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Andy PalacioAndy Palacio en el cielo garífuna

La noticia de la repentina muerte del músico y embajador cultural beliceño Andy Palacio el pasado 19 de enero de 2008 fue sorpresiva y trágica. A los 47 años de edad, y víctima de un derrame cerebral con posteriores complicaciones cardíacas, moría en su país natal una de las figuras más destacadas y más queridas de la cultura garífuna de Belice y de toda la costa del Caribe centroamericano. El aporte de Palacio al rescate, renovación y difusión de la música y la cultura garífuna en todo el mundo es invalorable. Junto con el también músico y productor beliceño Iván Durán contribuyeron no sólo a documentar y renovar las distintas manifestaciones de los ritmos originales de este grupo étnico, sino que les otorgaron un sello de vitalidad, alegría y orgullo que eran tan necesarios para la supervivencia cultural de la comunidad garífuna, compuesta actualmente por unos 250.000 integrantes, repartidos entre Nicaragua, Honduras, Guatemala y Belice.

 

Orígenes de la cultura garífuna

La historia del pueblo garífuna se inicia en 1635 (otras fuentes dicen 1665) con el naufragio de dos navíos españoles, cerca de la isla de San Vicente, en el Caribe. Las naves transportaban africanos, probablemente nigerianos; personas que se utilizarían como esclavos en las colonias británicas en la Martinica, Santa Lucía, Granada, Dominica y Barbados. Muchos de esos hombres destinados a la esclavitud pudieron salvarse nadando literalmente hacia la libertad al refugiarse en la isla de San Vicente. En 1675 se produce un naufragio similar y a partir de allí, lentamente, la población de la isla va creciendo, aumentada además por la llegada de numerosos esclavos que huían de las islas vecinas, especialmente de las plantaciones coloniales de Barbados, buscando un lugar donde vivir en paz y libertad. Estos refugiados africanos se unieron rápidamente a la población local, los indios arawakan o caribes insulares, lo que origina una fusión de esas dos culturas. Éste fue, a grandes rasgos, el origen del surgimiento de una población afroantillana en el Caribe, la que hoy se conoce con el nombre de cultura garífuna (garinagu, en su propia lengua). En el año 1796, los garífunas fueron expulsados de la isla de San Vicente por los británicos y deportados a la isla de Roatán, una de las islas hondureñas de la bahía. Al poco tiempo, un contingente de aproximadamente 5.000 hombres y mujeres fueron trasladados nuevamente, esta vez a la ciudad de Trujillo, en tierra firme hondureña, y de esa manera la cultura garífuna se instaló definitivamente en Centroamérica.

La cultura de esta minoría afrocaribe prácticamente olvidada, sigue sin embargo viva. Los garífunas poseen una lengua y una identidad propia, y siguen manteniendo sus prácticas religiosas, sus costumbres y su música. La situación social y económica de la etnia es, sin embargo, precaria. Con poca o ninguna representación en los gobiernos de los países en los cuales residen, sufren de una alta tasa de desempleo y permanecen, en general, marginados de la sociedad y con dificultades de supervivencia económica. Varios proyectos intentan rescatar el modo de vida garífuna en armonía con la naturaleza, y propician varias fuentes de subsistencia para el grupo, a través, por ejemplo, del fomento de la pesca controlada, la artesanía, la música y el ecoturismo.

La lengua garífuna tiene su sutrato en el arawaco (la lengua que se hablaba en San Vicente cuando llegaron los africanos), pero incorpora muchas palabras del español, el francés y el inglés. La gran mayoría de los garífunas son sin embargo bilingües, manejando también el español (Nicaragua, Honduras, Guatemala) o el inglés (Belice). En cuanto a religión, la herencia africana es muy fuerte. La música ocupa un lugar preponderante en toda ocasión de ritos y festividades de carácter religioso. Los garífunas se han destacado por desarrollar un ritmo propio denominado “punta”, considerada la música folklórica tradicional garífuna. Este tipo de música se caracteriza por el uso de ciertos instrumentos, como ser las conchas de caracol usadas a modo de trompeta, los caparazones de tortuga, la clave y las maracas; pero el instrumento sin duda más importante son los tambores (garaones). Se ha dicho que son los tambores los que con su ritmo —como el latido de un corazón— han sostenido la historia del pueblo garífuna desde 1636. Otros ritmos populares son la parranda y el huango-huango. Una característica interesante de la música garífuna es el uso del “canto con responsorios”, es decir, con un entonador al que responde un coro. En 2001, la Unesco declaró la lengua, la danza y la música garífuna como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

 

