los acontecimientos del subsuelo.

Se silencian los sapos a orillas de los canales, a la espera de que el ciprés les baje las capas mortuorias.

(Ahora en los lagos la distancia amilana a los sapos y les hace emprender trabajos para los que no están nunca preparados por completo).

Sólo desean los sapos que los convoquen, en fechas fijas, a tomar un refresco en los ríos recién descubiertos. Únicamente desean ser parte importante en los embalses por construir.

¿Qué será de los sapos en el próximo comienzo de la agenda? Expulsarán sus babas y asustarán a los niños y mascotas; se granjearán la enemistad de los donceles amanerados; fornicarán con sus hembras a la vista de todos hasta que las epidermis queden ahítas de rencillas.

Nada logra conducir a los sapos al pasto suave y seco. El posible efecto sobre su carácter maltrecho les crispa las cejas voluntarias y los conmina a establecer acuerdos de rebeldía.

Los sapos creen sapear, pero olvidan que ellos no son más que remedos hacia una metamorfosis aun más profunda y de notables consecuencias para la especie.