Verbi gratia

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Textos y collages: Wilfredo Carrizales

1

Verbi gratia

Discordias y cosas semejantes en el escondrijo. El reparto de premios en un ala del gabinete... Se nombra la noche y pasa en vano, con la determinación de que no se interrumpa el inútil proceso.

En la nomenclatura, nomeolvides y se suelda a la perfección el anhelo y el deseo de adoptarlo. Luego se podrá depositar un paquete en la caseta de los olvidados y al día siguiente habrá fiesta y retreta a las cinco.

Puede decirse que, en todo caso, subyacen los anagramas y las euforias se van componiendo con el arte de las pulseras. Así no hay equívocos ni suertes.

...Y el hombre gana un cielo y el chico adopta una naturaleza que no es la suya y que le queda grande y le estorba para desplazarse a gusto por entre los borrachos echados sobre la pista.

Particularmente creo que existen muchas más cosas innombrables.

 

2

A la hora de hacer sonar las flautas y de recoger la espuma de plata salí al patio y encontré a las estrellas cayéndose en torrentera sobre los árboles. Grande fue mi exultación y la celebré recitando de memoria un poema de Huidobro, aquel titulado “Noche”.

La luna lucía manchada y se comprobaba si se observaba con lupa. Insensatamente pude acostumbrarme a tal práctica. Los nudillos de los dedos adquirieron la textura de las larvas de ciertos insectos noctámbulos.

Una pestilencia hizo deteriorar a las pestañas. Quizá el reborde de las cosas marginadas produjo esa tragedia. (Saturno abundaba en el envenenamiento y los antídotos no satisfacían).

 

3

Si los astros se desvanecían tan fácilmente nada podía impedirlo. Había que aguantar las tiesuras del tiempo e ir cortando con tijeras la tela más versátil para confeccionar zarandas. Las maderas ya no servían para hacer zuecos y no resultaba ventajoso venir con nuevas propuestas.

El silencio crujía por todos sus costados. De soslayo se percibía la primigenia belleza de los suelos, aunque los mordiscos de los gusanos que fácilmente se domesticaban producían escozor en el ser.

Sospechosamente se generó una sacudida y se produjo el compendio de la ansiada travesía. Lo veraz se apegó a su yerro y al trasluz se visualizaron peinetas, jaspes, roscas y linternas. Rigurosas eran las formas.

 

4

Cartas leídas, entre dos luces, sobre una mesa codillera. Los remitentes están desperdigados por el mundo y sólo el destinatario de las misivas parece congregarlos y unirlos por momentos.

Una epístola se abre a las pupilas: “...atenazaron arduamente al tudesco que donó la vida a sus descendientes y en la colonia que ellos formaron, magna y resplandeciente, sobraban los ejemplos que valía la pena seguir... Fue un honor que no quise atribuirme, mas debido a que se plegó a mí decidí optar por la elección del jardín y llevar mis pasos hasta la piedra que muy gustosa puso su superficie a mi servicio... Me he cultivado entre plantas oferentes y en recompensa...” Se interrumpe la esquela. El lector queda en suspenso.

 

5

El mar entre los mares y los convoyes de algas en la declinación de los espíritus. El ¡ay! en los meses más bravíos del mar y la ciudad hundida por las olas que trajeron sentencias del pasado. Marejada y barcos sin gaviotas y sin la complicidad de anclas.

Nacidas en el mar, las barcazas se tornan en habitaciones flotantes y se hermanan con los cordeles y redes. Las singladuras llevan sus patentes a la manera de notables signos que alejan las pesadillas de los piratas.

 

6

Verbi gratia

Plátano que en el otoño presta su tronco para que hable por él la refulgencia de una bombilla. La sombra se ha dispersado y un velo de albo recuerdo baja con la corteza hasta tocar tierra. Ya no existen frutos en la corpulencia y las urracas han enmudecido y sólo a través de su plumaje se manifiestan.

Las manos vegetales han cesado de extenderse. Ahora carecen de dádivas. Es la estación de los vientos y todo se alborota y los recuerdos con ellos.

Un destello cae encima del tronco y brotan diversas texturas y grietas por donde la vida lanza sus ofertas.

 

7

En el alero gotea el agua de los murciélagos y una brillantez de un azul que era ignoto tiñe a las hojas que formaban corazones imperfectos.

Se ahondan las tejas para preservarse de los fantasmas. Las lluvias no han regresado. Su allegancia tiene los visos de un misterio que no calma los espíritus.

En el tejado retumba un simulacro de tormenta y esto azuza a los perros que vagan entre los restos de hollejos y los obliga a levantar las cabezas. (El firmamento se ha tornado blanquecino y los insectos se despabilan sin convicción).

Un ejemplo de gárgola se agita y produce un ruido tranquilo de rebote.

 

8

La niña oye con atención las palpitaciones del alto muro. Ha pegado su oreja a la fría superficie y escucha los murmullos del interior. La argamasa le comunica las confidencias del paredón y la niña sonríe y continúa escrutando en sigilo.

El muro ha abandonado la discreción y revela la situación de los ladrillos y las debilidades que últimamente les agobian. La niña se hace la promesa de no divulgar nada de lo oído. Examina su coraje y lo encuentra indemne. Tantea al muro y le infunde valor y le dice que en cualquier situación de peligro ella estará a su lado. El muro emite un suspiro de alivio y se eleva unos centímetros más.

 

9

Envenenamiento de las costuras y el invasor va deshuesando los pensamientos. Desde un principio se acometen las reformas de las obras fúnebres y cual un torbellino sale a la palestra el más encubierto de los abogados. Se observan continuados los cambios dentro de los estuches donde la seducción reina con sus vellos mordaces.

En las actas de la violencia sacamos a la luz el abandono de viejas prácticas de tortura. No por casualidad los prisioneros obtienen un certificado de extravagancia. Los arrebatos fascinan por la precisión de sus desplomes. Las quejas de los vicios aburren.

La resistencia de las fieras con pantalones es una frase que malsuena. Es preciso contar con partidarios marchitos, dispuestos a romper los antecedentes en las buhardillas.

 

10

Fuerte como un bufón, el funcionario se traba la lengua con el recetario de todos los días. Una ráfaga de huellas acude en tropel y el ardor de su oficio se fosiliza en medio de risas nerviosas.

El engaño es asunto de sobremesa y la impetuosidad aparece cualquier viernes, siempre y cuando haya alguien a quien herir. Los despojos de la hermandad no llaman la atención. Todos los bienes caen en las manos adecuadas y las distorsiones van a alegrar a los perros que se arrugan tragando escarcha.

En el sitio menos pensado aparece un imperativo. La incredulidad gana terreno y se incrusta en el ojo incombustible de quien no cesa de accidentarse. Los que caminan cerca se muerden y el nuevo siglo pronuncia sus decretos.

Limpiamente se asoman los gases de la sospecha.