Subastan el surrealismo

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Ahora sí André usted es el padre del surrealismo.
Debían sacarlo a subasta para que se encontrara
con la palabra mierda y la infinita dulzura
de una historia apátrida, sin fronteras,
loca, loca, monsieur, de guillotina.
Obra desnuda en pleno siglo XXI,
de león descabezado, y alguien la acumula
para este viento ocasional de primavera,
máscaras, civilizaciones, la petite histoire.
Qué ironía, Picasso
prohibido en las Naciones Unidas.
Mundo global, la sombra de mi mano
esconde unas cicatrices
y estas muñecas rusas no encuentran
el origen de su especie, ni la madre de sus hijos.
Tasan su obra acumulada en la calle Fontaine,
como si la poesía Noé la hubiese hundido en el diluvio
para salvar la especie y no la palabra.
Qué pobre destino puede tener la muerte
cuando no es auténtica.
A usted ya lo manosea la historia,
es un escombro hablar de poesía.
Michaux, Freud, Trostky, Dalí, Apollinaire,
Rimbaud, Lautréamont, De Chirico,
todos parecen cruzarse de brazos a un mismo tiempo
y forman parte del misterio, el gran collage
del marketing francés.
Tasadores del arte de la impunidad,
que a destajo tasan el misterio inefable
del gran guardián del cadáver exquisito,
la palabra Breton que una bailarina andaluza
deja caer entre las piernas dibujadas por Magritte.
¿Qué importancia tiene el Surrealismo
ante este Manifiesto abandono de su obra
en el quirófano de la prosa doméstica
más surrealista que el Surrealismo?
Mejor muerto que ahora volando
sobre las terrazas de París,
hacia donde la indiferencia mueve
su verso alado como pez,
que teje un mar y otro mar,
la red en su principio y fin,
el inacabado hilo de un sueño
que se frota ante un espejo de luz,
y voilá la poesía.

Tapar el sol con una mano, no me parece un acto surrealista, más bien una proeza inútil del inconsciente colectivo, la irresponsabilidad de quien cree que tener una mejor imagen del espejo que la reproduce, sin ningún compromiso y legítimamente real más allá del deseo, es un acto poético. Los surrealistas, después de la Primera Guerra Mundial, cuando se instalaron con su magia y carpa en el subconsciente de la poesía, detrás de la pared de la psiquis, eran más ingeniosos, y sus actos comprometían la creatividad sin otro compromiso que el cambio, combatían el miedo, eran una performance al borde del precipicio, pero sin caerse, aventura legítima de la palabra, una nueva relación entre el hombre y el mundo circundante, una manera diferente de “expresarse y pensarse”, la libertad. La magia y el esoterismo que vinculan al Surrealismo con este nuevo movimiento estético mundial, las muy distintas, complejas y hasta olvidadas relaciones, vínculos, entre el hombre y el universo, existían desde el hombre de las cavernas. Nada tan nuevo bajo el sol de un nouveau Papa y sus feligreses, seguidores, que nacieron del movimiento Dada, fundado por el rumano Tristan Tzara, en 1916 en el Café Terrase de Zurich.

Es a partir de Dada, la palabra escogida al azar del diccionario Larousse, que en 1924 los surrealistas comienzan a descubrir la inmortalidad del cangrejo a través de sus propias verdades en continuo movimiento. “Dada es un estado de ánimo. Dada no se entrega a nada, ni al amor, ni al trabajo. Es inadmisible que un hombre deje una huella de su paso por la tierra. Dada, no conociendo más que el instinto, condena a priori la explicación”. Son puntos de manifiestos Dada. Hay mucho más, sin duda, por ambas orillas. Puertas, puertas, puertas.

