Sucesos bajo las líneas

Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

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Sucesos bajo las líneas

Hilo de lino engendrado por el mareo de la fiesta de los puntos. Secreto que se elonga, que se tiñe hasta su derrota. El hierro y su gravedad y la porción del hígado que es una viola para el aroma de la clemencia y el galope ad hoc.

Torno o trono de una superficie que se intersecta por razón de su nochiencia. Lo que está escrito puede resultar renglón o raya en la agonía del límite.

El alba colateral busca la curvatura de fuerza y a los polígonos en sus ansias infinitas. En la fuente se localiza la lucha en su sazón y el hambre metálica no se deja llevar por la longitud que palidece.

Huésped del viento tras el lunario. Fluimos con patas de perdices y la muy venenosa borrasca se contagia de la incubación fortuita.

El que está arrodillado cree en la declinación de las estrellas y al final se mantiene con su cola de farpa. Lo que acude a la luz lo hace con la fórmula del “todo cambia”.

Corremos las líneas y alcanzamos el vínculo del silencio. Subjetivo de éste, protegido, transformado. Cuchara oficial que mata el hambre de las máscaras. Atrios de prisa y libertades en desgracia.

Las frisaduras se evaporan y la gomosidad fue hacha y tizas en la frontalidad del gradiente. Serenatas si fuesen resueltas al amparo de longevos turpiales. Después del plomo y su accidentada presencia, las puntas culminan en dientes ovales y curtidos por zumos de negrura.

 

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Sucesos bajo las líneas

Hijos accedentes hacia los poyos. Cancha que, marginada, deviene en mal agüero. Alianza de la incredulidad con el escudo de aspa. Los adioses, las ceras y la grasa del cadáver. Rareza cuando el adobe pasa la criba y no se sorprende.

Adonde el huérfano se adormece, vulgar e incompleto. Precocidad de la oratoria, mientras las aceras rotas se quejan y pactan.

Cualquier bolsa llena de exactitud y de úlceras de gatos. Zurridos y el zurcido del alcahuete en el borde de la monotonía. Axiomas desparramados por el suelo. En los costados, los ensueños superando al frío.

Estirar las líneas hasta hacerse conjunción de algo. De luego a luego, relaciones que fluctúan, incidencias que no cesan. Alguien profundiza y se desconoce.

Sinfonía ignífuga. Triunfa el rango por falta de oxígeno. Abajo: inflamación de los embudos. Transgresión de los astros en las festividades. El retorno ocurre y los ángulos deberían desecharse a secas.

El juicio con juguetes, mientras lloviznan los pájaros del arrebol. Parajes de los dichos del manjar. Habita la antena en la retina. Soplos vespertinos y una reacción hacia un ademán grotesco.

Acacias en la especulación del mercado. Muchos escarmientos miraron y las manos se allegaron a los oídos. (Mejor no llevarse de aquella línea y quebrarse en su propia localidad). Arribar con la llave y lustrarla. ¿Dónde estás madreclavo?

Sangre en cuyos huecos el sábado no siente lo mismo. Cobertizos y señales en la atmósfera que se pliega como vaina y se llevó a cabo la eugenesia, con los himnos que renunciaban a la greda.

 

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Sucesos bajo las líneas

Glándulas con eufonía y la miel de la tierra cual flor completa encima de lo germinativo o allegada a la hermandad de la herencia.

Sangran las líneas en las vueltas de la sede. ¿Habrá imagen del artificio en la expansión de lo oscuro? Hostiga el ascenso del veranillo. Con persuasión, alguien amaba, temía, subía. Ilapso al servicio del imán.

Enteramente cerrado y así se distingue de aquél que, sin mezcla, no quería venir. Ello por ello. Últimamente en el centro del designio o en el circuito de la ictericia.

Efectos de los impulsos. Herida en el diámetro de la palabra. Introduzco el desecho de la pelvis. Secundo la oposición a la clausura y propugno la resurrección de los tabiques. Todo se ajusta a la voluntad de la totalidad.