Andy Palacio y el éxito de Wátina

Andy Palacio nació el 2 de diciembre de 1960 en el pueblo de Barranco, en Belice. A los 19 años partió como maestro voluntario a Nicaragua, y allí entendió que la cultura garífuna necesitaba revitalizarse. Los jóvenes de la zona prácticamente no hablaban la lengua garífuna y las costumbres tradicionales se iban dejando de lado. Palacio decidió hacer algo desde el campo que conocía mejor: la música. Logró su primer gran éxito en 1988 con “Bikini Panti”, una aguda sátira dirigida a la industria turística del país. Para este entonces, Palacio ya había popularizado su vertiginosa versión electrónica de la “punta”, muy de moda entre la población garífuna de toda la costa caribe centroamericana. Su versión pasó a llamarse “punta-rock” y la respuesta, sobre todo de la juventud, fue unívoca y entusiasta: Andy había hecho por fin algo “cool”, moderno y atractivo, de una tradicional expresión de la cultura garífuna.

Su amistad con Iván Durán llevó a Palacio a entender que la música garífuna se encontraba en peligro de lenta desaparición, que los mismos integrantes de la comunidad garífuna necesitaban reforzar su autoconfianza, y que era necesario un trabajo de recopilación y revalorización de la música tradicional de esta etnia. La popularidad de Andy Palacio y su interés por las manifestaciones culturales garífunas, que ya se habían puesto de manifiesto durante su época como radiodifusor (denominándose a sí mismo “Garífuna DJ of Radio Belize”), se profundizó. Cuando un aluvión de cartas de oyentes procedentes de Belice, Honduras y Guatemala comenzaron a llegar a los estudios de la radio, Palacio comprendió la enorme necesidad de su gente de revalorizar sus raíces y construir su identidad étnica.

Palacio contribuyó, también a fines de los 80, a organizar el primer estudio de grabación del país: Sunrise Recording Studio. Allí se reunieron los principales “punta-rockeros” de Belice y de los Estados Unidos. Rápidamente, este grupo se transformó en una especie de pionero en la documentación de la polifacética vida cultural de Belice. Allí se grabó la tradicional música punta pero también parranda, canciones mayas, folklore creol y música de los grupos de marimba. Luego de este trabajo, Andy Palacio intentó una carrera de solista en los Estados Unidos, visitando los grandes enclaves de inmigrantes beliceños en Los Angeles, Chicago y Nueva York. Este intento no prosperó y en 1994 Palacio retorna a Belice. Luego de unos años iniciaría su carrera en la administración gubernamental, como encargado de Desarrollo de provincias primero y luego en el campo cultural, donde sería nombrado embajador cultural de Belice. Paralelamente, continúa desarrollándose como músico. Como compositor de música garífuna moderna, sus creaciones son cada vez más avanzadas en cuanto a melodía y a instrumentación. Él mismo decía: “Hemos madurado musicalmente. El punta-rock era más que nada caderas. Ahora nuestra mira es una música con cerebro y corazón”.

La carrera musical de Andy Palacio logró su culmen con el álbum Wátina, lanzado el año pasado en el sello Stonetree con la producción de Iván Durán. Firmado por “Andy Palacio and the Garifuna Project”, este álbum logra reunir figuras señeras de los ritmos tradicionales de la zona, como ser el septuagenario Paul Nabor de Belice y el hondureño Aurelio Martínez. Wátina es un proyecto fascinante que ha sido comparado con Graceland de Paul Simon o calificado como el Buena Vista Social Club de los garífunas. Temas de Andy Palacio se han incluido además en las recopilaciones Caribe, Caribe! y Music from the Chocolate Lands del sello Putumayo. Wátina figuró en el 2007 como uno de los mejores diez discos del año seleccionados por Babelia, el suplemento cultural del periódico español El País.

En octubre de ese mismo año, Andy Palacio e Iván Durán recibieron el Premio Womex, que le dedicaron a toda la comunidad garífuna, y en diciembre la Unesco lo nombró Artista para la Paz. Luego del impacto de Wátina, Andy Palacio y el Colectivo Garífuna realizaron una gira por EEUU, Canadá y Europa. La actuación del grupo puede apreciarse en el documental La aventura garífuna, filmado por Patricia Ferreira para la televisión española, que ganara el premio del público en la Muestra de Documental Etnográfico de Sobrabe (Huesca, España).

Punta, la música tradicional garífuna, se llama en su propio idioma “banguity”, y significa “nueva vida”. Andy Palacio —por muchos llamado el Bob Marley de Belice— ya no está entre nosotros. Quisiéramos imaginar, sin embargo, un cielo garífuna donde Andy Palacio sigue rodeado de sus amigos, tocando la guitarra y cantando en ese idioma tan querido para él, en una casa de madera junto al mar y disfrutando de una brisa tibia y un cielo infinitamente azul. ¿Y qué más cercano al paraíso que las inigualables playas beliceñas?