Van tras la liberación total del hombre y sus primeros pasos son los Secretos del arte mágico surrealista, pero previo a su aprendizaje dadaísta, exploraron en la novela negra de Sade, en el romanticismo alemán, Rimbaud y Lautréamont. No hay cambio distinto fuera de la tradición en el primer Manifiesto surrealista, y menos, éste se origina a partir del aire, o de las espumas que crea el propio jabón de casa. La poesía del Sumo Pontífice del movimiento, Bretón, tiene clara influencia de Paul Valéry y Rimbaud. Por eso, no vayamos más lejos, que la palabra lejos, mas diría, proximidad, cercanía, antecedente, la necesaria ruta del eslabón “progreso del arte”, la continuidad de las cosas como todas las cosas, porque lo nuevo es muy poco nuevo y a veces envejece al dar vuelta la hoja. SUR+realismo; SU-realismo; SU-realidad; SU real-ismo.

El Surrealismo buscará sus propios vasos comunicantes, el árbol personal en el bosque, biólogo de la naturaleza de las cosas, en el subterráneo del inconsciente personal en secreta comunión, búsqueda y unidad con el colectivo. La realidad en distintos pisos, en la videncia de los acontecimientos. Adivinan el porvenir, se embriagan con el futuro, le rascan la espalda a la sombra del objeto, y como dice Michel Carrouges, “el Surrealismo se presenta como una tentativa de comportamiento de mediumnismo, espontáneo y generalizado, en la escritura automática y el azar objetivo, pero se trataría entonces de un mediumnismo crítico, en un sentido que se podría acompañar al de la actividad paranoica-crítica”. Son objeto y sujeto al mismo tiempo, juez de los acontecimientos. “Se trata de poner fin al mundo tal cual es y de transformar a los individuos”. “Deseo que el Surrealismo pase por no haber intentado nada mejor”, dijo Breton, “que lanzar un hilo conductor entre los mundos demasiado disociados de la vigilancia y del sueño, de la realidad exterior e interior, de la razón y de la locura, de la serenidad del conocimiento y del amor, de la vida y de la revolución”. Los surrealistas nos ayudaron a entender que todos tenemos un poco de poeta y loco.

Para entrar bruscamente en materia, cito a Enrique Lihn, quien cita a Marcel Raymond: “El hombre aproximativo, de 1930, es el único poema de gran aliento que se puede atribuir legítimamente al surrealismo, y es de Tzara”.

cual en este lenguaje que nos azota nos sobresaltamos con la luz
nuestros nervios son látigos entre las manos del tiempo
y la duda viene con una sola ola incolora
atornillándose comprimiéndose aplastándose en nosotros
como el papel estrujado del embalaje deshecho
obsequio de otra edad a los deslizamientos de los peces amargos
...
las campanas suenan sin razón y nosotros también
los ojos de las frutas nos miran atentamente
y todas nuestras acciones son controladas no hay nada oculto
el agua del río ha lavado tanto su lecho
(fragmento).

Es bien conocido de la historia la ruptura entre Dada y Bretón, quien acusa de impostor a Tzara, y es más, le exige que reconozca que lo es. El rumano abandonó a sus oponentes y detractores, encabezados por Breton, quienes aún no eran un grupo, y que en 1924 darían vida al Surrealismo. Con el fin de Dada, se dice, mueren todas las vanguardias. Tzara buscaba un puente entre lenguaje y realidad, y su movimiento terminó por sucumbir ante la subjetividad del Surrealismo. No necesariamente lo nuevo se impone, la historia está plagada de ejemplos como se abren las tumbas para enterrar lo nuevo a partir de lo viejo. “¿Los surrealistas?”, le preguntaron a Supervielle (Jules). ”...el favor inmerecido de una poesía intransmisible y tanto más monótona, cuanto que ella ahoga su propio sentido a medida que avanza sobre el papel”, del Legado de Supervielle, de Lihn.

