Jorge Eduardo BenavidesJorge Eduardo Benavides
“Tocamos fondo y seguimos escarbando”
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Comparado con Mario Vargas Llosa, por ser ambos peruanos y escribir libros politizados, el escritor Jorge Eduardo Benavides publica una novela, Los años inútiles, donde remueve la sociedad peruana durante los tiempos de Alan García. “En sociedades como las nuestras, gobiernos populistas sacan el lado oscuro de cada persona: arribismo, intolerancia, sordidez, corrupción”, manifiesta el autor.

El sol de verano calienta, hasta la calcinación, las tardes que se prolongan hasta las diez pm. La ciudad de Madrid ha bajado las santamarías para vacacionar. Las calles, vacías. El escritor Jorge Eduardo Benavides aprovecha el asueto que durará un mes entero para recorrer el centro. Acaba de mudarse a la capital española, después de once años en Tenerife. Es la segunda vez que “quema las naves”, aunque en esta ocasión tiene una balsa con la que navegar.

A comienzos de los años ochenta, Benavides abandonó su país natal, Perú, y emigró a España, para convertirse en “escritor profesional”. Quería aterrizar en Barcelona, pero cuando hacía las maletas, quienes serían sus anfitriones le comunicaron que se mudarían a las islas Canarias. Para allá fue. Tenía 27 años y un libro publicado: Cuentario, un volumen de relatos. “Ahora me causa cierto rubor. Lo editó una editorial ‘piedra en el agua’. Es decir, tiras la piedra y nunca más la vuelves a ver”, comenta Benavides. “Así pasó con el libro: salió y desapareció”. Mejor, porque ahora aquellos primeros textos le ocasionan “un poco de rubor”.

Del equipaje, lo más querido era un cuaderno donde había garabateado sus primeras líneas de lo que sería la novela con la que se ha revelado: Los años inútiles, que demoró seis años en terminar y otros seis en publicar. Y con la que ahora recibe el apoyo del público y la crítica.

Los primeros tiempos como emigrante lavó platos, trabajó en la construcción... “Fue duro. Cuando llegué trabajé en empleos que pagaran suficiente para sobrevivir, con tal de que además dejaran tiempo para escribir”. Benavides escribía a mano. Era 1981. Los computadores no abundaban en los hogares. No existía una computadora en cada café. Los correos electrónicos no eran populares. “Cuando me regalaron una máquina de escribir me dije: llegó la tecnología”. Cinco años después, Benavides lograba vivir de otros empleos. Fundó un taller de literatura, llamado Entrelíneas. “Ganaba muy bien dando cursos, charlas, a veces como jurado de premios literarios”. Sin embargo, apostó otra vez: conquistar Madrid. Las naves arden por segunda vez. “Había dejado de escribir en los últimos años. Las invitaciones, las ponencias... Ya había decidido venir a Madrid cuando me llamaron de la editorial Alfaguara para decirme que publicarían Los años inútiles”.

Benavides tenía otros dos libros bajo la manga. Una nueva novela y un libro de relatos, que se publicarán el año que viene. “Los cuentos tienen un vínculo temático común, un acusado propósito fantástico”, explica Benavides. “De la novela sólo puedo decir que sigue ambientada en Lima y tiene un registro diferente a la primera”.

 

Paisano y político

A Benavides se le ha comparado, a veces con buena intención, otras no tanto, con Mario Vargas Llosa, quizás por compartir lugar de nacimiento, o tal vez por haber escrito novelas políticas desesperanzadas sobre la sociedad peruana. Cuando Benavides terminó de escribir Los años inútiles se detuvo para preguntarse si no había escrito “una burda copia de Conversación en la Catedral, la obra de Mario Vargas Llosa”. Se respondió que no. Seis años después de poner el punto final a Los años inútiles, el público le daría la razón.

La ópera prima de Benavides, de 38 años, se ganó el respeto con una narración compleja, que juega con un narrador indirecto y con la mezcla de los tiempos. “Mi novela es tributaria de la técnica de Vargas Llosa”, explica Benavides. “No quiero negar que hay, sobre todo, una herencia de Conversación en la Catedral, pero la comparación debería quedar en que ambas son novelas políticas”. Pero el tema surge una y otra vez. “Una periodista en Lima me preguntó si yo también me lanzaría a candidato por la presidencia del Perú”.

