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En las huellas de Rudyard Kipling

Academia Sueca

Se busca: espíritu visionario

El 24 de noviembre del año pasado, la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE) propuso formalmente a los escritores Francisco Ayala, Ernesto Sábato y Miguel Delibes como candidatos al Premio Nobel de Literatura.1 La postulación de estos escritores por parte de la SGAE es una respuesta a la solicitud que la Academia Sueca realiza todos los años a las sociedades de escritores de distintos países del mundo. Esta es una de las formas que los miembros de esa institución escandinava utilizan para ampliar su repertorio de escritores y escritoras interesantes y, sobre todo, de recibir información acerca de autorías por algún motivo desconocidas para ellos hasta el momento. Debemos agregar que la Academia cuenta con un equipo muy actualizado de especialistas en literaturas de las distintas áreas lingüísticas, que continuamente informan y hacen llegar a los académicos, en sus reuniones semanales, noticias, textos, traducciones y todo tipo de material que actualize y oriente a quienes serán los encargados de llevar adelante el largo proceso de selección de candidatos.

La propuesta de la SGAE, sin embargo, nos hace sospechar un cierto desconocimiento de las rutinas y los criterios de selección de la Academia Sueca. Ante todo queremos recalcar que nuestras opiniones a continuación no implican ningún tipo de juicio de valor acerca de la probada calidad literaria de las obras de los escritores postulados, sino que queremos poner de relieve los criterios de selección de la Academia; criterios que solamente describiremos a partir de las líneas generales por las cuales se rige esa institución (establecidas por el mismo Alfred Nobel en su testamento) y una revisión general de los fallos de los últimos años, sin entrar en un debate de cuán correctos o incorrectos éstos nos parezcan.

La SGAE ha postulado tres reconocidos escritores de larga trayectoria: los españoles Francisco Ayala y Miguel Delibes y el argentino Ernesto Sábato. Ya a primera vista, la elección carece de novedad, espíritu visionario o apuesta a las jóvenes generaciones. Tres hombres (es decir, tres escritores de sexo masculino), dos de los cuales representan la literatura europea en español y sólo uno la latinoamericana (si la literatura tuviera que ver con la estadística, la proporción debería ser la inversa, pero sabemos que no). Tres cartas seguras, muy difíciles de cuestionar. Los tres son figuras respetadas y hasta diríamos que ilustres en las letras de habla española. Los tres han sido merecedores del Premio Cervantes, el de más prestigio en idioma castellano (Ernesto Sábato en 1984, Francisco Ayala en 1991 y Miguel Delibes en 1993). Los dos españoles son, además, miembros de la Real Academia Española desde hace varios decenios (Delibes desde 1973 y Ayala desde 1983). Los tres han sido difundidos en Europa y en América Latina y sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas. Han sido también, ya en otras ocasiones, y de parte de distintas instituciones, postulados para el Premio. En resumen: ninguna novedad para la Academia Sueca. Si los académicos desearan, como los premios de los últimos años lo indican, galardonar escritores representativos de generaciones en pleno desarrollo, no han recibido ninguna ayuda de parte de la SGAE.

La posibilidad de que alguno de los escritores postulados, por otra parte, se hiciera acreedor del Premio Nobel de Literatura, es, si nos atenemos a las pistas que nos dan las decisiones de los últimos decenios, prácticamente nula (aclaremos nuevamente que no es nuestra intención en estas líneas opinar sobre cuán justo o acertado sería que alguno de los escritores postulados mereciera este reconocimiento, ése es tema para otro debate). Francisco Ayala, nacido el 16 de marzo de 1906, tendría, al momento de recibir el Premio, 101 años. El argentino Sábato, nacido en la ciudad de Rojas en 1911, cumpliría 96. Miguel Delibes, por su parte, si bien es el más joven de este trío, alcanzaría la edad de 87 años al anunciarse el galardón (nacido en 1920). De más está decir que la edad no desmerece en absoluto la actividad de un escritor, pero un aspecto que la Academia ha recalcado en más de una oportunidad es que el Premio Nobel no debe verse como broche de oro de una actividad literaria que ya ha alcanzado su culmen hace varias décadas sino como estímulo a escritores en plena actividad, quizás en el momento de mayor brillantez de su producción.

 

Revisando los archivos de la Academia

Si buceamos un poco en la historia de los Premios Nobel, podemos constatar que el laureado de más edad que alguna vez haya recibido el galardón (incluidas todas las categorías) es el doctor Raymond Davis Jr., quien en el año 2002, a los 87 años de edad, se hiciera acreedor al Premio Nobel de Física. En el campo de la literatura, el escritor de más avanzada edad al recibir el Premio, ha sido el alemán-danés Theodor Mommsen, historiador ilustre, cuya obra maestra fue la monumental Historia de Roma. Pero para hallarlo tenemos que remontarnos al año 1902, cuando Mommsen recibió el Premio a los 85 años de edad. Fue el segundo galardonado en la historia del Nobel, que se había iniciado en 1901.