Para críticos, detractores, impostores, profetas, charlatanes, corderos que quieren borrar el pecado del mundo, basta con abrir la ventana del planeta Tierra y saber que pasan volando frente a tus ojos, a veces es necesaria una silla de Ionesco para que alcen sus pesadas cejas de iconoclastas incomprendidos, en el absurdo, se les ve comulgar con pesadas ruedas de una carreta fija sin más bueyes que el silencio, y como los mimos, su palabra en off retraídos en algún paseo de la infancia, de tarde en tarde, deambulan su cadáver amarillo, somnoliento, azumagado por las horas bajo la pútrida tierra. Cuando el pus alcanza la superficie, sólo entonces, se hace necesario dejar el abanico y escribir estos epitafios a favor de la vida. Sepultar a quienes están perdidos en el Paraíso, es casi un honor inmerecido.

Los poetas tienen derecho a dormir y hacer el amor en una cama por el resto de sus vidas, pero no taparse con las mismas sábanas. Si vamos atrás en la historia nos quedamos sin tiempo. Los chinos debieran darnos la fórmula para descubrirlos a ellos y no la pólvora. La originalidad es un hilo sin punta, pero existe. El problema no radica en la aguja, sino en el pajar. Dejemos el río de Heráclito, mejor crucemos el puente.

Chile, país de poetas. No conozco otro lugar en el mundo, salvo la maravillosa fiebre artística que recorrió París en las Artes Mundiales, un sitio donde la poesía haya tenido tan buenos expositores de teorías, promotores, autores de pomadas vanguardistas, flautistas de Hamelín con y sin ratones, como Chile, país que me encantaría volver a conocer. Eso es justamente lo que le ha otorgado una cierta vitalidad, originalidad, energía, presencia real en el siglo XX a la poesía chilena en el habla castellana de manera indiscutida. Ignoro si la llamada guerrilla literaria fue un espectáculo para el público, pero reflejó la existencia de unos poetas con posiciones encontradas, pero legítimas, porque además de los desplantes, su obra respondía por ellos. De Rokha, Huidobro, Neruda, fueron los protagonistas de ese siglo de oro de la poesía chilena, donde destacan como sus pares igualmente la Mistral, Parra, Gonzalo Rojas, todos con una obra personal, deudora de influencias, pero inmersa en las raíces de lo chileno universal, porque se hace muy difícil decir quién puso el primer huevo o si los huevos sucesivos no tienen la misma calidad nutritiva, o responden a un huevo matriz, en este caso al poto de una sola gallina.

Las teorías desfilaron, posiciones más o menos, Manifiestos, el poeta es un pequeño Dios (Huidobro), los poetas bajaron del Olimpo (Parra), se trabaja exactamente con barro y con sueño (De Rokha), y finalmente Neruda dijo: “En la casa de la poesía no permanece nada sino lo que fue escrito con sangre para ser escuchado por la sangre”. Cada poeta cuenta con su propio rosario. Gonzalo Rojas se llama poeta a la intemperie y desinstalado, anarca, disidente y su pasión fue y sigue siendo la búsqueda de lo absoluto. La Mistral, quizás la menos dada a los pronunciamientos, vivió su propio calvario, pero nunca abandonó sus banderas sociales, y ya nadie puede discutir su lugar en la poética chilena y castellana. Gonzalo Rojas es el único de estos poetas vertebrales que estuvo dentro del surrealismo chileno y con su acostumbrada franqueza dijo, cuando recibió el premio Reina Sofía en España: “Pertenezco a la promoción literaria chilena de 1938 y dentro de ella al grupo Mandrágora, con eje en el surrealismo parisino. Me enganché con Mandrágora sin mayor fascinación por el experimento, pero me enganché. Mandrágora, una planta herbácea de la familia de las solanáceas, como la dulcamara, la patata, la tomatera y el tabaco. Virtudes narcóticas, soporíferas, afrodisíacas: lo maravilloso, l’amour fou, la belleza convulsiva. Raicillas en forma humana, de doble ejemplar: masculino y femenino. Si uno logra arrancar desde el fondo la figurilla femenina sin hacer muerto allí mismo adquiere de golpe el amor, la libertad, la gloria, la fortuna”. Para Rojas, Mandrágora, quien se separó tempranamente del grupo, “fue un mundo menos creador que el de los grandes volcanes de la década del veinte (Huidobro, de Rokha, Neruda), además de otros dos grandes animales poéticos sudamericanos: Vallejo y Borges”.