Los años inútiles retrata la decadencia de sus protagonistas, personajes de distintas clases sociales, durante los últimos momentos del gobierno de Alan García en el Perú de los ochenta. “Fue un gobierno desastroso, populista en la peor versión”, mantiene Benavides. “En sociedades como las nuestras, gobiernos así sacan el lado oscuro de cada persona: arribismo, intolerancia, sordidez, corrupción. El mandato del Apra (partido político peruano) fue el impulsor para describir una situación social en la que todos los personajes claudican a sus principios”.

En el libro, “mezcla de novela política y folletín”, según palabras del autor, el personaje aparentemente más íntegro se descubre como autor intelectual de un magnicidio, el más romántico termina traficando bebés por dos mil dólares y el más luchador, atemorizado y escondido.

“Quería contar qué ha ocurrido con mi sociedad”, refiere Benavides. “Creemos que pragmatismo es ser corrupto. Y cuando creía que no podría haber nada peor, llegó Alberto Fujimori. El gobierno aprista fue el caldo de cultivo para lo que vino luego: el Estado como una manera más de hacer negocios”.

Y cabe una comparación que Benavides no rehúsa: “Igual que en Venezuela, que después de aquellos gobernantes que destrozaron al país, se votó por Hugo Chávez. En nuestras sociedades es muy fácil corromper. Nuestros países se han descompuesto. Nos creemos víctimas y somos cómplices”.

 

Inútil esperanza

¿Son, entonces, inútiles todos estos años que han pasado? “La palabra inútil la utilizo cínicamente. Pero es retórica. Ningún año es inútil. En la vida sientes que hay momentos que son un desperdicio, pero, en rigor, son parte de un aprendizaje. Aunque después de un gobernante como Alan García se vote por uno del tipo de Fujimori. Así que, a corto plazo, sí, han sido inútiles. Tocamos fondo y seguimos escarbando”.

En el libro no hay muestras de fe. Nadie resucita de las pruebas fatales. El camino del héroe se trunca desde el principio. “El futuro de mi país es tan oscuro que si lo pintan de negro lo aclaran”, asegura con sarcasmo Benavides. “Dicen que un optimista es alguien a quien le falta información”.

En ninguna línea se plantea la redención de, aunque sea, un solo personaje. Los protagonistas del entramado que crea Benavides se desmoronan, irredimibles. “¿Los escritores debemos ser moralistas, plantear salidas a las crisis? No. Mi novela es terrible. La gente se corrompe. Podía haber contado redenciones. Pero mi labor no es dar esperanza a nadie. Me fascinan los antihéroes, el horror y la descomposición. Eso escribí”.

No obstante, en el fondo, Benavides guarda ilusiones sobre el futuro de América. “Sí creo que hay esperanza. No son inmediatas. Llegará cuando asumamos que somos copartícipes de lo que ocurre. Cuando nos miremos en el espejo y tengamos absoluta vergüenza de lo que vemos”.

Escrita con una “obsesión maniática por los detalles”, como asegura Benavides, Los años difíciles consta de tres partes, con tres capítulos cada una, subdivididos en siete episodios para los capítulos impares y once episodios en los pares. “Es un mecanismo de reloj”, comenta Benavides. “Lo planifiqué así, porque al leer el libro se va armando un rompecabezas. Por otra parte, quería que los personajes no estuvieran descompensados. No podía escribirlo linealmente e hice un plano con los tiempos”.

En cada línea del libro muestra infinita paciencia a la hora de redactarlo. No sobra una arista en el trabajo de limado. El trabajo de Benavides denota oficio. “No hubo premura por tratar de publicar”, reconoce Benavides. “Es mejor no pensar en que se posee talento y trabajar mucho. Si se redacta, hay que corregir una y otra vez. Un escritor es un esquizofrénico vocacional. La mitad de ti no te pertenece, está en otro mundo, en el del relato que trabajas. Sueñas con palabras. Es como estar enamorado”.

La mudanza de Benavides llega a su nuevo hogar. Encuentra borradores de episodios de Los años inútiles que escribió más de 25 veces. Otras cajas contienen correcciones, capítulos y tramas que finalmente no incluyó en su obra. “Tengo una obsesión con la literatura”, refiere. “Lo importante es aquello que no está escrito, lo que se sugiere”. Aquellos textos que guarda Benavides en cajas permanecerán ahí. Ya se insinuaron en su última novela.

(Entrevista publicada en Verbigracia en agosto de 2002)