Si en cambio pasamos revista a los Premios Nobel de Literatura de los últimos diez años encontramos algunos escritores septuagenarios (José Saramago recibió el Premio en 1998, a los 76 años, por ejemplo) pero muchos más en sus 60, e inclusive notamos en los últimos años una tendencia a premiar a escritores más jóvenes, como ser la austríaca Elfride Jelinek, de 58 años cuando recibió el premio en 2004, y el turco Orhan Pamuk, de 54, galardonado el año pasado. El promedio de edad de los premiados durante los años 1997-2006 da la cifra de 67,6 años. Si volvemos para atrás otros diez años, de 1987 a 1996, el promedio de edad es aún más bajo: 65,3 años. Ya hemos afirmado anteriormente que la estadística no es la guía al momento de evaluar trayectorias literarias, pero a lo que queremos apuntar con este razonamiento es que los académicos han dado claras señales de que la mira está en autores de mucha actualidad. Aquí hubiese tenido la SGAE una oportunidad excepcional (ya que es una instancia muy respetada) de despertar el interés por algún escritor o escritora relativamente joven (que en este contexto sería alrededor de los cincuenta años, o por qué no menos) o de darle renombre internacional a una trayectoria madura pero aún en desarrollo. La elección, además, de algún autor o autora de algún país menos afortunado en cuanto a desarrollo de la industria editorial, o con menos posibilidades de difusión, hubiese sido una iniciativa bienvenida por la Academia y, en general, por el público europeo, que no siempre tiene la posibilidad de acceder a traducciones de estos escritores.

La decisión de proponer nuevos nombres, hubiese tenido seguramente un carácter polémico y hubiese despertado sin duda reacciones críticas. Esto, a nuestro parecer, sería más que bienvenido, puesto que el debate y el intercambio de opiniones, el surgimiento de nuevos nombres, el ejercicio intelectual de elaborar motivaciones a favor o en contra de cierto escritor o escritora, o por qué el escritor o la escritora de esta nacionalidad tendría más relevancia que algún otro, insertaría vida en una discusión a veces muy somnolienta. Sin desmerecer en absoluto la trayectoria de los postulados, es difícil asimilar la idea de que la SGAE no haya encontrado ningún otro nombre de escritores más jóvenes merecedores de postular a este Premio, que implica, si bien una consagración, también el estímulo a una obra significativa. ¿O será quizás que el Premio Nobel se ha convertido en algo tan místico, tan sagrado, que solamente los ya consagrados por absolutamente todas las demás instancias pueden nombrarse en las discusiones? ¿Habrá que perder un poco este desmesurado respeto a los académicos? ¿No será hora de abrir camino y reconocer escritores aún en marcha, quizás polémicos, pero con espíritu visionario, y cuya obra ya esté dejando huellas en el imaginario colectivo de una generación?

 

Rudyard KiplingRudyard Kipling: joven, polémico y premiado

Como detalle relevante, podríamos remontarnos exactamente una centuria, hasta el año 1907, cuando un escritor nacido en Bombay (India), pero afincado en Gran Bretaña, recibió, como el más joven de la historia de los Nobel, el galardón hoy tan prestigioso. Rudyard Kipling, a los 41 años de edad, era ya un conocido narrador, poeta, periodista y viajero —aunque muy polémico, por sus resabios de mentalidad victoriana y sus ideas de Inglaterra como un gran imperio. Quizás muchos sólo lo recuerden por su famosa novela El libro de la selva, pero Kipling fue un escritor prolífico con una obra vasta y de varios registros. La historia de su vida es apasionante e incluye sus tempranas impresiones de juventud en Lahore (Pakistán), sus años como corresponsal recorriendo la India y sus viajes por Japón, China y Estados Unidos. Desde relatos autobiográficos como “La oveja negra”, donde cuenta la experiencia traumática de su infancia en Southsea, Inglaterra, hasta poemas satíricos sobre la vida civil y militar en los cuarteles de la India colonial (Cancioncillas del departamento, 1886). Fue activo también como periodista y cronista de prensa y una reunión de sus artículos se publicó en 1887 con el título de Cuentos de las colinas. Además de su profundo conocimiento de la vida en la India y Birmania, adonde vivió y retornó con frecuencia, Kipling viajó y se interesó por otras culturas. En 1903 se estableció definitivamente en Inglaterra, donde fue muy reconocido y laureado como poeta. Tres veces se le ofreció el título de Sir de la Order of the Brittish Empire, el cual siempre rechazó. Es el escritor más joven que ha recibido el galardón de la Academia hasta el momento, y se lo considera el primer escritor inglés en recibir el Premio Nobel.

El pasado primero de febrero se cerró el plazo para nominar a los candidatos al Premio Nobel de Literatura del 2007. Las nominaciones no son divulgadas ni comentadas por parte de la Academia, y los archivos permanecen cerrados durante 50 años, por lo cual es imposible conocer la totalidad de nombres que han llegado a conocimiento de los académicos. Entretanto, deseamos fervientemente que, en adelante, las instancias que tienen la posibilidad de hacer llegar su voz a la Academia Sueca se atrevan a brindar su apoyo a algunos de los tantos escritores brillantes de lengua española que llevan adelante su trabajo en condiciones a veces precarias: solicitando becas, viviendo en ciudades refugio, dispersando su tiempo en actividades no literarias para poder sobrevivir, y luchando por ser publicados por editoriales de más difusión. Esperamos que una discusión sobre el apoyo de las instituciones a los escritores más jóvenes y no tan consagrados cobre vida, y que su resultado haga llegar un poco de inspiración a los académicos suecos, deseosos de conocer nuevas voces.

 


  1. ver: http://www.letralia.com/154/1124sgae.htm.