Casi ochenta años después me encuentro hablando de este tema no buscado, surgido más bien por quienes transforman a Pablo Neruda “en un cadáver exquisito” de la poesía chilena, al retomar las viejas consignas medievales de santos inquisidores y crucificar al Vate, a 30 años de su muerte física, con ese repertorio vodevil de pequeños comediantes, y que forman parte de un bocadito del vigoroso tronco de la poesía nacional. Rimar no es defecar, y veo que han caído en pandilla, pero no sé si esto es surrealismo o realismo kafkiano. Tanta bilis derramada para nada. El país ya está en calma, pasó el Apagón Cultural como un corto circuito que quemó la Carpa de Parra, pero el poeta hoy sigue con vista al mar, entre Cartagena e Isla Negra.

Las polémicas en el Chile Actual huelen a sobaco, manoseadas, ajadas, más surrealistas que el surrealismo. Porque surrealismo es lo que está ocurriendo en el mundo de hoy al borde del abismo, cayéndonos en automático. Es innegable que el país fue dado vuelta de campana, pero como una bacinica y es lo que a veces nos queda. El problema no es el surrealismo, al que no he acusado de trasnochado, sino a sus sacristanes, monaguillos en la oscura fila del subconsciente con sus pesadillas infantiles y una corte de enanitos que no terminan de crecer. Emancipación del espíritu, dijo Breton, no pobres de espíritu.

Es imposible analizar, examinar, los temas en el saco sin fondo, sobre todo, como dice una fuente realista que leyó esta polémica y considera que no se trata de un concurso del Big Brother, porque la poesía no tiene punta, en mi opinión. La madeja es mucho más vieja que los surrealistas y no termina allí. Mi amiga, con buen criterio, dice que el surrealismo significó espíritus libres que transformaron el juego y el absurdo en arma política, postura que traspasó las puertas de Europa, cuyo eco aún resuena, aunque no inventaron (como todo en arte) a partir de la nada. Deudores de los Simbolistas, y sobre todo del Dada, dice, lo que comparto y ya he comentado. “Breton ahogó a Dada con su sistema de pertenencia condicionada y a muchos otros grupos por no ser suficientemente surrealistas”, enfatiza, más bien recuerda y cita la historia. Yo digo: que la Historia se encargue de la historia y si aun así no se convence de su pasado, que abra nuevos capítulos. Surrealismo, dijo Breton, “esta palabra que no es nuestra invención y que hubiéramos podido abandonar al vocabulario crítico más vago, es empleado por nosotros en un sentido preciso (fue inventada por la prensa). Con él hemos convenido designar un cierto automatismo psíquico que corresponde bastante bien al estado del sueño, estado que es hoy bastante difícil de delimitar”.

La fuente separa dos cosas frente al tema: lo que un movimiento cualquiera significa en su contexto histórico y sus proyecciones en el tiempo, ramificaciones, resonancias, ecos. Todo movimiento al nacer, eso sí, se vuelve patrimonio de la humanidad, pero también se transforma y deriva en otras expresiones, escuelas y movimientos. Sin embargo, apunta, “la realidad es más surrealista hoy que nunca, y quizás lo verdaderamente surrealista sea tomarse en serio”.

