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Otoño en Estocolmo. Foto: Lilian Fernández HallSeptiembre en Estocolmo

Con la llegada del mes de septiembre coinciden dos fenómenos recurrentes en la atmósfera de la pacífica capital sueca: la llegada indefectible del otoño y los primeros síntomas de la contagiosa fiebre del Nobel. El Premio Nobel de Literatura tiene, en general, más detractores que defensores. Los argumentos son muchos y a veces razonables. Sin embargo, hasta sus enemigos más tenaces suelen sentir una pizca de orgullo en el caso de que sus favoritos accedan al galardón. Y si bien es cierto que muchos autores que marcaron su época pasaron desapercibidos para la Academia Sueca, tampoco puede negarse que algunos de los más apreciados escritores de los últimos cien años se encuentran en la lista: Thomas Mann, William Faulkner, Hermann Hesse, John Steinbeck, Samuel Beckett, Ernest Hemingway, Luigi Pirandello, Nagib Mahfuz, Gabriel García Márquez. Piense lo que se piense, lo cierto es que el premio Nobel no deja a nadie indiferente. A favor o en contra, todos tienen una opinión. Los vaqueteados ciudadanos suecos toman este juego mediático con calma, quizás con la excepción de editores y libreros, quienes todos los años esperan que alguno de “sus” escritores reciba el galardón. Esto significa siempre un considerable aumento de ventas y una confirmación del buen criterio del editor.

Lo interesante es que, fuera de Suecia, la constitución y forma de trabajo de la Academia Sueca (el organismo encargado de estudiar las nominaciones y designar al premiado) parece ser un misterio. La designación del escritor o la escritora galardonado/a suele interpretarse como una decisión caprichosa, muchas veces bajo sospecha de servir a tales o cuales intereses, distintos cada año, dependiendo de la orientación del elegido. Pero la verdad es que tal misterio no existe. Las reglas de la Academia son muy claras y sus rutinas de trabajo están detalladas en la página web (www.svenskaakademien.se), que en la actualidad se puede leer en sueco y en el más accesible idioma inglés (el próximo año se lanzará la versión al castellano). A pesar de esto, siempre surgen declaraciones que demuestran el desconocimiento general frente al trabajo de los “desconocidos” académicos. Y es verdad que los miembros de la Academia son, en general, desconocidos para el público no sueco. Lo cierto es que los académicos prefieren trabajar con discreción y sin dedicar demasiado tiempo a las discusiones con la prensa. Entre las reglas de la Academia existe, además, la norma de la confidencialidad, que es obedecida con una disciplina ejemplar. Los últimos años, sin embargo, han sido electos varios representantes de la vida intelectual sueca que, a través de su obra o de su trabajo artístico, no son tan anónimos como muchos de sus predecesores.

 

Meteoros y estrellas

Los miembros de la Academia Sueca son dieciocho. Cada uno ocupa una Silla numerada, y el cargo es vitalicio. Es decir, el académico puede renunciar a su Silla, pero también puede continuar en su puesto toda la vida. Y lo cierto es que, durante los últimos decenios, solamente el fallecimiento de algún académico ha significado la elección de uno nuevo. Este sistema hace que, por un lado, la Academia corra el riesgo de albergar en su seno a ancianos alejados del quehacer literario actual; por otro lado, asegura la permanencia de prestigiosos intelectuales con experiencia y conocimiento de campo. Esta norma ha sido, como muchas otras costumbres de la Academia, tanto criticada como aplaudida.

En la actualidad, de los 18 miembros de la Academia, 12 son hombres, 5 son mujeres, y una Silla se encuentra vacante: la del poeta Lars Forsell, recientemente fallecido (el 26 de julio de este año). La edad promedio de los académicos es todavía muy alta, y la igualdad de sexos es una meta que aún parece inalcanzable. En los últimos años, sin embargo, se ha producido un cierto recambio de miembros, y varios de los actuales son personalidades de la cultura sueca que probablemente dejarán su huella en el trabajo de designación del Premio Nobel de Literatura de los próximos años. El liderazgo del Secretario permanente de esta organización, el profesor y ensayista Horace Engdahl, es innegable. Engdahl, elegido en su cargo desde 1997, ha sido el portavoz oficial de la Academia desde el 1 de junio de 1999, y su influencia en los fallos es bien conocida. La huella de Engdahl se deja entrever también en la elección de los nuevos miembros de la Academia en los últimos años. Pero presentemos primero al jefe, y luego a los subalternos.