Se quiebran las secantes en la taciturnidad. Sea de los cantos a los sesos la alusión que se abre. Ucronía y especímenes del estío. De exenta pared se adhiere la guitarra: atributo que exuda y place. Se agradece la rapiña, pero no la reparación de los vientos.

Abejorros en sus vuelos de falacias. Ardides volcados hacia el interior y la sazón muy suya, en plena maestría. Por los círculos del riesgo y el contraste de la congoja.

Beodos con anteojos. Irán a sucumbir y los cercos también. El conjunto estaba árido: el apresuramiento no. Tanda de calzados tangenciales. Esclerosis de la monotonía. Grito en marcha y un reloj decapitado: ocios con bagatelas.

Compendio de hábitos y designio de noticias que residen en lo compatible. Me pienso travieso, inquieto, con los pies encuadernados. El sitial vivo. Equilibrio de las horas. Sin rayar o a la altura del pasaje. Implicancia de la ignición.

La costumbre que se empeña. Auxilio que no fermenta. Trazo las pupilas hacia las mañas. Nos vamos por las asas y enfocamos las flaquezas de la calle. Estirpes que conspiran en los conductos. Las jambas han sido mordidas y simulan ser oriundas de salientes maderas.

 

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Sucesos bajo las líneas

Invención de los jamases, pero con los salmos en guerra. Maniobras para los músculos durante las maliciosas tergiversaciones. ¿Dónde el jardín de aire que no se frecuenta? Adjunto a los cargos, las apariencias y algún cuento de disimulo.

¿Algo acerca de la conjuración del guante? Fuere dada en justas de cuerpos y placeres. Pronta caída del azimut, mas nadie emigra del estatuto de los oficios.

Vasos que en el arcano ocupan el tránsito del silencio. Boleros arrastrados junto a los panfletos. Cuando se vacía la aurora una vaharada sobresale de las comisuras.

Atisbos sobre las bestias microscópicas. (¿Los espíritus serán accesibles en sus gabinetes?) Gesta de los brutos en las enramadas sin trascendencia. Dudas sobre los iluminados; epítetos encima del tiempo patológico. Consagración de la electricidad como patrona de transparencias. Posiblemente idéntica al cielo mecánico.

El maniquí: en actitud de silbar para atraer a las aves migratorias. Resulta que me apunto y me infecto con el brillo vítreo de la desarmonía. Por medio de hallazgos; por compendios de polvo. (¿Existirá el renunciamiento y la edad de los cascajos?)

Sin cabeza ni razón fue encontrado el hacedor de oráculos. Después, el proceso de la persecución de los forasteros. Al que quiso, un rincón y una voz torcida.

Los frutos descenderán del estro. Tropismo de lo fugaz. La conversión de lo xilógeno en reforzada estela. Acullá la alternancia de la longitud y su fórmula y así las ratas secretan jeroglíficos oblongos. (En el ínterin, me llevo un busto y un simple pito de tela).

Acuden: yentes y vinientes transeúntes de los triángulos. Ya deben ser la debilidad de los nexos. Si se zafan del yugo devendrán en la postrera carga del presente. Y más tarde, en los parajes: zancajos, púas y mortificaciones. ¿Ningún harapo medicinal?

Ambas caras en capítulos sin paz. Rájate y luego, semen, emporio del asidero. De aquí al ojo y de allá a la oreja y a la zona del tendón. Fecundidad y debacle entre las culpas. Zoquetes en el recuerdo de las percusiones. ¿Sus dedos llegaban al frente del fuego? Boca a boca y los metros de cadenas, flojas, esperando...

Dañoso a los zapatos y cuánto significa. Cosas molidas al trueque: todo el universo a los pies. Ahí, simplemente, el rumor de los gregarios. Empero se vierten los peligros dentro de cubas abismales. La nariz en curso y el chaleco abortado, exhaustivo.

Acabemos: hay que reanimar al gallo inútil por carecer de sombra.