La fuente me dijo y en justicia cito: “a las finales, los seres humanos se definen ‘donde las papas queman’... como dato curioso para tu archivo, apenas cae la bella Francia, en agosto de 1940, Breton escribe a su amigo Kurt Seligmann, explicando la decisión de reunirse con él cuanto antes, en Nueva York: ‘...Es indudablemente allí donde es posible continuar de la manera más efectiva la lucha contra los agentes de la descomposición que nunca hemos dejado de denunciar’. Fue la orden del Papa de abandonar el barco... Otros, sin embargo, se quedaron: Picasso, Malraux, Prévert, Michaux, Cocteau, Desnos, Brassai, Camus, Beauvoir, Sartre, etc...”. Monsieur Breton fue uno de los primeros en llegar a Marsella para ponerse bajo protección y alojamiento en la Villa Air Bel de Varian Fri, representante del Comité Americano de Ayuda a los intelectuales. En presencia además de Masson, Duchamp, Domínguez, Lam, Peret y Remedio Varo, de los Guggenheim de los Guggenheim daba mayores garantías. Aunque frustrados y aburridos de tanto jugar al cadáver exquisito, corrían mejor suerte que sus colegas en Europa Central y Alemania.

Paul Eluard escribiría en 1917, bajo el título ¡París tan alegre!, estos versos memorables: ¡Es la guerra! ¡Nada más duro que la guerra en invierno! / Estoy sucio (entre nosotros no se camina sobre la acera, ni por la calle) ¡pero qué alegría venir aquí a gozar de todo! / La ciudad es siempre ardiente. / En el cine, los chicos silban La Dama de las Camelias. / Y nosotros les preguntamos, a los que cruzan la ciudad para salir de ella, si andan buscando diamantes / con su arado.

Exilio de Breton en Estados Unidos, matrimonio con Elisa, Arcane 17, iniciación a la salvación terrestre por la mujer y vuelve a París en 1946, fin de la guerra, y ya Tzara se había convertido en comunista. Se le escapa un poco la revolución con el surgimiento del existencialismo, Sartre, Camus, y de los comunistas “stalinianosHistoria, historia, monsieur. Un dato, en 1949 el pintor chileno Matta abandona el movimiento, pero fue excluido. Seguidamente se pierde otro vidente, Artaud. Son grandes figuras de la pintura y el teatro que brillarán por mérito propio. Santiago de Chile y Praga, con sendas exposiciones en 1948, “consagran la internacionalización del proceso surrealista”. Se desata una efervescencia en el seno del movimiento, nuevas rupturas, enfrentamientos, hostilidades, y Breton hábilmente capitaliza el momento: la vitalidad del movimiento está en función no sólo de la exploración de sus ópticas e intenciones iniciales, sino además del nivel de efervescencia en que está creado para mantenerse con relación a los problemas que plantean a merced de las horas. El Papa parece infalible, cuando ya lo era por decreto del Vaticano en 1870, el año en que nació Lenin y murió el Conde de Lautréamont. Viene el rescate del pasado mágico, Breton, “El arte mágico”, 1954, y no todo fue razón en un principio. Hay mucho más en adelante, el campo unitario del espíritu. Un movimiento intelectual siempre en movimiento. 28 de septiembre de 1966, muere Breton y se disuelve el movimiento. Viene un recobro en La Habana, Praga y según los estudiosos, el paroxismo en las calles de París. El Surrealismo como movimiento organizado concluye en Francia. Vuelven a la carga para superar la crisis de la imaginación. Viene Surrealismo dentro del Surrealismo. Desde la sacralización del movimiento, vulgarización de una imaginería surrealista, según Durozoi y Lecherbonnier, y tergiversación fraudulenta de su función original. Mercantilización del erotismo, y algunos consideran que el precio ha sido muy elevado para seguir permaneciendo en la escena. Surrealismo, ¿superación de la superación de su propio quehacer? Nuestros autores citados puntualizan claramente cómo los Surrealistas ven la literatura. Primero, condenan una literatura separada de la vida, limitada sólo a lo estético. No hacen distinciones entre novela, poema, cuento, memorias, porque el escrito surrealista se caracteriza por la “confusión de géneros”, mantenida sistemáticamente: teoría, descripciones, reflexiones personales, lirismo... se mezclan en el texto que, además, se halla en contacto directo con la vida (consciente o inconsciente) de su autor (aspira a establecer una correspondencia parecida con la del lector).

