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Razón y constancia de la palabra trastocadaRazón y constancia de la palabra trastocada

Dentro del pecho la palabra trastocada comienza a trazar su imagen. Un certero reflejo se encrespa dos veces. Los menesteres del habla exaltan a sus noches. Una onda de instintos desciende por la garganta y va a coquetear con una epístola que no anuncia muerte.

Los vocablos nocturnos se pierden en las cenas desnudas y durante el lapso que dura el aprendizaje de las instrucciones saltan y mutan.

Las jornadas del día lector son tema de meditación para los réprobos. A partir de su dinamismo deflagran una melodía para los minúsculos vientos del entorno. ¿Un instrumento vacacional podrá colocar sones encima de la cabeza de un preceptor?

Sucede que se conservan las siestas de los fatuos. En contrapunto arrastran sus clarinadas y envueltos en fantasías pían y orquestan artimañas deleznables.

La oscuridad gotea y produce juegos que se desarrollan al margen de historias naturales o mal nacidas. Los niños aprovechan los desconciertos para amarrarse a la comunidad de sortilegios y probar los posibles asideros de los valses en decadencia.

¿Dónde ocupar a los retablos de fábulas para que no se duerman en los jardines que se desvanecen? Hay claves para todo y sumario de instrumentos; frutas desecadas y piezas que se divierten.

Se abre paso una liturgia opaca a través de una transición hacia un pacifismo que no es tal. El mundo gime con sus bestias que le arden sobre los tejados. Así quisiera elaborar su catálogo de horrores; armar sus máquinas para el consumo humano. De improviso surgirían los salmos como tributo a los dioses corrompidos y a sus mecenas en bancarrota.

(Después de un banquete clandestino el gallo cantó y se encontró con un arlequín. Las plumas cruzaron veloces por su mente, pero el espuelazo que vino lento le trajo un chispazo de sol en duelo.)

Las tardes lucen transfiguradas. Ya el conjunto vespertino varió de banda a banda. Alguien trató de componer una oda a los leones y luego descubrió que éstos se habían extinguido en los zoológicos y en las tiendas de abrigos de piel.

Un puerco se disfrazó de animal irracional y desconcertó a los americanos en su origen. Los Samueles le preguntaron a su barbero y él les recomendó adagios para los primates. Más adelante se armó un escándalo en las escuelas porque ya nadie soportaba las músicas de los procónsules, ni los ensayos entre cópulas que finalizaban en mediocres orgías.

¿Cuál personaje habrá recuperado su infancia después de haber visto a Matusalén? El deber de cada hombre es romanizar las momias; glorificar las fuerzas extrañas que lo conducen al abecedario malévolo. La vida de los espíritus queda suspendida de los cielos que martirizan las bubas.

Las mujeres tratan de ponerse serias y se entregan a sus estudios y a sus visiones. Como pájaros de fácil exotismo procrean miradas y un ritmo tanático. Sus carrillos se llevan los mejores colores con la seguridad de una composición divina en el purgatorio.

Los ecos del otoño retumban en los nidos de las cornejas. Se amañan en sus invernaderos. Vigilan lo que queda del antiguo sistema y luego se calman.

También de amores hubo interludios y un breviario para los agitados camaleones. Ubicada en los polos se enfrió la santería. Unos cuantos precursores se avecinaron con sus lágrimas de cervato y miserable errancia. (El oriente cosechó las miasmas que colgó del ropero antes secreto.)

Al mudar el escenario sobreviene la maravilla, la curiosidad con sus flores de celofán o la confesión de un tonto ministro inglés que traga opio por correspondencia.

Nosotros nos espaciamos y apadrinamos los acontecimientos y suspiramos de profundis porque de esta manera gastamos menos afanes. Anhelamos conocer a fondo los talones de los benjamines y sólo atisbamos la suavidad interior de un tipo de lobreguez. ¿Cuándo se reiniciará el viaje hacia el Estado de la Real Mezquindad? Sin interrupción aporrean las piezas maestras y el arte tatuado y las sesiones (¿cesiones?) de los enanos y la increíble impertinencia de los poetas y las tristezas de las monjas y las diarreas de los caballeros y las moscas en el guarapo infraterno.