Horace Engdahl. Foto: Cornelia NordströmHorace Engdahl nació el 30 de diciembre de 1948 en la ciudad de Karlskrona, en el sureste de Suecia. A los 18 años, ya concluidos sus estudios secundarios con brillante resultado, Engdahl ingresó a hacer el servicio militar en la legendaria Escuela de Intérpretes del Ministerio de Defensa. Durante dos años (1967-68) combinó la dura vida en el ámbito militar con un intenso entrenamiento en el dominio del idioma ruso. Una vez concluido este período, ingresó a la Universidad de Estocolmo, donde luego de graduarse y trabajar como investigador durante unos años, se doctoró en Letras en 1987. Entre 1980 y 1990 se desempeñó como crítico literario y artístico (con especialización en danzas clásicas y modernas) en diversos medios culturales de Suecia. Entre 1989 y 1998 trabajó en la sección cultural del diario Dagens Nyheter, el matutino más importante del país. En octubre de 1997 es designado sucesor del escritor Johannes Edfelt en la silla número 17 de la Academia Sueca y en 1999 es designado Secretario Permanente de la misma. Desde 2004 es profesor adjunto de la cátedra de Literaturas Nórdicas en la Universidad de Århus, en Dinamarca. Horace Engdahl está casado con la doctora en Letras y Estudios de Género Ebba Witt-Bratström, con quien tiene cuatro hijos.

Durante los años 80, Engdahl participó en la redacción de la revista Kris, de gran significado en el panorama literario de la época. Como escritor, ha probado varios géneros, destacándose como ensayista: su tesis doctoral significó una novedosa revalorización del romanticismo sueco. También se ha desempeñado como traductor del alemán, vertiendo al idioma sueco la obra del dramaturgo Heinrich von Kleist. Su obra de ficción es más limitada, por lo menos en extensión: el libro de aforismos Meteoros (1999; edición aumentada en 2003) alberga cortas y concentradas muestras de las inquietudes intelectuales de su autor, moviéndose en un espacio limítrofe entre la poesía y el ensayo. Meteoros es una obra singular, dirigida a un público especial y reducido.

Sin lugar a dudas, el plano en el que Horace Engdahl alcanza su mayor reconocimiento es en su trabajo cotidiano. Como secretario de la Academia, ha logrado una presencia mediática a la vez simpática y respetada. Sin arriesgarse a una exposición masiva en los medios, da la impresión de un intelectual accesible y, sin llegar a transformarse en un ídolo masivo, “Horace” (nombre inusual en Suecia) es una figura bien conocida por el hombre y la mujer de la calle. Como coordinador del trabajo previo a la adjudicación del premio, tiene fama de trabajador infatigable; y como anfitrión de ceremonias y diversos compromisos formales de los premiados, se lo ve relajado y cómodo en su papel. Probablemente, tendremos Horace Engdahl para rato.

 

Calma, sólo calma

De entre los nuevos académicos elegidos en los últimos años, se destacan dos: el historiador Peter Englund y la poeta y dramaturga Kristina Lugn.

Peter EnglundPeter Englund nació el 4 de abril de 1957 en la ciudad de Boden, al norte de Suecia. En su juventud, fue simpatizante del movimiento trotskista. Estudió Arqueología, Filosofía e Historia en la Universidad de Uppsala. Se doctoró en Historia en 1989, luego de unos años de trabajar para el Servicio de Inteligencia sueco. En 1988 apareció su libro Poltava (sobre la batalla del mismo nombre, protagonizada por las tropas suecas y rusas en 1709), libro que tuvo un gran éxito de ventas. En 1991 apareció su segundo libro, una recopilación de ensayos históricos cuyo origen se encuentra en los artículos que Englund publicó en el periódico vespertino Expressen, en el cual trabajó durante más de diez años. Allí colaboró como ensayista y crítico literario, pero también como reportero de guerra, enviando sus trabajos desde Croacia, Bosnia, Afganistán e Irak. En la actualidad colabora con el matutino Dagens Nyheter.

Peter Englund continúa con su labor de escritor y actualmente ha publicado su séptimo libro, La máscara de plata, sobre la vida de la Reina Cristina de Suecia. Ha recibido varios premios por sus obras, entre ellos el Augustpriset 1993, el Premio Selma Lagerlöf en el 2002, el de la Universidad de Uppsala y otros. También ha sido profesor de Técnica Narrativa en el Instituto de Arte Dramático de Estocolmo. En mayo del 2002, Englund fue elegido miembro de la Academia Sueca, ocupando la Silla Nº 10. De esta manera se continúa con una antigua tradición en esta institución, que deja sentado que no sólo la literatura de ficción puede optar al Premio Nobel de Literatura sino también obras de carácter periodístico, histórico, filosófico, de memorias, etc., áreas en las cuales Englund puede considerarse experto. Peter Englund completa su polifacético currículum con su actividad actual de guionista cinematográfico y como aplicado escritor de blog (http://peterenglund.wordpress.com). Su capacidad como comunicador, su colaboración asidua en el periódico más leído del país y su participación regular en populares programas televisivos (como comentador de temas de historia o literatura) han hecho de Peter Englund una figura conocida y apreciada por el público sueco. A pesar de haber cumplido recientemente 50 años, Englund es el miembro más joven de la Academia Sueca.