El Surrealismo es como Las mil y una noches, un cuento de nunca acabar, que al final podría encontrar una puerta abierta. La memoria era algo imprecisa para Breton, sólo reconocía al automatismo como poder revelador. El discurso del subconsciente, dice Breton, y no la máscara de lo consciente.

A propósito de máscaras, la realidad siempre nos convoca a la realidad, multiplicando sus espejos como si nos dictara todo lo que tuviéramos de real en nuestro subconsciente. El tema del surrealismo no se sabe si su sombra es más larga que el cuerpo o viceversa, pero no se agota en unas cuantas páginas, ni reflexiones. Ni en su pleno apogeo, en vida de Breton los intelectuales y artistas se pusieron de acuerdo, a algunas décadas de la desaparición del jefe de la tribu, es aun más temerario llegar a algún paradero, en un mundo que el autor de Nadja encontraría verdaderamente surrealista.

Braulio Arenas, uno de los fundadores del Grupo Mandrágora (surrealistas chilenos), y a quien conociera personalmente, seguiría esos pasos andaluces de marinería propia de Capitanes Araya, y entonaría la célebre estrofa del Himno Nacional de Los valientes soldados de Chile, hasta alcanzar el Premio Nacional de Literatura, que con tanta perversidad le negaron a Lihn, Teillier y otros, los viejos estandartes de la cultura nacional.

Enrique Lihn, el poeta del Quebrantahuesos, escribió en la revista APSI, en 1988, lo siguiente: “El reinado del capitán general merece la irrealidad, a pesar de su aplastante peso nocturno. Irreal será, también, el himno de Braulio Arenas al generalato y hasta el Premio Nacional de Literatura que la capitanía le otorgó sólo en 1984, segura de que Arenas no dejaría oportunidad —así ocurrió— de escribir horrores contra el ‘comunismo’ y primores de la dictadura. El premio que esperó —y del que despertó años y años— llegó mal y tarde. ¿Por qué tenía que rebuscárselo en tales condiciones? Explicación humana”, sigue Lihn, “este surrealista arrepentido se negó a trabajar en su juventud para el Orden Establecido, haciendo suya la consigna emanada de París. Sin ese premio habría caído en la miseria, como su ex amigo Teófilo Cid, poeta mediocre, pero maldito. Ese Orden se acostumbró a prescindir de los servicios de Braulio o le ofreció, como a un bracero, trabajos estacionales en lugar de un empleo estable. Los hacía a la imperfección, aburridoramente. Oí decir que como profesor era una lata”... Pero Lihn apunta más alto, como era su objetivo en literatura. “Lo más atrayente en los escritos de Braulio son (hasta nueva orden) algunos de sus poemas de un surrealismo revisionista y los cuentos o escritos cortos, empezando por El océano de nadie. El surrealismo ortodoxo (André Breton y Cía.) cada vez más limitado fue el lastre del que se quiso desprender Arenas toda su vida, hasta que lo desprendieron de él sus actuaciones. Ser el Breton chileno, a partir de los años 50, no tenía el menor brillo. Una vez me dijo, confiesa Lihn, que sus poemas surrealistas eran copias hechas en malos papeles de calco. Los hombres de Mandrágora viajaban o morían. Él salió por primera vez en 1966, vía Israel, y se detuvo en París. Luto nacional; velaban a Bretón. Braulio quiso verlo por primera vez. Llamó a su viuda chilena y se identificó. ‘Un surrealista chileno’. —En Chile no hay surrealistas —fue la respuesta”.

El mundo tiene playas suficientes para capitanes Araya. Por eso, en este 11 de septiembre, la figura de Salvador Allende Gossens adquiere la dimensión emblemática que le corresponde a un actor y protagonista no sólo importante en la historia de Chile, sino excepcionalmente digno.

Gonzalo Rojas, de probada militancia verbal, literaria, hombre de compromisos con la palabra, la poesía, el oficio mayor que él llama, conoció, al parecer, las veleidades de uno de los padres del surrealismo criollo, y le dedicó el poema La cicatriz.

Dios pronto le dé ese premio / nacional a Braulio y el de Estocolmo si es posible / en un mismo collage para que acabe de una vez / con su rencor de payaso pobre, total el circo / es grande y translaticio, y la carpa / da para todos los de la jaula chillante; / lo Doloroso es lo inexorable de Las Coéforas: —Digo que los muertos / matan a los vivos... Y más adelante Rojas señala: Amurrado en su murria no la oye el sofómano / Braulio, el heterotálico / Braulio cuya acalculia / nunca hará de él a un novelista, / incluida La endemoniada / de Santiago, / si un poeta / premiable, acatafásico gracias a la acroestesia / de la que no es culpable por mucho que aborrezca / cronófobo a los relojes. En los últimos versos del poema, mucho más extenso que estas líneas, Gonzalo Rojas nos deja entrever algo más del personaje y que sucedió en esta historia: Del tiro / que ayer me quiso asestar en la nuca que lo perdonen / Dios y la Bombal, ríase Sartre de eso; tanto es lo / que lo quiero a mi Braulio / gracioso a quien le di de comer y de bailar que hasta esa bala / es apenas una blanca / cicatriz.

Gajes del surrealismo criollo. Pero Bretón, que partió hacia Estados Unidos, se casó con la chilena Elisa Bindhoff, fallecida no hace mucho tiempo, y aunque no conoció la loca geografía, escribió un poema: El menor rescate, al país de Elisa:

Tú que roes las hojas más fragantes del Atlas
Chile
Oruga de mariposa lunar
Tú cuya estructura rotal se esposa
Con la tierna cicatriz de la ruptura entre la luna y la tierra
Chile de las nieves
Como las sábanas que una hermosa mujer echa hacia atrás
al levantarse
He descubierto un relámpago
Lo que eternamente a ti me predestina
Chile
Con la luna en séptima casa en mi tema astral
Veo la venus del Sur
Que nace no ya de la espuma del mar
Sino de una ola de azurita en Chuquicamata
Chile
...
País de mi amor,
termina el texto de Breton.

A propósito de la historia, de Neruda, de la actuación de los personajes, de lo que Derrame derrama en ignorancia sobre el estalinismo nerudiano, sin desconocer su militancia, es necesario muchachos salir de la adolescencia y revisar la obra de Neruda; inclusive Jorge Edwards reconoce la desestalinización nerudiana en los últimos años de su vida y aun antes en sus poemas. Amañar la historia, quedarse con los vacíos como un hoyo negro en pleno siglo XXI, en la nostalgia del pecado ajeno, no ir a su obra, negarla tres, mil veces, supera al surrealismo.

Los surrealistas fueron un aliento en Chile, pero el tronco frondoso de la poesía chilena no pasa por sus ramas. Cada texto en su contexto, y que los autores dejen sus personajes y vayan buscando su nicho en la historia literaria de la mano del tiempo. Residencia en la tierra le sembró libertad, un lenguaje en una fuerza innegable a la poesía chilena, latinoamericana y del habla castellana. Su joven autor, un cónsul chileno en Birmania, Ceilán, Java (Rangún, Colombo y Batavia), que odiaba a los ingleses que colonizaban Asia a sangre y fuego, hombre de tentativas infinitas allá en el Sur del Sur, en un ejercicio de libertad y soledad, de espacio, geografías y tiempo, cruza todos los mares un julio de 1927, y aunque lleva unos pocos poemas residenciarios, en esos cinco años de fugitivo construirá su poesía esencial, “un montón de versos de gran monotonía, casi rituales, con misterio y dolores como lo hacían los viejos poetas. Es algo muy uniforme”, agrega el propio Neruda en carta a Eandi desde Colombo en 1929, como una sola cosa comenzada y recomenzada, como eternamente ensayada y sin éxito”. La realidad nerudiana, como una rueda desvencijada que recorre nuestro cuerpo, la cotidianidad, el misterio de las cosas, una poesía esencialmente corporal.