Kristina LugnKristina Lugn, por su parte, hizo su entrada en la Academia ocupando la Silla Nº 14, en diciembre del año pasado. Su elección es la más “revolucionaria” en la historia de esta institución, dado el carácter de “enfant terrible” de la popular poeta y dramaturga, quien siempre se ha mantenido alejada del ambiente académico y no pocas veces ha llamado la atención por sus polémicas opiniones. Kristina Lugn ha mantenido siempre una actitud de apertura con respecto a su vida personal, lo que la distingue de los recatados antiguos académicos que prefieren el anonimato y el trabajo a discreción. Lugn, que difícilmente pasa desapercibida con su larga y ondulante cabellera roja, ha ocupado con frecuencia las primeras planas de los suplementos culturales del país, pero es enormemente respetada como una intelectual honesta y valiente.

Nacida en Tierp, en la zona central del país, en noviembre de 1948, es hija de un oficial de regimiento y una maestra. Kristina Lugn estudió en las universidades de Uppsala y de Estocolmo, y se graduó con un Master en Filosofía en 1972. Ese mismo año publicó su primer poemario, Om jag inte (Si yo no). En este primer libro se adivina ya el tema que la autora desarrollará con cada vez más maestría: la marginalidad social y existencial. Con un manejo hábil del lenguaje, sus poemas rozan el absurdo y con frecuencia apelan al humor y a la ironía. La maternidad, la soledad, la muerte, son también temas recurrentes en sus textos, que según los críticos se ubican en el llamado realismo de la cotidianeidad que iniciara la poeta sueca Sonja Åkesson. Su segundo poemario lleva el sugestivo título Till min man, om han kunde läsa (Para mi marido, si supiera leer) y apareció en 1976. Le siguen los siguientes volúmenes: Döda honom! (¡Mátenlo!), 1978; Om ni hör ett skott... (Si escuchan un tiro...), 1979; Percy Wennerfors, 1982 y Bekanskap önskas med äldre bildad herre (Se desea contacto con maduro caballero educado), 1983. Este último libro significa su consagración definitiva como poeta. A partir de aquí, Kristina Lugn comienza a dedicarse al teatro como dramaturga y directora. Hasta la fecha ha dado a conocer cerca de 20 obras teatrales, entre las cuales se destacan Idaflickorna (Las muchachas Ida), 1993 y Katarina den Stora (Catalina de Rusia), de 2006. Posteriormente, Lugn ha retornado a la poesía con su volumen Hej då, ha de så bra (2003, traducido al castellano por Maria Kallin y Víctor Rojas con el título ¡Adiós y buena suerte!) y otros textos, como el irónico Lugn, bara Lugn, donde la autora juega con el significado de su apellido (“lugn” en sueco significa “calma”, por lo que el título puede traducirse como “Lugn, sólo Lugn” o “Calma, sólo calma”). En la actualidad, y desde hace diez años, Kristina Lugn es directora del popular teatro Brunnsgatan Fyra, ubicado en el barrio bohemio de Estocolmo, donde suele poner en escena sus propias piezas. También Kristina Lugn ha participado de diversos programas televisivos (hace unos años condujo un “talk-show” propio), lo que la ha hecho notoriamente popular. En diciembre del año pasado, además de Kristina Lugn, fue elegido el poeta y profesor Jesper Svenbro como miembro de la Academia, en la Silla Nº 8. También, como mencionamos, hay una silla vacante, y probablemente en el mes de octubre se haga público el nombre del sucesor o la sucesora del fallecido poeta Lars Forsell. Todavía no sabemos si el ingreso de nuevas personalidades a la Academia significará una nueva orientación en la elección de premiados o si se reforzará la línea iniciada por Horace Engdahl.

Hace exactamente cien años, Rudyard Kipling, escritor inglés con raíces en la India, recibía el Premio Nobel de Literatura. De 41 años al momento de recibir el galardón, aún conserva el privilegio de ser el premiado más joven en toda la historia del Nobel. Hace 50 años, en 1957, un escritor francés igualmente joven recibía el Nobel: Albert Camus tenía solamente 44 años cuando resultó premiado. ¿Quién recibirá el premio este año? ¿Algún joven talento o un intelectual consagrado? ¿Un hombre o una mujer? ¿Un narrador o un poeta? ¿Un escritor establecido o un outsider? ¿Cuál es el continente de turno? ¿Le tocará a la fantástica narradora guadalupeña Maryse Condé? ¿Al israelí Amoz Oz? ¿Al delicado poeta y narrador coreano Ko Un? ¿Será por fin el turno del peruano Mario Vargas Llosa? Imposible de predecir. Sólo nos queda esperar y aceptar el consejo de la poeta y académica Kristina Lugn: “Calma, sólo calma”...