Vamos a la poesía, para que la charlatanería cosmética no siga arraigándose en el aire y sea polvo culposo de lecturas y sueños mal asimilados, de mitos hechos carne en la retórica sin respaldo de fábrica, cuando los muertos reclaman a los vivos un poco de sentido común. El crítico Jaime Concha, residenciado en París hace años, profesor en Francia, autor de libros de crítica lúcida, capitales, sobre Huidobro, Neruda, la Mistral y otros, sostiene que “Neruda, en sus Residencias, pese a su enigmática inconclusión, pese al audaz desorden que introduce en el lenguaje y en la expresión lírica (precursor y no deudor, de algunas búsquedas contenidas en Altazor: compárense ciertos juegos vocálicos e interjectivos a que se entrega Neruda con el Canto VII de la gran obra de Huidobro, lo que predomina es la contigüidad y las mezclas de las más heterogéneas esferas de la realidad. Este infinito y cotidiano a la vez, el poeta aúna en sí la exacerbación sentimental y la existencia doméstica, nace y se constituye en puente vivo entre la prosa y el cántico. Desde este respecto, puede situarse sin más este poema como un eslabón en la cadena de la antipoesía, cadena que recorre nuestra lírica desde Guillermo Blest Gana, pasando por Carlos Pezoa Véliz, Daniel de la Vega y Pablo Neruda, hasta rematar en la obra de Nicanor Parra”. Concha se refiere a los seis versos finales de Tentativa del hombre infinito (enero de 1926), un libro que Neruda consideraba capital en su obra.

“Espérame donde voy ah el atardecer / la comida las barcarolas del océano oh espérame / adelantándome como un grito atrasándote como / una huella oh espérate / sentado en esa última sombra o todavía después / todavía”.

Ignoro en verdad qué han derramado sobre la mesa de la poesía. Veo el plato vacío. Exceso de imaginación tal vez para el olvido.

A mí me han enseñado más los poetas de la tradición francesa, Villon, Baudelaire, Rimbaud, Char, Apollinaire, el último poeta francés, le llamó Breton en su libro Los pasos perdidos, cuando se iniciaba el surrealismo en 1924, gran deudor del ítalo-polaco Guillaume, creador entre otras formas, del método onirocrítico que prefigura la escritura automática de los surrealistas. La tradición poética inglesa, con Donne, Blake, D. Thomas, T. S. Eliot, norteamericana, Pound a la cabeza, los españoles, Quevedo, Góngora, Bécquer, Lorca, Panero. La tradición poética chilena sin excepción, la gran mayoría de poetas nacionales, lo que han significado en nuestra historia en el siglo XX. Los argentinos Borges, Gelman, Vallejo del Perú, Dalton en El Salvador. Los cubanos Lezama Lima, Eliseo Diego. El nicaragüense Ernesto Cardenal. Sin duda, Georg Trakl, me ha enseñado muchísimo. El Conde de Lautréamont, sin duda, el punto de partida del surrealismo con Los Cantos de Maldoror. Kavafis, Michaux, Celán, Rilke, Holderlin. Son más, los poetas que echaron raíces, sembraron libertad, oficio, dieron a conocer un mundo personal. No sólo los poetas, prosistas, filósofos, la geografía, la historia, el amor en todos sus colores, olores, dolores, fracciones, el tango, el bolero, personas comunes y corrientes, la vida, porque poesía es vida. Puede ser que la vida exija que la descifren como a un criptograma, dijo Breton.

Poesía hay mucha, más allá de Neruda y de los surrealistas...

Yo me quedo con estos tres versos de Apollinaire. Tu lengua / El pez rojo en el bocal / De tu voz.